Joel Gibb y Owen Pallett: Canadá pop. Foto: Jordi Vidal
Joel Gibb y Owen Pallett: Canadá pop. Foto: Jordi Vidal

Concierto

The Hidden Cameras y Owen Pallett, universos colindantes

Anoche la atención y admiración quedó repartida entre dos ilustres del indie canadiense. Por un lado, Joel Gibb, líder de The Hidden Cameras; por el otro, Owen Pallett. Recalaron en La Nau de Barcelona como primera parada de una gira compartida que hoy hace parada en Valencia y mañana en Madrid.

21. 03. 2023

Ayer costó dictaminar si había un protagonista de mayor calado en la velada diseñada por la promotora Houston Party. Difícil saber quién congregó más público en la sala, que registró una notable asistencia. A juzgar por el minutaje –y por el espacio reservado a cada uno en el desarrollo de la velada–, Owen Pallett se impuso a su compatriota Joel Gibb, principal representante de The Hidden Cameras. A juzgar por las sonrisas cómplices que desfilaban por la mesa de merchandising para comprar discos de la banda de Toronto y llevarse la firma estampada de su líder, la cosa volvía a nivelarse. Tanto da. La sensación es que cualquiera de los dos podía haber cubierto la parcela primordial de la noche, y que si ayer fue Owen Pallett quien adquirió ese compromiso, hoy en Valencia podría ser perfectamente a la inversa.

Sea como fuere, esta inusual gira compartida llegaba propiciada por la hermandad fraguada entre ambos músicos años atrás, cuando el multinstrumentista de Toronto ingresó como miembro de The Hidden Cameras. Más tarde Owen Pallett volaría en solitario, primero con su alias Final Fantasy y luego como ilustre colaborador de Arcade Fire, Beirut o The Last Shadow Puppets, como compositor de bandas sonoras –“Her” (Spike Jonze, 2014), al lado de Arcade Fire, o “Spaceship Earth” (Matt Wolf, 2020)– y como avezado músico en solitario.

La noche empezó con el guion inicialmente previsto intercambiado. Fue Joel Gibb, en solitario, el encargado de abrir fuego. Parapetado con un doble micro y su guitarra acústica, arrancó en un tono sostenido. Empezó agarrado a ese folk de intensidad moderada, sin necesidad de apoyarse en otros músicos, y con la batuta rítmica a través de los pedales. Desenfundó la guitarra para dar entrada a un sonido sintético en “Redemption”. Y lo hizo sin perder la envergadura magnética que había definido su show hasta entonces. Siguió profundizando en la música disco para invocar al espectro de Arthur Russell. Se revolcó incluso en el acid house antes de dar paso al escenario a Owen Pallett, media hora después de haber comenzado.

Joel Gibb, veinte años después del “The Smell Of Our Own” de The Hidden Cameras. Foto: Jordi Vidal
Joel Gibb, veinte años después del “The Smell Of Our Own” de The Hidden Cameras. Foto: Jordi Vidal

En su entrada, Pallett dio cobertura a su paisano con el violín –arpegiado o usando el arco– y cediendo en todo momento el foco, dispuesto a celebrar el vigésimo aniversario del estimado “The Smell Of Our Own” (2003). Circuló a través de este con “Boys Of Melody” y subió pistón con otro recuerdo de aquel disco, la infecciosa y revitalizante “Ban Marriage”. Pasaron también por la cara B de dicho single con “Fear Of Zine Failure” y, finalmente, el dúo se despidió con Owen Palllet agarrado a la acústica para dar lustre en “A Miracle”.

Había transcurrido una hora y aún quedaba todo el bloque de Owen Pallet en solitario. Si Joel Gibb se las valió durante media hora sin ayuda de nadie, su compañero de gira no sería menos. Combinando constantemente la guitarra con ese violín que forma parte de su silueta musical, Pallett fue adaptando la temperatura de la sala a su sensibilidad. Una con la que pronto silenció al personal. El músico canadiense se desenvolvió como capacitado hombre-orquesta, grabando loops con la guitarra y el violín, añadiendo capas con el instrumento a su mano, cantando e intercambiando parlamentos con el público; más parlanchín que su antecesor.

Acaparó toda la atención cuando desnaturalizó la ejecución académica del violín y lo transformó en algo singular mediante punteos e incluso imitando la ejecución de guitarra. Su repertorio basculó entre reliquias de ese pasado cifrado con el alias de Final Fantasy como “He Poos Clouds” o “The CN Tower Belongs To The Dead”, que presentó como la canción más antigua a la que podía recurrir.

Owen Pallett, el hombre del violín. Foto: Jordi Vidal
Owen Pallett, el hombre del violín. Foto: Jordi Vidal

A medida que el show fue avanzando, Pallett fue incidiendo en su perfil de pop barroco e incluso experimental. En “The Butcher” jugueteó de nuevo con las bases pregrabadas in situ que iba regulando con los pedales. También texturas rugosas, en una línea no muy alejada de Boards Of Canada, fueron condimentando el repertorio. En las pausas aprovechó para recordar que era su primer concierto en tres años, de ahí un supuesto nerviosismo que no hizo acto de presencia por ningún lado. Owen no desaprovechó la oportunidad de pronunciarse como gamer, recordando que se pasó la mayor parte del confinamiento abducido por el juego “Elden Ring”, antes de darse cuenta que el saldo bancario se acercaba a su fin. Esa faceta de entusiasta de los videojuegos se filtró en “The Passions”, con sonoridades que encajarían tanto en la banda sonora de un juego contemplativo al estilo de Team ICO o thatgamecompany como en un corte de clásico soundtrack.

También recurrió a ese álbum más cercano en la línea temporal, gestado durante el período de reclusión domiciliaria. Un “Island” (2020) del que interpretó dos temas seguidos. En “The Great Elsewhere” –de “Heartland” (2010)– hizo hincapié en su ejemplar y hermosa inventiva atmosférica, sin alterar ese dispositivo fijo de guitarra, violín y sonidos pregrabados dispensados con unos pedales apartados de la visión de su público.

Hasta se puso grunge en “Lewis Takes Off His Shirt”, con esa guitarra estridente poniendo punto y final a la velada. Regresaría para tocar un único tema en modo bis, “This Is The Dream Of Win And Regine”. No sabemos cómo es el sueño de los líderes de Arcade Fire, pero el de ayer dejó complacido a las dos hinchadas. Y quienes acudieron en nombre de ambas partes, deben seguir extasiados con estas dos horas y media de ofrenda sonora. ∎

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