El que quiera encasillar a El Último Vecino en el pop sintético de los 80 seguramente tenga bastantes argumentos. Pero el proyecto de Gerard Alegre es mucho, muchísimo más. Todas sus referencias no han hecho sino engordar una propuesta personalísima que, aun cimentada en la nostalgia sin complejos, es sagaz a la hora de actualizar sonidos y estilos. Ya le hemos visto llevarse a su terreno “Mi chulo” de La Zowi, “Dulces sueños” de El Último de la Fila o “Hechizo” de Héroes del Silencio. Y ciertamente ha conseguido situarse en el punto medio entre todas estas propuestas. Urbano, frenético, costumbrista, bailable, barroco y engolado.
“Juro y prometo” es el paso lógico hacia adelante. Y necesario, además. Han pasado seis años desde “Voces” (2016), su última referencia, y en este hiato han llegado una sucesión de proyectos sin continuidad que incluyen un EP titulado “Parte primera” (2018) –nunca hubo una segunda– y una ristra de sencillos producidos por Guille Mostaza. Pero ahora sí, de la mano del productor InnerCut, que ha trabajado con Yung Beef o Bejo y ha obtenido una nominación al Grammy Latino con Alba Reche, parece haber encontrado un sonido que le represente en presente.
Lo hace, curiosamente, mirando hacia atrás, hacia el sonido de su primer disco homónimo –“El Último Vecino” (2013)–. “Ábreme la puerta” parece una continuación natural de “Tú no estás asustado”, y “Mundo mágico” de “Un sueño terrible”; lo mismo vale para “El desastre”. No somos extraños a su lírica afilada –a medias irónico, a medias oscuro; a medias honestamente crudo, a medias onírico–, a su gusto por los sintes de baja fidelidad y los bajos trotones a lo OMD y a su iluminación para los estribillos imborrables. Y Gerard nunca ha ocultado su pasión por los cantantes más teatrales, de Ian Curtis a Morrissey y de Raphael a Manolo García, pasando por Bunbury, Coppini y Auserón. Pero ya desde el principio asoman nuevas formas que conectan con el pop urbano –“Átame”–, nuevos temas y un amaneramiento aflamencado que le da ese punto de misticismo “new romantic”. El choque intergeneracional, no solo en lo estético –no olvidemos que Gerard se ha rodeado de colaboradores mucho más jóvenes para esta especie de “renacimiento”–, sino también en lo romántico, protagoniza “Mundo mágico” o la piedra angular “Niño discúlpame” –“tú que naciste conmigo en los años 80 / fue a partir del 2000 que empecé a perder la cuenta”–. Y convive con la madurez emocional de “No me dejas” –la más post-punk del disco–.
Un poco en la línea del “Brujería” (2019) de La Bien Querida, todo se rodea de ese aura entre lo sagrado y lo profano que remite tanto a Prince, Almodóvar o la Madonna de “Like a Prayer” (1989). De la idealización romántica del costumbrismo, de Castillo de Drácula en el Valle Boreal. Consiguiendo que los guiños flamencos encajen en la totalidad del conjunto. “Mentirosa” tiene algo de “Sevilla” –sin negacionismo, por favor–; en “Otra vez tú delante”, que termina en coplilla, Golpes Bajos y los Héroes bailan en la pista de Roxy Music. Pero la joya de la corona está en “Juro y prometo”, en la que Alegre abraza definitivamente a los mejores El Último de la Fila mientras desfilan referencias a “A veces se enciende” o los gorjeos de Manolo García en “Aviones plateados”. En definitiva, un disco que hermana nostalgia y actualidad y que nos devuelve la mejor versión de El Último Vecino. Que dure. ∎
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