Valga o no el tópico, se van los mejores. Porque la muerte de Elliott Smith en 2003, con apenas 34 años, nos dejó sin el mejor cantautor pop salido de Estados Unidos en la última década. Bueno, si no el mejor, sí uno de los pocos que podía catapultar un estilo circunstancialmente minoritario a una resonancia masiva más adecuada. Seguramente, su suicidio alimentará el malditismo (maldita la gracia, digo yo), aunque no es probable que se encienda un culto necrófago como el que devora a Jeff Buckley (¿hasta cuándo van a exprimir su legado?). Sin embargo, está cantado que “From A Basement On The Hill”, su disco póstumo, el que no terminó (nadie lo diría escuchando semejante maravilla), va a ser un trabajo bien acogido. Pero, aunque suene oportunista, la realidad es que, junto a “Either / Or” (1997) y “XO” (1998), estamos ante uno de sus trabajos importantes. Quizá también sea el disco que equilibra mejor sus dos facetas: la del cantautor tierno con un don para la melodía quebradiza (véanse “The Last Hour”, “Let’s Get Lost” o “Strung Out Again”) y la del rockero sentimental (véanse “Coast To Coast”, “Shooting Star” o “Don’t Go Down”) que podía engañar a un fan de Led Zeppelin.