Algún acople en el micro durante los primeros compases hizo temer que el concierto de Kelela, en el escenario Plenitude, atravesara los mismos problemas de sonido que experimentó en Barcelona, pero pronto se disipó cualquier duda. El masaje de los bajos, quirúrgicos en su dilución, iba invitando al trance mientras su voz servía como guía a través de los temas de
“Raven” (2023), su último y excelente trabajo. Y te ibas introduciendo con suavidad en un show minimalista en el que ella ejerce como única protagonista, vestida de senadora de Coruscant, dibujándose sinuosa sobre la pantalla trasera entre abstracciones psicodélicas y fundidos de color. Va haciendo salidas teatrales e invoca la idea de un club introspectivo, fundiendo en una misma nebulosa drum’n’bass, jungle, chill, trance, bass, IDM y prácticamente todas las sutilezas
clubber que se le ocurran a la de Washington D.C. solo para hacer perderse en ella, como quien se pierde en la profundidad de un espeso bosque, todos los matices de su voz. Y mientras, recorriendo sus canciones como insectos mecánicos, como pajarillos batiendo sus alitas de hierro, pequeños
glitches a veces apenas perceptibles. Al final, con “All The Way Down”, un preciosa tormenta de
beats estalla en el espacio entre moléculas vocales, en una irrepetible tensión armónica. Y Kelela se marcha emocionada y seguramente consciente de que este de Madrid ha sido, hasta ahora, su mejor concierto en el Primavera Sound.
Diego Rubio