El regreso de Heavenly tres décadas después bañó de excepcionalidad la segunda fiesta de presentación del próximo Madrid Popfest el pasado 27 de enero en la sala Galileo Galilei de la capital, en una celebración comunitaria, feliz y pertinente del mejor indie pop, también con las contribuciones de Would-Be-Goods y Neleonard.
La sensación de acontecimiento inminente fue creciendo exponencialmente en los días previos. No solo porque el Madrid Popfest se había marcado un puntazo anunciando para su segunda fiesta de presentación del festival –la primera fue el 4 de noviembre en la sala Maravillas con Model Shop, Miss España y Buenatarde– que tendrá lugar en marzo el reencuentro de Heavenly, en uno de sus contadísimos conciertos desde su reunión, con su público quizá más fiel y entusiasta, treinta años después del legendario concierto en la sala Maravillas; también por revivir aquel momento dorado del indie pop de los primeros noventa, y comprobar qué queda de todo aquel fervor juvenil cuando artistas y público están ya en los 50 años de edad.
Además el cartel se completaba con otra delicatessen del pop británico de finales de los ochenta con liderazgo femenino, Would-Be-Goods, y la comparecencia de los barceloneses Neleonard en un ámbito “que siempre nos ha tratado muy bien”.
La expectación venía acompañada de ciertos temores: ¿sería una noche de nostalgia desubicada?, ¿tendría la reunión de Heavenly el regusto de los sueños imposibles?, ¿tocarían consistentemente esos himnos de juventud? Deberían haber estado disipadas de antemano esas prevenciones: Amelia Fletcher y Rob Pursey no han parado desde sus inicios en los ochenta –con Talulah Gosh– de crear su música en distintas etapas, con diferentes planteamientos en variopintas bandas, hasta la actualidad con Swansea Sound. Heavenly es solo una etapa de ese recorrido infalible, siempre inventivo, con una diversidad de matices muy superior a lo que pueda parecer, y con una coherencia total en creatividad musical y en actitud de autogestión, verdadera independencia y una contestación política y socioeconómica que se ha hecho más incisiva y mordaz en la madurez.
Así que con esta reunión de la formación original (con Ian Button sustituyendo al fallecido batería Mathew Fletcher una vez superado el largo tiempo de duelo) no tenían que justificar nada, solo plantarse ahí para demostrar el poder de lo que han creado, unas canciones, una actitud, un compromiso personal con sus seguidores, un verdadero tratado de melodías felices que si en su momento podían parecer simplemente alegres e intrascendentes, ahora se revelan como una arquitectura pop muy elaborada, con estructuras y armonías vocales que rebasan todos los tópicos y sambenitos en que se les ha encuadrado, de permanente frescura y vitalidad, pura emoción atemporal. Déjate de nostalgias.
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