¿Quién no ha soñado alguna vez con degustar el arte de uno de sus artistas favoritos presentándose en un rincón de alguno de esos espacios considerados Patrimonio de la Humanidad? Sin duda, el complejo monumental de la Alhambra es de los más reconocibles, tanto por sus jardines como por el Palacio de Carlos V, además de por el Generalife. Desde el disco-documental “Morente sueña la Alhambra” (2005), de Enrique Morente, han actuado allí artistas como Loreena McKennitt –al año siguiente de aquel capricho del patriarca flamenco, vecino del cercano barrio del Albaicín– o Bob Dylan en junio de este 2023, pasando por el siempre sobrado Rufus Wainwright y por otros héroes granaínos como Los Planetas o 091.
En este caso todo sucede en el Teatro del Generalife, que al anochecer no es tan espectacular como uno pudiera imaginarse, aunque en la página web del patronato que lo gestiona lo describen así: “El escenario se configura con pantallas naturales de cipreses, ofreciendo un fondo permanente y característico, único en la escenografía contemporánea”. Cierto es que la hilera de árboles que sirve de telón de fondo iluminados de rojo granada pudiera ser suficiente. O al menos lo sería cuando la atención recayese en la escena y no en el cielo. He aquí lo incomprensible en el primero de los tres conciertos por España en esta gira de Elvis Costello, mano a mano junto a su gran amigo Steve Nieve, miembro de The Attractions –su primera banda de acompañamiento– y pianista favorito desde "My Aim Is True" (1977), disco de debut bajo el nombre por el que reconocemos al prolífico songwriter.
La banda sonora que escuchamos prácticamente entera durante la espera, en la nublada noche del sábado, no podía ser otra que “Spanish Model” (2021), la irregular adaptación en español producida por Sebastian Krys de su segundo álbum, “This Year’s Model” (1978). Hasta que, cuando pasaban los segundos “cinco minutos para comenzar el espectáculo”, un swing de Jimmie Lunceford & His Orchestra dio entrada al par de sonrientes músicos. Elegantemente vestidos, sin mostrar la menor preocupación y bien dispuestos para hacer disfrutar a los asistentes.
A la izquierda del público estaba reservada la butaca de Nieve, obviamente encajada en su instrumento. Y enfrente de él, todo preparado para Mr. Costello. Primero sentado a nuestra derecha, guitarra eléctrica en ristre y manejando el sampler –el único aparato electrónico que, aún sin saberlo, escucharíamos durante la breve velada– que disparó el fragmento inicial de cinco segundos de la canción “Un bacio è troppo poco” con la voz de Mina repetida durante los casi ocho minutos de “When I Was Cruel No. 2”. También sería la única oportunidad de ver a Nieve soplar la melódica.
Las primeras gotas de lluvia parecieron haber estado esperando justamente a que Costello saludase al respetable quitándose el sombrero. Continuando con lo planificado, se levantó para aproximarse al pianoforte y hacer “Talking In The Dark”, agarrado al pie de uno de sus tres llamativos micrófonos de condensador modelo Josephine de Ear Trumpet Labs. Durante el minuto que ampliaron la cola instrumental, los pipas comenzaron a recoger la mayoría del backline y los tramoyistas montaron un par de carpas sobre todo lo restante. “Buenas tardes, señoras y señores. Esperemos que cese de llover porque teníamos ganas de estar aquí con vosotros”. Una vez protegidos ambos, comenzaron a tocar “Shot With His Own Gun” hasta que se cortó el sonido y comenzaron los disgustos.
La lluvia provocó la estampida del público –desprovisto del utensilio portátil para resguardarse no por confiado, sino por haber sido obligado a depositarlo en la consigna de acceso– en busca de una inexistente zona a cubierto. Tras tres minutos de pausa y escaso remiendo técnico, ante la prevista adversidad climatológica, aparentemente imprevista por parte de la producción, debió parecerles oportuno no reintentar el tema anterior ni continuar con la programada “Still”, sino adelantar, a capela, la profética “Accidents Will Happen”. Mientras, el público hidrófugo y el heroico iba entendiendo que guardando silencio se escucharía algo de lo proveniente del cuadro iluminado con un único cañón de luz frontal. “¡Buenas de nuevo! ¿Cómo estáis? Nosotros intentando hacer una especie de show para vosotros, pero hasta que la lluvia pare del todo o reinicie fuerte solamente podremos tocar canciones a piano y con este micrófono”. Así, saltaron hasta la profunda “Deep Dark Truthful Mirror” enlazándola con “Everyday I Write The Book” –aún más lenta que la versión Memphis Magnetic– al tiempo que el cantante esgrimía, sin más intención que la empatía, su paraguas abierto.
“Tengo una canción para ti, Steve, aunque ya no tengas conectado tu sintetizador”, dijo a su escudero mientras él mismo se colgaba la guitarra acústica para entonar “Waiting For The End Of The World”. Y tras ella, quitándose el sombrero definitivamente, nos contó: “Siento no hablar ninguna lengua, incluso no estoy seguro de pronunciar bien el inglés. Esta noche hemos tenido todo tipo de sorpresas, como por ejemplo llegar a este maravilloso lugar donde al parecer no había llovido desde hace trescientos días para que ahora se ponga a hacerlo. Yo voy a intentar no tomármelo personalmente. A propósito, esta canción que vamos a tocaros ahora fue compuesta principalmente en Andalucía, a modo de poema erótico sobre la comida. A mi padre, que hablaba vuestro idioma, un amigo le preguntó: ‘¿Dónde has aprendido el español?’. A lo que él le respondió: ‘En la cama…’. En la cama del amor, es lo que creo. La cantaré para nosotros dos”. Así, una desnuda “Tart”, de ambiguo título, cobró mayor significado. “Almost Blue”, su estándar de jazz fechado el 2 de julio de 1982, sonó con una solemnidad tan evidente que el siguiente aviso ya no podía contener esperanza alguna: “Dadnos diez minutos porque viene una tormenta eléctrica y es posible que no sea seguro. Después quisiéramos continuar con esto, porque nos estamos divirtiendo mucho, incluso más que con el espectáculo original. Esperadnos, si creéis que podéis hacerlo, porque tenemos bastantes canciones previstas. Muchas gracias”.
Al pasar el tiempo de rigor anunciaron que el concierto debía ser suspendido definitivamente, tras unos cuarenta minutos de música. Mientras desalojábamos, con alguna lágrima mezclada con agua bendita de lluvia en los ojos y con cierto aroma a petricor, la voz de Elvis Costello sonó por última vez en nuestros oídos. Pero era un audio grabado en el que se disculpaba por la cancelación del programa, pues se trataba de velar por la seguridad de todos, y en el que aseguraba que espera volver a vernos. A lo que su compi contribuyó diciendo lo mucho que lo sentían. ¿Y si…?, cabe preguntarse. Seguramente la sensación hubiera sido positiva, no con gusto a decepción. ∎
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