Depeche Mode: Dave Gahan, el divo. Foto: Marta Vilardell
Depeche Mode: Dave Gahan, el divo. Foto: Marta Vilardell

Festival

Primavera Sound (2 de junio): fuego en la noche

En el pack de la segunda jornada, el Fòrum barcelonés se inundó de hedonismo bailable y de ruido atronador, de cenefas delicadas, proclamas contestatarias y leyendas exhibiendo legado y reivindicando presente. Contrastes enfilando autopistas de nostalgia, presente y futuro.

03. 06. 2023

Avalon Emerson & The Charm

Avalon Emerson & The Charm, el grupo de la DJ y productora americana Avalon Emerson, presentó su precioso primer disco en el escenario Ron Brugal, en una de las pocas fechas que protagoniza en territorio europeo esta temporada. Pese a la escasez de volumen y el parloteo constante de los menos concentrados, ofrecieron un bonito concierto de bases pregrabadas, guitarra, bajo y chelo electrónico. Además de ser una de las DJs jóvenes más activas del momento, Emerson mostró tener una linda voz, encanto como frontwoman y la capacidad de producir contagiosos temas pop. Tamara G. Cascales

El encanto de Avalon. Foto: Marina Tomàs
El encanto de Avalon. Foto: Marina Tomàs

Carlota Flâneur

Carlota Flâneur es un amor. Imposible no enamorarse de ella. Ayer caímos rendidos a sus pies un poquitín más en el escenario Amazon Music. Y eso que la cantante y compositora catalana tuvo la siempre desagradecida labor de poner las primeras notas a la tarde. Autora de un pop dulce como el algodón de azúcar, llegaba al festival para presentar su primer elepé, “Uncertainty” (2022), un disco de melodías juguetonas que te atrapan como ratoneras. Lástima de disponer de tan poco tiempo para tantas buenas canciones. Oriol Rodríguez

Carlota Flâneur: pop de algodón. Foto: Òscar Giralt
Carlota Flâneur: pop de algodón. Foto: Òscar Giralt

Cavetown

El despliegue en directo de Rob Skinner concuerda con las virtudes que le han popularizado en las redes. De figura frágil, menuda y cálida, se hace querer enseguida, sobre todo por su gran olfato pop, incluso en clave cuarteto de rock. Melodías sencillas, estribillos de diez –pero camuflados– y vulnerabilidad entrañable. Ninguno de los presentes en el escenario Ron Brugal se arrepintió –mientras coreaban “Fall In Love With A Girl” y “Frog” o se desmelenaban en el cierre con “Devil Town”– por no haber elegido el concierto de The Delgados o el de Japanese Breakfast en su lugar. David S. Mordoh

Cavetown: entrañable. Foto: Òscar Giralt
Cavetown: entrañable. Foto: Òscar Giralt

Daphni

El cierre de la segunda jornada de Primavera Sound en Barcelona fue un poco rave a la vez en todas partes. Entre el incendio de un foco que retrasó la sesión de Skrillex hasta bien entrada la madrugada, el Fabrik que tenían armado VTSS y LSDXOXO o el house stripper de Channel Tres –sin contar garage (Stone Island At The Warehouse) o Boiler Room–, no sabía uno muy bien de dónde salían los bombos ni dónde meterse. Pero de entre todos ellos el que destacó, sorprendentemente –o no–, fue Daphni. Adaptado al contexto –un escenario Pull & Bear que se está confirmando como centro neurálgico del espíritu parkinero– y con algo de retraso debido a los reajustes de última hora, el alter ego DJ de Dan Snaith-Caribou entró pronto en materia después de un arranque más impresionista y delicado en el que los protagonistas fueron los temas de su trabajo más reciente. Supo transicionar con inteligencia hacia un house soulero, caminando sobre bases distorsionadas y rindiendo constante pleitesía a la bass music, hilando con pop momentos de jungle o electro y poniendo a debatir intensos bombos con sintes luministas, convocando una efervescente sampledelia techno. Y para terminar, con el saludo de otro días más nublado, viró hacia el break progresivo acercándose a una versión alucinada de Bicep y dejó un guiño a Four Tet con su sutil remix de “Dream Baby Dream” de Bruce Springsteen, una rara versión de los pioneros del rock electrónico Suicide. Un reflejo de lo que representa en sí mismo el Primavera Sound: cerrar círculos, unir líneas de puntos. Diego Rubio

Daphni: Dan Snaith y su ensalada sintética. Foto: Óscar García
Daphni: Dan Snaith y su ensalada sintética. Foto: Óscar García

Depeche Mode

Alguno con mala bilis habrá acuñado aquello de que Depeche Mode eran “los Rolling Stones del siglo XXI”, pero bien que acertó. O a lo mejor era un halago y, qué decir, también dio en la diana. Para muestra, su incontestable show en el escenario Santander. En tiempos en que Adam Levine baila más como Jagger que el mismísimo, ahí está Dave Gahan humillando al personal con una vitalidad y voz sorprendentes. Ni hablar del repertorio creado por Martin Gore, resistente al tiempo e influencia directa en buena parte de lo visto este fin de semana en Barcelona. Pero hay diferencias. Jagger y Richards S.A. no iniciarían un pase festivalero defendiendo un último disco de tono sombrío como “Memento Mori” (2023). Y enarcarían las cejas ante este setlist de cocción lenta. “My Cosmos Is Mine” y “Wagging Tongue” sirvieron de suave recibimiento a los menos fieles, que llegaron sobre la hora y que tendrían que esperar hasta el final –bah, una buena cantidad se fue, porque la vida es corta y la atención, dispersa– para esa traca infartante conformada por “Enjoy The Silence”, “Just Can’t Get Enough”, “Never Let Me Down Again” y “Personal Jesus”. Así, seguidas y defendidas con solvencia junto a los fieles Peter Gordeno y Christian Eigner. ¿Sus Ronnie Wood y Darryl Jones, quizá? Jorge Acevedo

Depeche Mode: Gore & Gahan, himnos en la oscuridad. Foto: Marta Vilardell
Depeche Mode: Gore & Gahan, himnos en la oscuridad. Foto: Marta Vilardell

Four Tet

Al británico Four Tet, productor de referencia de las dos últimas décadas, le ha sobrevenido un impulso de fama gracias a sus colaboraciones con Fred again.. y Skrillex. Ha atraído a público más joven y, quizá motivado por ello, ofreció uno de sus sets más festivos hasta la fecha, al menos en esta parte de la geografía. Dejando de lado la sobriedad y delicadeza que también lo caracteriza, es el caso de los luminosos shows en colaboración con el artista visual Squidsoup, propuso un set hedonista adornado con ganchos festeros obvios, como cañones de confeti y bolas de goma que sobrevolaron al público. Mucha gente disfrutó frente a las tablas del escenario Amazon Music de estos accesorios a golpe de ovación. Y quienes no tanto al menos se pudieron agarrar a una constante del artista: esa artillería de valiosas producciones propias que recogen desde la contundencia del garage o el techno hasta sonidos sanadores e incluso paisajísticos. Pero como la cosa iba de celebrar, “School”, “Baby” o “Mango Feedback” se fundieron con “Only Human”, “Baby Again”, “Looking At Your Pager” y con guiños comerciales vía Taylor Swift y Selena Gomez. Tamara G. Cascales

Four Tet con gancho fiestero. Foto: Christian Bertrand
Four Tet con gancho fiestero. Foto: Christian Bertrand

Fred again..

¿Algo de retraso? El ego de Kendrick no tiene parangón. Mientras el rapero se explaya con diez minutos de más, no son pocos los que esperan escorados frente al escenario Santander, mirando de soslayo a ver cuándo termina el show del estadounidense. Los presentes se empiezan a inquietar, pero cuando aparece la sonrisa, emitida en pantalla, vía móvil –cómo no, así lo conocimos todos en el encierro–, el público pasa página. La demora queda en el olvido. Fred again.. tiene una relación especial con Barcelona; él mismo se encarga de recordarlo. Su visita la pasada edición fue de lo más celebrada. Para 2023, ha saltado a escenario y slot principales. Viene armado con su “querido Tony”, los cachivaches y sus fieles “I found you”, “we we’ll make it thru”... Esta vez todos juntos, no canción por canción. El productor ha hecho un popurrí de sus míticos mensajes de audio, como su buen amigo Skrillex le habrá enseñado: la fórmula del mashup funciona. En vez de construir las canciones respetando los pasajes emo de los discos, en vivo todo va junto: mezcla “Carlos (Makee It Thru)” con house, EDM o UK garage. Como dicta la última entrega de los “Actual Life”, la trilogía que lo dio conocer, el directo es para saltar. Y los momentos íntimos son ya testimoniales en sus recitales. Enseguida el bolo se homologa a un warm up. Samplea, por ejemplo, a Moderat o Underworld, transforma “Jungle” en un tema lanzadísimo. En “Turn On The Lights Again” él está espídico. Y el público, más. El Fred again.. de pulsos bajos es casi un recuerdo. La jugada es ahora más masiva (y repetitiva). La fuerza la busca por otros lares. Hacia el final regala un breve momento de su anterior yo en “Angie (i’ve been lost)”. Y hace recordar la magia del músico que llegaba a lo más profundo desde la palabra y no solo desde los bajos. Yeray S. Iborra

Fred again..: ¡Viva la vida! Foto: Marina Tomàs
Fred again..: ¡Viva la vida! Foto: Marina Tomàs

Gabriels

Como queriendo demostrar que es mucho más que un proyecto de estudio de dos productores al servicio de un cantante, Gabriels se presentó a lo grande en el escenario Plenitude: bajo, batería, dos teclistas, violín y tres voluminosas coristas de furioso rojo en línea con el monumental Jacob Lusk, con capa-abrigo tan espectacular como su garganta y su gracia. Una celebración de los cuerpos y las voces, en todos los rangos posibles, desbordados de soul y góspel, sexis y alegres y con un feeling totalmente contemporáneo. Muy hot. Ricardo Aldarondo

La celebracion de Gabriels. Foto: Òscar Giralt
La celebracion de Gabriels. Foto: Òscar Giralt

​​Israel Fernández

“Siempre canto como si fuera el último día de mi vida”. Quizá un poco exagerado, pero lo cierto es que Israel Fernández puso toda el alma en su cante. Un cante que habla un lenguaje propio, lejos de imitaciones “camaroneras”. Como también es dueño de su propio estilo el gran guitarrista Diego del Morao, con un toque muy contemporáneo, lejos también de posibles comparaciones con el de su padre, Moraíto Chico. Acompañados por los músicos de su espectáculo “Pura sangre” (Ané Carrasco con el cajón y los palmeros Marcos Carpio y Pirulo), recorrieron en el Auditori Santander la genealogía flamenca, destacando especialmente unas bulerías por las que se filtró una deliciosa brisa atlántica, unas seguiriyas de profundidad abisal y unos tientos que derivaron en tangos tras pasar por una cita a la jota de las siete canciones populares españolas de Falla. Sí, esas que dicen “porque no nos ven hablar dicen que no nos queremos”. También dijo Fernández que todo había sido improvisación. Porque ya se sabe que ensayar es de cobardes. Luis Lles

Israel Fernández: sentir flamenco. Foto: Jordi Vidal
Israel Fernández: sentir flamenco. Foto: Jordi Vidal

John Talabot

Es de sobras conocido que el barcelonés John Talabot, seudónimo de Oriol Riverola, brilla más en las carreras de fondo, donde sienta una base sobre la que comenzar, de manera suave y lineal, a construir su propia narrativa. Sus slots acostumbran a durar más de lo habitual, y anoche, teniendo dos horas de set anunciado, finalmente rebasó las tres. Construyendo primero una base firme de techno a bajos BPMs, fue ganando en velocidad, matices y energía de manera gradual. Con el final de uno de los conciertos de los escenarios grandes, el espacio Pull & Bear se llenó de danzantes como no lo había hecho hasta ese momento. Y estos aprovecharon los diversos sonidos electro, acid, house e incluso dance para satisfacer unas serias ganas de bailar. Tamara G. Cascales

John Talabot: alquimista del baile. Foto: Óscar García
John Talabot: alquimista del baile. Foto: Óscar García

Julia Holter

Hay cosas que no cambian. Placeres que no expiran. Julia Holter es uno de estos. Sus recitales son como sumergirse en aguas medicinales de las que uno sale recompuesto en espíritu y cuerpo. Transfusiones regeneradoras que modula mediante climas atmosféricos de sutileza sublime; microvariaciones de combustión progresiva. Acompañada de bajo, batería, sintetizador y con ella misma volcada en los teclados, la norteamericana fue ensanchando el embrujo. Cascadas hipnóticas que caían sobre la oscuridad de un Auditori Santander en parálisis temporal. Daba igual si buscaba el reflejo de John Cage, si le daba por tensiones eléctricas o por insinuar un encuentro de Trent Reznor con las atmósferas sintéticas de Vangelis, al final siempre sobresalía con su voz superdotada y su celestial envoltorio instrumental para masajear el área de Heschl. “Feel You” y “Silhouette” expusieron esa capacidad innata para abrumar. La bellísima “Betsy On The Roof” volvió a escenificar esa virtud suya por convertir los mínimos acordes en materia de alta expresividad. Cerró su apoteosis emocional con “I Shall Love 2”. La más avanzada sucesora del avant-pop y la folktrónica de Linda Perhacs demostró que el linaje resiste. Marc Muñoz

En el cielo de Julia Holter. Foto: Jordi Vidal
En el cielo de Julia Holter. Foto: Jordi Vidal

Julia Jacklin

Los miembros de la banda salieron uniformados con camisa blanca de oficina y pantalón negro a la tarima del Amazon Music, contrastando con el rojo intenso del vestido largo tipo “La casa de la pradera” de ella. Porque Julia se encuentra cómoda en su universo privado a caballo entre los sutiles matices folk de sus discos y la electricidad –aunque triste– de su guitarra en directo. Tras dos canciones, deja momentáneamente el escozor eléctrico por un pulso urbano más del tipo “Rumours” (1977), de Fleetwood Mac, en “Love, Try Not To Get To”, antes de reflexionar sobre el paso por una escuela católica en “Lydia Wears A Cross” y de encarar con intensidad especial “Turn Me Down”. Muy bien planteado en su secuenciación, el set va adquiriendo cuerpo con “I Was Neon” hasta ejecutar su baza ganadora con la ya clásica “Pressure To Party”. El álbum “Crushing” (2019) sigue conteniendo su material mejor resuelto en escena. David S. Mordoh

Julia Jacklin: folk y electricidad. Foto: Óscar García
Julia Jacklin: folk y electricidad. Foto: Óscar García

Lebanon Hanover

Está la noche fría y los presentes en el escenario Dice no se juntan para remediarlo. No es fácil. Entre el público se forman calvas. La gente abre pequeños espacios: pendulean, como un metrónomo, de un lado para otro. La culpa la tiene el ritmo insistente y punzante de Lebanon Hanover. No son hordas, pero sigue habiendo fieles del slot de revival post-punk del escenario al lado de las escaleras, bajo la placa fotovoltáica. El dúo radicado en Inglaterra no tiene la vitamina de otros competidores, dígase The Soft Moon, pero su hieratismo –y, en cuestión de segundos, ese movimiento abrupto-espasmódico– los hace atractivos. Magnéticos. “Grasias”, aventuran, escuetos, después de cuarenta y cinco minutos sin mediar palabra. Y otra vez ritmo sintético y un final más versátil, casi krautrock. ¿Quién dijo que era malo pasar un poco de frío? Yeray S. Iborra

Lebanon Hanover: post-punk magnético. Foto: Jordi Vidal
Lebanon Hanover: post-punk magnético. Foto: Jordi Vidal

Mura Masa

Poco importó que a la misma hora Fred again.. copara los desvelos de la concurrencia clubber que quería quemar zapatilla en masa ante el escenario Santander, multiplicando su parroquia del año pasado: cuando llegamos frente a la Boiler Room para bailar la selección preparada por el británico Alex Crossan (Mura Masa), había formada tal cola que acceder se hacía toda una odisea. Nos conformamos –que no es poco– con escucharlo a unos metros de distancia. Como suele ocurrir en estos casos, la versatilidad que deparan sus directos se torna minimalismo en su DJ set, anoche con guiños a la cultura ballroom (“Let It All Out”, de Mike Q), al hyperpop (“Boy’s A Liar Pt. 2”, de PinkPantheress), a la escuela de Berlín (“Burn The Witch” de LSDXOXO) o al hipnótico house multicultural de Yaeji (“Raingurl”). Gotones de sudor. Carlos Pérez de Ziriza

Mura Masa y su mapa multicultural. Foto: Marta Vilardell
Mura Masa y su mapa multicultural. Foto: Marta Vilardell

​​Nation Of Language

Tocar justo después de la apoteosis de Depeche Mode pudo haber dejado la actuación de Nation Of Language algo desangelada en el escenario Dice. Pero el trío de Brooklyn supo estirar el hilo synthpop hasta el otro lado del Fòrum, donde un nutrido auditorio se sumergió entusiasta en su intensidad neorromántica y de vuelos Kraftwerk. En un escenario limpio, descargaron su melancolía y desamparo con aire a revival de O.M.D., pero también con toques indie-dance más actuales, en especial en los cortes de su próximo álbum, como la juguetona “Weak In Your Light” y “Stumbling Still”. La contundente voz de Ian Devaney en los tonos agudos ahora también se sumerge inquietante en los registros graves, soportado por colchones más complejos de sintetizador –el de Aidan Noell– y contagiosas líneas de bajo. Histriónico, Devaney intercaló por momentos su frenético baile por la guitarra: “The Grey Commute”. Gran revuelo causó “On Division St” hasta llegar a la euforia in crescendo de “The Wall & I” y el cierre de “Across That Fine Line”, donde la guitarra dialogaba con el sintetizador. Susana Funes

Nation Of Language: melancolía y romanticismo. Foto: Marina Tomàs
Nation Of Language: melancolía y romanticismo. Foto: Marina Tomàs

Shellac

Hace un par de días, nos contó Bob Weston, se cumplió el trigésimo aniversario del primer concierto de los Shellac de Norteamérica: lo celebraron en el Dice con uno de los directos más memorables de su larga residencia en el festival. Poco queda por decir sobre los quirúrgicos espasmos guitarreros de Steve Albini, la muñeca implacable de Weston al bajo, las tenaces baquetas de Todd Trainer y las toneladas de grasa que lubrican las dinámicas en conjunto del trío: repasaron piezas ejemplares de su matemática aproximación al noise rock (“Squirrel Song” o “Compliant”) y selecciones de un nuevo álbum de próxima publicación, como “The Girl From Outside”, que trata –explicó Albini– sobre lo decepcionante que es ir a tu bar habitual y toparte con la triste noticia de que es noche de karaoke (y peor aún si la contaminan cantantes profesionales que están de gira, como al parecer hizo Céline Dion). Mágica fue la interpretación extendida de su clásico “End Of Radio”, con un agónico Albini improvisando letras sobre pódcasts y la célebre pantomima de Trainer paseándose, caja de batería en mano. La banda incluso tuvo tiempo para habladurías: interrogaron a un chicagüense que se hallaba entre el público sobre jingles publicitarios y abrieron, como en bolos de antaño, una breve sesión de preguntas y respuestas. Xavier Gaillard

Shellac: institución residente. Foto: Marta Vilardell
Shellac: institución residente. Foto: Marta Vilardell

Skrillex

En este mundo de categorizaciones rápidas para organizar la información, suponemos que Skrillex se lo pondrá difícil a los algoritmos de turno. Tocando muchísimos palos –la EDM, el dubstep o el trap– y llegando –porque ¿quién se lo impide?– al pop más descarado, Sonny Moore rebate el prejuicio de la uniformidad de la música electrónica desde el desprejuicio. Sagazmente programada tras la actuación de Fred again.. y motivando el primer despliegue de seguridad por el traslado masivo a los escenarios principales, la actuación del estadounidense no solo brindó un sólido espectáculo orientado a su material nuevo, sino que echó una mano al gremio periodístico. Sucede que, en plena faena, ardió una lona que cubría un panel de luces del escenario, lo que motivó un retraso de media hora, llevado con tranquilidad por los asistentes. Sí, al ritmo de “Make It Bun Dem” o “Scary Monsters And Nice Sprites”, Skrillex prendió fuego al escenario Estrella Damm. Gracias, Sonny, por el titular. Jorge Acevedo

Skrillex: quemando cromo. Foto: Jordi Vidal
Skrillex: quemando cromo. Foto: Jordi Vidal

Soul Glo

“No hay puta libertad alguna en los Estados Unidos”, repitió una vez y otra Pierce Jordan –contundente embajador de la furia antisistémica y la denuncia a la violencia estatal– en uno de los escasos momentos de respiro del bolo-descarga de la multirracial banda de Filadelfia sobre el escenario Plenitude. Digno heredero político-musical de los Bad Brains, aunque radicalizando el hardcore punk para adentrarse en el screamo (el agónico desgarre vocal de “Fucked Up If True”) y sustituyendo el reggae por el hip hop duro (“Driponomics”, que en directo fue muchísimo más ruidosa), Soul Glo es un grupo instantáneamente icónico: los devaneos por el escenario del carismático Jordan (cuyos berreos fueron víctima de un problema crónico en este festival: quedaron sepultados en la mezcla), las caras de agonía-éxtasis y púa acuchilladora del enloquecido guitarrista GG Guerra o la rotundidad del batería TJ Stevenson, que se pasó la mayor parte del concierto en calzoncillos rompiendo cuellos con sus severísimos cambios rítmicos. El pogo multitudinario que se formó desde el arranque devino puro caos con la pegadiza “Gold Chain Punk (whogonbeatmyass?)”, agresivamente coreada por el público y punto final a un compacto set de apenas treinta y cinco minutos. ¿Para qué más? Xavier Gaillard

Soul Glo: Pierce Jordan, embajador antisistema. Foto: Marta Vilardell
Soul Glo: Pierce Jordan, embajador antisistema. Foto: Marta Vilardell

Swans

Empezaron en el Auditori Santander con un drone que se convirtió en ciclón. Y luego en turbina de reactor. Michael Gira hacía girar su brazo y lo elevaba como un iluminado del ruido y el caos invocando a las fuerzas centrífugas. Y los cinco músicos que lo acompañaban respondían con un tornado de sonido metálico, hiriente, a un volumen brutal. Durante la primera media hora no hubo tregua. Luego tampoco. “I’m a stranger in your mirror”, proclamaba Gira en su letanía vociferante y acongojante. La slide guitar, nada de country aquí, era generadora de oleadas de un grito histérico, un ulular infernal. Swans presentaba su faceta más metálica, sobrecargada de agudos, que nos hizo añorar aquella otra actuación mucho más tribal de hace una década. Solo hubo un tema más rítmico y machacón. Y apenas dejó cinco minutos para sonidos acústicos con talante funerario. Hubo deserciones, claro, incluso salidas a ratos al pasillo para descansar los oídos. Pero Swans y sus fieles ni se inmutaron; es más, alargaron la descarga veinte minutos sobre el horario previsto. Sin piedad. Ricardo Aldarondo

Swans: Michael Gira en la hora del trueno. Foto: Óscar García
Swans: Michael Gira en la hora del trueno. Foto: Óscar García

The Beths

Estos alumnos aventajados del indie nos entregaron un concierto redondo en el escenario Dice. Canciones con arreglos inteligentes y originales hicieron disfrutar a la audiencia desde el más puro indie de “Future Me Hates Me” o “When You Know You Know” hasta aquellas más influenciadas por el rock clásico (“Whatever”) o el punk de este siglo (“Watching The Credits”). Pero lo que distingue el indie pop de The Beths, además de su talento interpretativo, son las ricas armonías vocales que por momentos nos recordaron a Brian Wilson. Daniel P. García

The Beths: indie pop redondo. Foto: Òscar Giralt
The Beths: indie pop redondo. Foto: Òscar Giralt

The Wedding Present

Con cuatro décadas en el cuerpo y canas ya sin ocultar, David Gedge aún no transforma su estriptis emocional en un baile de salón respetable. Por suerte, ahí siguen las guitarras afiladas y el exorcismo sentimental a toda máquina de The Wedding Present, sea en la alineación de turno y en el escenario que les toque. Da igual, si es que abrazado a su guitarra puede despachar “My Favourite Dress”, “Kennedy” o “Corduroy” con la anuencia de su acotado número de fieles. Enfrentado a la sobreoferta festivalera (y al menor interés en el indie canónico, reconozcamos), la actuación, en el Ron Brugal, del cuarteto atrajo solo a algunos cientos con DNI fechados, sin lugar a dudas, en el siglo pasado. Los mismos que, probablemente, han vivido ese festival B donde han pasado de The Delgados a Karate para terminar en el diván del Sr. Gedge. Atendiéndolo, claro, que tiene algún nuevo problema sentimental que contarnos. Jorge Acevedo

The Wedding Present: ADN guitarrero. Foto: Jordi Vidal
The Wedding Present: ADN guitarrero. Foto: Jordi Vidal

Velmondo

La funcionalidad al poder. Buenas cosas bien dispuestas, y a su hora. El registro optado por Arnau Obiols (compinche de John Talabot en Mioclono, multinstrumentista, batería en diversas formaciones y alma de Velmondo) para abrir el escenario Pull & Bear a primera hora de la tarde fue perfecto, acorde con su versatilidad como músico: cálido, sensual, acogedor. Adaptado al medio. De lo terrenal a lo etéreo. Del goteo de ritmo house con percusiones latinas al vuelo rasante de atmósferas que remitían al cosmic disco. Deep es la palabra. Carlos Pérez de Ziriza

Velmondo: de lo terrenal a lo etéreo. Foto: Jordi Vidal
Velmondo: de lo terrenal a lo etéreo. Foto: Jordi Vidal
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