El poder de la sencillez.
El poder de la sencillez.

En portada

Anna Andreu

“Mi ambición es que lo que me hace feliz forme parte de mi día a día”

Fotos: Jordi Vidal

25.02.2025
Tras los reivindicables “Els mals costums” y “La mida”, la cantante, guitarrista y compositora Anna Andreu presenta ahora el (aún) mejor “Vigília”, disco de melodías poderosas y letras misteriosas en torno a toda la vida que se puede dar en la nocturnidad. Hablamos con ella sobre sus métodos obsesivos, cómo es grabar con un bebé de dos meses al lado y lo mucho que vale un refrán.

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R

evelada como parte del dúo Cálido Home, Anna Andreu ha desarrollado la mejor parte de su carrera en solitario, con un proyecto de canción pop en catalán que solo alcanza nuevas alturas en cada referencia. Al muy folk “El mals costums” (Hidden Track, 2020) le siguió el aún más medido “La mida” (Hidden Track, 2022), clara apuesta por una clase de composición en la que nada sobra y todo importa, como también suele gustar a su productor Jordi Matas (Ferran Palau, El Petit de Cal Eril), con quien repite ahora en “Vigília” (Hidden Track, 2025), otro disco de Anna Andreu en el que importa, y mucho, la participación de la batería y violinista Marina Arrufat, pareja de la artista, para más señas.

Andreu sigue fiel a los suyos, pero durante nuestra conversación me aseguró que está abierta a colaborar con otras personas, en parte por sentir finalmente que sus discos y su fiel grupo de fans no son producto solo de haber tenido esos grandes ayudantes, sino de su propio talento. De ser grande ella misma, digo desde aquí. Lo demuestra como nunca en “Vigília”, disco fascinante, adictivo, inagotable, esto último sobre todo porque Andreu entiende que sin misterio no puede existir belleza. En nuestra charla estuvo franca y reveladora sobre sus intenciones, sus métodos (la inspiración que surge de ponerse límites a uno mismo) o su inspiradora filosofía profesional.

“No té nom”, vídeo realizado por Jordi Martínez.

Según me han contado –y, bueno, como ella misma ha mostrado en Instagram, con el orgullo más lógico del mundo–, acabáis de estrenaros en la maternidad. ¿Cómo afectó al nuevo disco, a su composición o grabación, el hecho de estar esperando un niño?

Empecé a componer el disco antes de acabar la gira de “La mida”, pero el grueso del trabajo lo hice durante el embarazo de Marina. Eso sí, a veces puedo tirar de ideas muy antiguas. Soy muy hormiguita. Escribo muchas ideas en un folio o donde sea y puede que en ese momento no vayan a ninguna parte, pero más adelante me rescatan de momentos de bloqueo. Miro una libreta y veo que ese día estaba muy desinhibida a la hora de componer. De golpe, hay ideas que me ayudan a desbloquear. Sobre la maternidad, en el fondo no sabía lo que era hasta que he sido madre realmente. Podía hacerme mil ideas antes de serlo, pero no estaba muy metida en el hecho de ser madre y era algo que no interfería a la hora de componer. Era más una sensación de espera, de vigilia, también, en el fondo. Grabamos las baterías antes de que naciera Ovidi, pero el resto del disco ya lo grabamos cuando él tenía dos meses. En principio lo teníamos que grabar todo antes, pero no pudimos por un inconveniente. Y registramos guitarra, voz, todo lo demás… Cuando él tenía dos meses. Eso fue muy fuerte. Grabábamos doce horas. Puede que estuviera a las dos de la madrugada haciendo tomas en directo, guitarra y voz, y estábamos totalmente destrozadas.

Yo diría que a veces se nota un poco en la voz, este cansancio. No es necesariamente algo malo.

Puede ser, puede ser. En algunas canciones creo que es porque está grabado en directo, y en otras porque creo que las canciones lo piden. En este disco canto mucho como canto en los directos. Está cantado poniendo de manifiesto lo humano de la voz. No está tan pensado, no es tan aséptico el sonido. Si se cuela por ahí una i que no debía decir, pero la toma mola, pues la toma mola y se queda.


“En este disco canto mucho como canto en los directos. Está cantado poniendo de manifiesto lo humano de la voz. No está tan pensado, no es tan aséptico el sonido. Si se cuela por ahí una i que no debía decir, pero la toma mola, pues la toma mola y se queda”



En comparación con tus anteriores discos, diría que tiene algo de más antiguo y ancestral, más de tradición folk. ¿Estás de acuerdo?

El primer disco era muy de búsqueda, de ver qué estamos haciendo. Aquí ya hay una certeza de que lo importante es la canción. Y supongo que lo que se nota es eso, que la canción aguanta por sí sola. Le puedes poner sintes, le puedes poner un coro ruso, si quieres, pero si le quitas todo, la canción aguanta por sí sola. Está hecha para ser cantada y ser recordada. Lo esencial es la canción. La producción que le hemos buscado después no la desvirtúa. La canción sigue siendo una entidad en sí misma.

Parece como la cumbre, al menos hasta ahora, de un proceso que llevas trabajando desde el principio: la composición como vaciar y vaciar y buscar una especie de orden perfecto de muy pocos elementos.

¡Eso es la pesadilla! (sonríe). Son pocos elementos y la idea es intentar que lo que hace cada uno sea imprescindible. Es verdad que a la canción le puedes quitar la batería y aguantará, pero tampoco es que sean baterías virtuosas. Todo va siempre en pro de la canción. Lo mismo con las letras. Soy poco productiva porque le doy muchas vueltas a todo, repaso mucho las cosas. Puede que una frase me guste mucho, pero si no queda bien, se queda fuera. Después, a veces, hago una canción a medida para que pueda aparecer esa frase. Puede ser algo realmente obsesivo. Casi nunca parto de una idea al hacer una canción; tengo unos ciertos elementos y yo misma voy descubriendo la idea que hay detrás. Así acabo descubriendo paisajes que de otra forma quizá no podría.

Las limitaciones, en el fondo, son fantásticas para encontrar un foco.

Hice unas charlas en el CaixaForum en las que debía explicar un poco cómo hago las cosas. Y a base de ir hablando y explicando he aprendido un poco cómo trabajo. No soy nada metódica, no tengo formación académica… Mi manera de hacer es bastante intuitiva. Y yo decía: “Si tengo una bicicleta con el manillar torcido, puedo pensar que, ostras, no me dejará coger el camino que quiero, porque siempre se me irá en una dirección que no controlo”. Hablaba de esto en el caso de la rima, algo que siempre te limita: de todas las palabras que podrías usar, puedes usar un dos por ciento. Eso parece una limitación, pero en el fondo me lleva a lugares a los que no habría llegado por mí misma si no tuviera esta restricción y este manillar jodido que me lleva en una dirección a la que yo no tenía interés específico en ir.

Una voz poderosa.
Una voz poderosa.


El escritor Marlon James, autor de “Breve historia de siete asesinatos” o “Leopardo Negro, Lobo Rojo”, habla de escribir historias como de resolver casos.

Para mí componer es como solucionar un problema. Por ejemplo, en este disco el tema “Sencera” partió simplemente de esta escena: “Duia un ciri a cada mà i regalimant la cera” (“Llevaba un  cirio en cada mano y goteando la cera“). Yo quería hacer una canción para eso. De modo que necesitaba envolver esta escena y que tuviera sentido. ¿Cómo llego a esa escena? ¿Cómo puedo describirla de la forma más estética posible y que al mismo tiempo pueda ser cantada? Que no sea incómodo de cantar, que la palabra tenga el peso justo en la canción.

Con esa manía de depurar, ¿cómo llevas que ahora a los artistas se os exija estar presentes e ir lanzando cosas nuevas todo el tiempo?

De alguna manera, nunca he sido una persona muy impulsiva. Le doy muchas vueltas a todo. Es solo una manera más de hacer. Sé que en el momento actual se pide otra cosa, se nos empuja hacia el más, pero a mí no me sale producir por producir, ni consumir por consumir. Estaba mucho más conectada a la actualidad musical hace diez años. Ahora, antes de ahogarme con el algoritmo, me quedo un poco en tierra. No sé escuchar música así. A partir de ser madre, por suerte o por desgracia, he estado escuchando las mismas cuatro canciones durante siete meses. A nuestro hijo le tranquilizan mucho las cuatro que abren “Bright Future”, el disco de Adrianne Lenker. De repente escucho cosas que no había escuchado; descubro una línea en la que no me había fijado, veo decisiones que se han tomado… Si solo las hubiera oído dos días, nunca habría llegado a detectar todo eso. Por otro lado, la música que hago requiere un estudio de grabación y eso significa mucho dinero y mucho tiempo. Una productividad mayor tampoco sería sostenible en mi caso. Y a mí estar en el estudio no me gusta especialmente. A mí lo que me gusta es cantar y tocar. Para mí, grabar las canciones es un poco lo que he de hacer para poderlas cantar después. Las grabas de una manera y de todas las maneras has elegido una y se queda así. Pero no, una canción no es algo inamovible, sino que sigue cambiando a lo largo de los conciertos en los que la canto. Para mí donde se materializa la canción es en el escenario y en el recuerdo que eso deja en el oyente, en el directo.


“El caso de la rima es algo que siempre te limita: de todas las palabras que podrías usar, puedes usar un dos por ciento. Eso parece una limitación, pero en el fondo me lleva a lugares a los que no habría llegado por mí misma si no tuviera esta restricción”



Eres muy fiel a tus colaboradores, y una vez más aquí encontramos a Marina Arrufat y a Jordi Matas. Si algo no está roto, mejor no arreglarlo, ¿no?

Estoy abierta a trabajar con otras personas. Al final vas ganando seguridad. Cuando comencé, me decía que el disco ha quedado bien porque me han ayudado. Pero no, las canciones las había hecho yo. Y eso no lo he visto hasta relativamente poco. Me siento más segura de las decisiones que tomo. En esta ocasión era difícil grabar un disco con un bebé de dos meses, así que lo grabamos con un muy buen amigo. Marina es mi pareja, también, y mi mayor ambición es que lo que me hace feliz forme parte de mi día a día, de mi cotidianidad.

¿Puedes hablarme también de tu trabajo con otra colaboradora habitual, Sílvia Poch, autora de la fantástica foto de portada?

La hicimos en el Pirineo. Estoy muy contenta. Teníamos una idea de cómo debía salir en la foto, todo muy bien planeado, pero al final nos quedamos con la foto más freak y más de impasse. Encontrar la imagen que buscas sirve para depurar tu idea general del disco. Lo veo como un personaje que vaga, un poco huyendo del sueño por las montañas. Queríamos huir de una idea bucólica; es más una imagen de terror.

La novedad aquí es Mar Pujol, quien te acompaña en “Turons”. En mi opinión hizo el mejor disco nacional del año pasado, “Cançons de rebost”. ¿Cuál es vuestra conexión?

La conocimos porque Matas nos dijo “mirad, estoy grabando a Mar”. Nos puso un fragmento de lo que estaban haciendo y nos encantó. Se veía fácilmente que Mar tenía una forma de hacer muy honesta. Como además somos las dos de Hidden Track, nos acabamos conociendo. Siempre que nos veíamos, terminábamos cantando. Qué buen síntoma, ¿no? Me pareció natural proponerle un tema para cantar juntas. En lo musical, Mar me gusta mucho, pero me gusta mucho también quién es Mar. Y lo claro que tiene quién es y qué quiere hacer. Y esta manera tan genuina de acercarse a la música, sin tanto ruido.

“Turons” feat. Mar Pujol: vídeo con diseño gráfico de Ignasi Àvila.

Según le contaste a Jordi Bianciotto en ‘El Periódico’, cuando cambiaste del inglés al catalán tenías miedo de sonar demasiado azucarada, y pensaste que estaría bien combinar melodías dulces con palabras oscuras. Aquí hay bastante de eso, como la “navalla” de “La navalla”, la “mesquina” de “Sencera” o, sobre todo, el “imbècil” de “Turons”, la canción que compartes con Mar Pujol.

Se trata de buscar contrapesos. En algún momento ha de aparecer la oscuridad. Es algo que me gusta escuchar, también. Cuando oigo a Mark Lanegan cantar una canción preciosa con esa voz tan ronca que tiene me resulta muy bonito. Es como buscar el dolor en la belleza o la amargura en las cosas bonitas.

Y separar sensibilidad de sensiblería.

No quiere decir lo mismo, no. Y a mí me lo hace todo más interesante a la hora de resolver el problema de la canción. En “Sencera” salen “flor” y “germina”, pero también salen “mesquina”, “enverina”, “espina” y todo lo que conlleva. Si la belleza no comporta dolor es muy difícil que te impacte por sí sola. Y necesito que mis canciones me sigan interesando después de mucho tiempo. Si tengo la suerte de poder cantar cien veces estas canciones, que puedan seguir teniendo algún misterio para mí.

La coda instrumental de “Turons” es un momento enigmático, desde luego.

De repente, Matas empezó a tocar la batería y vimos que quedaba bien. Después buscamos un sintetizador. La distorsión que oímos son voces grabadas en la escalera del Teatre de ca l’Eril (Guissona, Lleida), con toda esa reverberación. Queríamos que en algún momento pudieses relajarte como oyente y que no hubiese siempre el peso de la palabra.

Las palabras justas.
Las palabras justas.


Las letras tienen una ambición claramente poética. Se leen muy bien sin la música. ¿Lees poesía? ¿Crees que ha sido determinante en tu forma de entender la canción?

Nunca he leído poesía, pero sí que he escuchado poesía musicada de pequeña. También escuchaba canciones griegas y me quedaba más con el ritmo de las palabras o la métrica que con el significado. Por eso hoy en día me interesa que las palabras caminen. Aunque me guste mucho una palabra, si me entorpece el hecho de cantarla, no la pondré. Es una de las principales autolimitaciones que me impongo: me puede gustar mucho “inexplicable”, pero igual no me gusta cómo suena. Sí que intento siempre decir “si yo tengo esta canción y le quito la música, ¿queda algo que me interese? Y si le quito la letra, ¿queda algo que me interese?”. Son dos cosas que deben estar unidas, pero siempre quiero que la letra funcione como poesía y que la música funcione por sí sola. Trato de cuidar las cosas. Luego viene el trabajo de orfebrería de que todo encaje bien. Es algo menos romántico de lo que parece (ríe). No es decir “guau, estoy creando”, es más solucionar problemas. Si esta sílaba me sobra, he de buscar otra palabra, pero entonces me voy a otra canción y… En fin. Bueno, es divertido.

Hay dos cosas que te atraen mucho: la metáfora y el refrán. Estos últimos parecen a veces de creación propia.

Eso es guay, ¿no? Como si fuese un ejercicio de “invéntate un refrán posible, plausible”. Lo que me gusta mucho también es coger una metáfora y después matarla. En una de las primeras canciones que compuse, “La riuada”, canto “I sembla mentida que amb peus de plom, m’acosti a la riba i al llim del fons”. Todos sabemos que “amb peus de plom” quiere decir ir con cuidado. Pero si te acercas a un río con pies literalmente de plomo, estás corriendo un peligro muy grande, porque pesas mucho y te hundirás. Mi idea era presentar la metáfora conocida, pero después llevarla a lo literal… A mí con esa clase de cosas, el cerebro me da quiebros que me resultan placenteros. Las metáforas dicen mucho del ser humano, igual que los refranes, que son sabiduría. Son una sabiduría que ahora es imposible que aprendamos, porque estamos poco en contacto con las cosas más básicas.


“Las metáforas dicen mucho del ser humano, igual que los refranes, que son sabiduría. Son una sabiduría que ahora es imposible que aprendamos, porque estamos poco en contacto con las cosas más básicas”



También sueles componer canciones que parecen dirigidas a alguna persona en concreto. ¿Te resulta más fácil inspirarte así, como si estuvieses escribiendo cartas que hacía tiempo que debías escribir, por un motivo u otro?

Generalmente es un personaje poco concreto, que podría ser cualquiera que escuche. Y cualquiera que escuche quizá tenga también a un personaje así en su cabeza. Lo que hago es hablarme a mí misma o me quejo al mundo. Sobre todo, es una manera de abrir camino a la hora de componer.

“Any natural”, última canción del disco, remite mucho más claramente al material pop-rock de “Els mals costums” y “La mida”. ¿Cierras un círculo y vuelves al principio?

Es una canción muy agradable de tocar. Se ha de cantar con flow. Quería que fuese una cosa un poco más desenfadada, con un poco más de groove. Pensaba que a mitad del disco igual despistaba, que era una canción muy de clausura, que además acaba con la voz como marchando de una habitación. Acabo la canción con un “naraná”, en plan “me estoy pirando, se está acabando el disco”. Me parecía una buena opción para acabar sin tanta gravedad. En plan “todo lo que he dicho, horrible todo, pero bueno, me voy tarareando”. ∎

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