Michael Gira ha vivido y vive la trayectoria de Swans como la entrega incondicional a una devoción artística para la que nunca han valido las medias tintas. Con todos sus pros (la excelencia) y sus contras (la inestabilidad económica durante muchísimos años), el esfuerzo titánico por mantener encendida la llama Swans fue lo que dio (y sigue dando: el 30 de mayo se publicará “Birthing”, el disco número 17 de su historia) valor y sentido a su existencia. Algo que queda claro leyendo las páginas de este libro, pormenorizado texto sobre el grupo que reafirma lo que ya intuíamos: Swans fueron/son el todo o la nada para Gira.
Porque Michael Gira tenía un objetivo sagrado ungido por él mismo. Y, contra viento y marea, lo llevó a la práctica. Pese a todos los pesares –y exponiendo su salud mental y física, y alterado su hábitat siempre que fuese necesario por el bien del grupo–, acomodó sus necesidades vitales a una autoimpuesta precarización que salvase y dignificase esa gran obra, siendo capaz de moldear una idea tan salvaje y fiera como adusta: la evolución del magmático mundo Swans, extensión –insisto– de su propia vida (es lo que se interpreta leyendo las dispares declaraciones cruzadas que desbordan estas 400 páginas).
Este magnífico libro del inglés Nick Soulsby (publicado en su versión inglesa en 2018, llegó a España a finales de 2024; traducción de Carlos M. Pla), autor de otros títulos “oscuros” sobre Coil, Lydia Lunch, Thurston Moore, Kurt Cobain y Nirvana, vehicula en una rigurosa historia oral todos los pasos dados por la maquinaria Swans en sus dos etapas (1982-1997 y, después, a partir de 2010: “Así que tuve que aceptar los fracasos del pasado –todos sus problemas y daños psíquicos– e integrarlos en lo que yo era en aquel momento. Trece años antes, dije que nunca volvería atrás, pero me di cuenta de que era lo que era, así que tuve que aceptarlo y seguir adelante”). Es el guion minuciosamente detallado de la obstinación extrema de Gira: un ejercicio de sacrificio y trascendencia que compartió con un gran surtido de músicos diletantes que, alternándose a lo largo de cuatro décadas, cooperaron para hacer del camino trazado por Swans una aventura indómita y única, especial y romántica, indefectiblemente basada en el puro amor al arte.
Por supuesto, hubo muchas bajas colaterales en esta guerra cruenta por sobrevivir bajo mínimos, espléndidos músicos que se quedaron en el discurrir de ese esfuerzo titánico, y seguramente imposible, por acercarse a la perfección sonora que siempre imaginaba la mente de un Gira obstinadamente inconformista: “Después de tantos cambios de formación, de gente que duraba un disco o una gira –si acaso–, me resigné a que así eran las cosas. Iba a ser cosa mía, y yo metería o sacaría a la gente. Por aquel entonces no lo hacía muy bien, gritaba más que convencía, pero así eran las cosas”.
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