Sexyy Red

En 1954, Muddy Waters cantaba “The gypsy woman told my mother / Before I was born / You got a boy child’s comin’ / He’s gonna be a son of a gun / He gonna make pretty women’s jump and shout” en “Hoochie Coochie Man”, un estándar de blues que daría pie al “I’m A Man” de Bo Diddley, un clásico del rhythm’n’blues que marcaba paquete ya desde el inicio: “Now when I was a little boy / At the age of 5 / I had somethin’ in my pocket / Keep a lot of folks alive / Now I’m a man / Made 21 / You know, baby / We can have a lot of fun”.

Ahora, 71 años más tarde, Sexyy Red se adjudica ese término al que hacía referencia Waters de un modo dominante y cosificador: él era el hombre que veía a las chicas bailar el “hoochie coochie”, cajón de sastre nominal para distintos tipos de bailes de cariz sexual del siglo XIX. Aunque, evidentemente, la rapera de Saint Louis no se conforma con la sugerencia de una danza del vientre y amplía la semántica de la jerga hacía lo que realmente parece hacer girar gran parte de su música: su coño. Aquel “My pussy precedes me” de SZA desprovisto de todo candor, de toda vulnerabilidad, en pos de lo explícito y del juego de palabras subidas de tono. Tiene cierta gracia, pues, que Sexyy Red se apodere de ese ardor masculino para escandalizar a todos aquellos que no pueden soportar escuchar la enésima repetición de la palabra “toto” en un tema de trap pero a los que, quizá, no les suponga problema alguno vitorear que tienen un cohete en el pantalón –siendo más complejo que eso, dejémoslo en que, en el fondo, estos neopuritanismos son tan esquizofrénicos como pendulares; tan patriarcales como wokes, si se quiere–.

Aunque, en verdad, este discurso solo interesa si las letras y la música acompañan. A favor de las guarradas, siempre y cuando no sean perezosas y traten de buscar el ingenio en el calentón, de divertir antes que incomodar. La relativamente breve carrera de Sexyy Red –impulsada al estrellato por Drake y, sobre todo, por la gran recepción crítica que obtuvo su segundo álbum, “Hood Hottest Princess” (2023); el año pasado apareció en el último disco de Tyler, The Creator, y recientemente ha intentado captar a un público más transversal a través de Bruno Mars– está llena tanto de metáforas sexuales delirantes como de versos obscenamente gráficos, pero en “Hoochie Coochie”, sobre un beat de piano con dejes sureños que cumple su funcionalidad de hit agresivo para el verano, parece más interesada en la reafirmación de su propia actitud –desafiante, confiada, ruidosa, festiva, sucia, divertida, dominante, gozosa, sin filtros– que de dejar una frase verdaderamente memorable. Tirando del más que cuestionable hilo visual que acompaña el single –caricaturesca tipografía asiática, qipaos de seda, sushi encima de la tabla giratoria de un restaurante chino–, esto es pescado muy crudo. Y si a la ecuación le sumamos que el videoclip lo ha dirigido una figura tan dudosa como DaBaby, la alerta por anisakis se dispara. ∎