El primer álbum largo de Marina Gómez Marín confirma que lo apuntado en “No me miréis” –el excelente mini-LP con que apareció desde la nada en 2022– no era casualidad. Sus trece nuevas canciones, coproducidas con Sergio Pérez García, consolidan su personal talento compositivo y amplifican su radio de acción estilístico sin traicionar una lógica interna que conecta todas sus canciones.
“Un vaso de agua” podría ser un disco conceptual, con puentes líricos entre canciones –“El gran cañón”, por ejemplo, repite frases que aparecían en “La piscina”–, donde unas parecen completar o negar el significado de otras. En realidad, según ha confesado la artista en alguna entrevista, las canciones fueron saliendo poco a poco a lo largo de los tres últimos años, así que el proceso creativo parece haber sido más inconsciente. Da igual conocer o no esto, porque el disco funciona como un todo, como un álbum de fotos en los que, si te quedas mirando cada imagen fijamente, vas descubriendo cosas ocultas con el tiempo. Es habilidad de sus letras el tratar temas aparentemente sencillos, tan manidos como los relativos a las relaciones sentimentales, con quiebros sutiles que muestran puntos de vista originales.
Puede haber cosas que recuerden a otros artistas. “Gente normal”, por ejemplo, tiene algo de Los Lagos de Hinault –de quien Marina es fan–, pero siempre hay un algo personal que prevalece. También es una visión que siento como muy contemporánea. Por ejemplo, en la canción de apertura, “El mundo no es para tanto”, elogia el conformismo frente al FOMO recurrente en el que nos han hecho caer las redes sociales y la constante creación de necesidad de experiencias fomentada por la sociedad de consumo. Me gusta también la ironía social de frases como “Esta noche iremos a un sitio a bailar / Nos mimetizaremos con la escena cultural” de “Suelo”, pero, sobre todo, hila muy fino a la hora de mostrar toxicidades, autoengaños o esos momentos en que se autoconstruyen narrativas que expliquen los actos del modo menos lesivo para la protagonista, como bien muestra el comienzo de “Final explicado”: “Voy a buscar en Google nuestro final explicado / y quedarme con la versión que me convenga”.
Otra característica de “Un vaso de agua” es que debe empezar a invalidar las comparaciones con otros proyectos de indie pop intimista, por mucho que estos vincularan a Marinita Precaria con el entorno y la historia del sello Elefant. Hay en el disco, menos precario que el anterior, acercamientos sui géneris a los ritmos latinos y un punto synthpop e italo disco que brilla en la parte central. Concretamente, en el citado “Final explicado” y, justo antes, en “El verano del ciclón”, de melodía tan adictiva como contenido desasosegante, que bien parece un homenaje a la película de culto “Midsommar” (Ari Aster, 2019). ∎
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