Álbum

Jozef van Wissem

Nosferatu. The Call Of The Deathbird Incunabulum, 2022

21. 12. 2022

El neerlandés Jozef van Wissem es un compositor minimalista conocido por su discografía para laúd, un instrumento medieval que en sus manos se convierte en todo lo contrario, un generador de sonidos de vanguardia. Formado desde joven como guitarrista clásico, el músico descubrió el laúd a mediados de los años 90, cumplidos ya los treinta años, establecido en Nueva York, y, pese a su conocimiento de la guitarra, le llevó todavía otros seis años dominar el laúd: su primera grabación no se produjo hasta 2000, con un álbum titulado “Retrograde. Renaissance Lute”.

Dejando a un lado sus propios discos, Van Wissem ha trabajado frecuentemente con músicos avanzados como, entre otros muchos, Gary Lucas, Maurizio Bianchi, Tetuzi Akiyama, Smegma o Jim Jarmusch, el cineasta estadounidense, con quien colabora habitualmente desde 2012, tanto en álbumes compartidos o con su banda SQÜRL como en la creación de bandas sonoras para sus películas. De hecho, en 2013 Van Wissem –y SQÜRL– ganó el Premio a la mejor Banda Sonora en el Festival de Cannes por su partitura para “Solo los amantes sobreviven”.
Ahora es otra banda sonora de película la que nos ocupa. Se trata de “Nosferatu. The Call Of The Deathbird”, la versión restaurada de la película muda de F. W. Murnau “Nosferatu, una sinfonía del horror”. Se trataba de un encargo de La Cinémathèque Française que le llegó en 2019 para crear una nueva banda sonora que se interpretaría en directo –con momentos de silencio absoluto– durante la proyección de la película. Van Wissem creó la partitura sin ver previamente la película, para crear su propia atmósfera, y el estreno oficial de la partitura se llevó a cabo el 9 de octubre de 2019 en la sede parisiense de La Cinémathèque Française. Según se fue acercando el centenario del estreno de la película, que tuvo lugar en 1922, se han celebrado varios “reestrenos” en países como Polonia, Suecia, Irlanda o España: la película abrió el pasado mes de abril la 21ª edición del Festival Internacional de Cine de Las Palmas de Gran Canaria.

La elección de Van Wissem por parte de La Cinémathèque para crear un nuevo acompañamiento sonoro para la célebre película de vampiros es verdaderamente acertada. Su estilo, de una imponente sencillez oscura e hipnótica, se adecúa perfectamente a las lúgubres imágenes en blanco y negro del clásico del expresionismo cinematográfico alemán. Desde luego, a lo que no se parece es a la banda sonora original –de Hans Erdmann, reconstruida en 1984 por Berndt Heller– o a otras versiones, predecibles en su concepción orquestal academicista, como la de Matthew Aucoin o la del español José María Sánchez Verdú, tal vez la más meritoria de las que pueden rastrearse por internet.
El disco comienza con un primer acto de laúd solo, sin adornos, y fragmentos silenciosos –que, sin embargo, no dejan de inquietar, porque se percibe que ocultan el terror–, para ir incorporando en las siguientes piezas (tituladas “actos”) elementos electrónicos, guitarra eléctrica –una de doce cuerdas que utiliza con una afinación alternativa para generar el efecto de zumbido– y viejas grabaciones de pájaros que descubrió, por casualidad, en un disco de tamaño single que se encontró por la calle, en Róterdam, y que luego manipuló y distorsionó en estudio. El tercer acto es quizá el de sonido más sorprendente, marcado por un ritmo insistente y una melodía posterior que no desentonarían en una grabación de The Velvet Underground.
El cuarto acto, buscando nuevas similitudes rockistas, se acercaría a la oscuridad noise de Sonic Youth. El quinto y último acto –de casi dieciocho minutos de duración, el más largo, sobradamente, de todos– es donde toda la intensidad se desborda. Aunque precedido de una introducción que puede suponer un inesperado remanso de paz, aquí encontramos una sucesión de drones que nos recuerdan el doom metal de SunnO))) y que van asfixiando cada vez más a medida que avanzan sus casi dieciocho minutos de atosigamiento. Después de esta sobredosis de ruido lento y penetrante, nadie pensará en el laúd como el instrumento de madrigales medievales o barrocos que siempre ha sido. ∎

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