Álbum

Sr. Chinarro

Reality showMushroom Pillow, 2022

11. 11. 2022

¿Es “Reality show” lo mejor de Sr. Chinarro desde Presidente” (2011), tal y como esgrime la literatura promocional? Quizá no (o quizá sí: es difícil decirlo), pero se entiende el paralelismo porque sí comparte con aquel la instantaneidad melódica, la rotundidad en sus formas, la apelación a una clientela aparentemente más amplia. Como si de algún modo fuera el lugar en el que concluye esa transición –sin claro puerto de atraque– que él mismo asignó a El bando bueno” (2020). Como si estas diez canciones hubieran nacido para marcar un punto de inflexión que se perfila necesario para localizar paradas de visita obligada en una amplísima cordillera de nada menos que 18 discos que bien pueden ser, a juicio del consumidor, puertos de montaña o cumbres: esto es, dieciocho álbumes en algo menos de treinta años. Pocos le ganan a prolífico, y para cuando rebase la treintena será este el disco que aún estará presentando en directo, salvo que se afane en comprimir aún más sus plazos.

Sí se aprecia una pátina común que homogeneiza el tacto enérgico de casi todos sus cortes. También transpiran mayor costumbrismo si cabe, un ánimo notarial más visible (tres canciones con nombre propio de persona, que serían cuatro si tuviéramos que contabilizar “Pulgarcito” como algo más que un dedo), como si Antonio Luque necesitara cada vez más de la tercera persona para que el reflejo de esta grotesca posmodernidad se plasme con su proverbial retranca. Pesa más el contexto que el subtexto.

Así, la precariedad (o esclavitud) laboral, el famoseo de tres al cuarto, la engañifa de la superación personal, la telebasura y la adicción al teléfono móvil desfilan a ritmo de pop rotundo en “Sexo, mar y sol”, “Falsos autónomos”, “La audiencia decide” o “Pulgarcito”, mientras el sintetizador de Miquel Sospedra (bajista de Amaia, Alizzz o Refree), entre el post-punk y el synthpop, refuerza el consumado juego de luces y sombras que es común a estos 36 minutos, y que logra que el cinismo en “Cobarde” o el escepticismo ante el manido autoaprendizaje del self made man de “Universidad de la vida” cuajen como leitmotiv. Se nota también que la nómina esta curtidísima en directos de toda clase: Dani Vega (Mishima) a la guitarra y Xavi Molero (Iván Ferreiro, Zahara) a la batería completan la terna principal, a la que se suman los coros de Georgina Wolkowicz y la guitarra acústica y slide de Josep Vilagut.

Y hablando de acústica, es precisamente esta la que da señal de entrada a “El detector” (la que más recuerda por textura a discos como Perspectiva caballera” –2014– o El progreso” 2016–), el corte que es también el que, junto a “Margarita” y “Rosa” (estas dos más aún, sobre todo la segunda), rompe con la fibrosa dinámica general mediante requiebros melódicos que plasman una canción de autor sui géneris. Con ligeras variaciones entre cada entrega, la factoría Chinarro sigue a pleno rendimiento, casi siempre sin bajar del notable. Tiene su mérito. ∎

Contenido exclusivo

Para poder leer el contenido tienes que estar registrado.
Regístrate y podrás acceder a 3 artículos gratis al mes.

Inicia sesión
Compartir

Contenidos relacionados