Aprovechando la festividad de Halloween, Bad Bunny desenfundó un nuevo clip con el que mantener el buzz a tope. El rapero vuelve a confiar en Stillz para perfeccionar la nueva añadidura visual a su cacareado último lanzamiento.

El cantante puertorriqueño sigue apostando decididamente por el formato del videoclip para expandir su marca musical. Si en la anterior producción, “MONACO”, alardeaba de billeteras, conexiones con leyendas de Hollywood y del ego propio de una deidad, en este nuevo traslado a imágenes de su celebrado “nadie sabe lo que va a pasar mañana” (2023) repite con su escudero Stillz –asentado como pieza angular del entramado visual contemporáneo– para embellecer otro visual a la altura de su estatus dominante.

En esta ocasión, en lugar de Al Pacino, consigue alistar al actor Steve Buscemi, quien interpreta a un mad scientist que crea una criatura –el propio Bad Bunny– dispuesta a embarcarse en un viaje con más oscuros que claros donde la muerte irrumpe como pareja de baile. La pieza funciona como un catálogo referencial cinematográfico, imbuida de la estética en blanco y negro del expresionismo alemán y bajo la incontinencia del mash up visual.

Así, no resulta complicado identificar en este juego referencial pasajes y figuras icónicas del género de terror cinematográfico como “El gabinete del doctor Caligari” (Robert Wiene, 1920) y “Nosferatu, el vampiro” (F.W. Murnau, 1922), las dos fuentes centrales para la construcción de su universo visual. También el mito de Frankenstein y sus múltiples acercamientos desde el celuloide, el cine zombi que popularizó George A. Romero o incluso “Psicosis” (Alfred Hitchcock, 1960). Un amalgama de referencias y homenajes explícitos edificados mediante un diseño de producción, arte y una dirección de foto sobresalientes. Todo ello apuntalado por una simbología visual religiosa que subraya el sentido de las letras y no pierde la ocasión de lanzar algún recado a la Iglesia y al catolicismo. Como broche final, un notorio número musical en que “el conejo” asume sus pecados para entregarse a un baile con los no-muertos.

Y, como ya ocurría en la anterior pieza, Don Benito se guarda el epílogo a solas con el actor hollywoodiense reclutado. En este caso, el personaje interpretado por Buscemi, quien le advierte de la crueldad que le espera a una marioneta –otra de las simbologías utilizadas en modo autorreferencial– dispuesta a devorar, pero también a ser devorada, cuando salga al mundo exterior. ∎