Rubén Blades: maestro de la vida. Foto: Òscar Giralt
Rubén Blades: maestro de la vida. Foto: Òscar Giralt

Festival

Cruïlla: un festival de acervos generacionales

La apuesta por el eclecticismo del festival Cruïlla –se celebró en el Fòrum de Barcelona entre el 6 y el 9 de julio– sigue cristalizando en carteles de gran amplitud que propician el encuentro intergeneracional y la diversidad de discursos. Manejan un molde distinto al convencional, pero esta peculiar propuesta merece la pena.

Los parones, aunque sean por obligación –y jodan–, son oro para tomar perspectiva. El persianazo por la pandemia ha sido demoledor para el sector, pero la recuperación de la normalidad de eventos ha servido para escupir una verdad, más incontestable si cabe en casos como el del Cruïlla: los festivales sirven para estrechar lazos. Para inocular la convivencia. Así lo recordaba Residente en uno de los bolos más concurridos del jueves, y de la edición: “Estamos celebrando la vida. Que todo el mundo la brinque hasta el final”.

Mensajes similares pudieron escucharse en los básicos de celebridades como Juan Luis Guerra o Rubén Blades, ya en la jornada del sábado. Del primero al cuarto día subió la intensidad como lo hizo la media de edad. Generaciones dándose la mano: de un primer día donde prácticamente solo Rels B hizo los deberes a una última jornada plagada de imprescindibles. Y entre medias, cosas que no cambiaron por la COVID, sorpresas y decepciones. Porque sí, los festivales son una celebración de la nostalgia (Editors o Duran Duran), picota de la felicidad compartida (Delafé o Rigoberta Bandini), pero sobre todo son espacio de reivindicación pasada, presente y futura.

Así lo demostraron algunos de los shows esenciales de esta edición 2022: el fortín de la carpa Four Roses y sus proclamas de género y de músicas urbanas y latinas bastardas, dígase Miss Bolivia, Joe Crepúsculo o Queralt Lahoz. O, ya en escenarios principales, el arrojo de Zahara, el espíritu punk desgarbado de Sleaford Mods o el folclore ampliado de Tanxugueiras. Una vuelta a la normalidad poblada pero cómoda y con algún pastiche de sonido que en ningún caso llegó a embarrar la fiesta. YSI

Judeline: hay proyección. Foto: Marina Tomàs
Judeline: hay proyección. Foto: Marina Tomàs

Miércoles, 6 julio

Judeline

El festival abrió con la jovencísima cantante gaditana Judeline, quien en casi media hora de música dejó en claro que su voz tiene mucha más proyección y expresividad en vivo y con menos carga de Auto-Tune. Al principio se la notó nerviosa, pero se fue soltando canción a canción, llegando a interactuar con el público en el tramo final del concierto. Acompañada de guitarras, teclados y algunos samples, Lara Fernández repasó todos los temas de su incipiente trayectoria. Trap, R&B con matices hip hop y destellos de Kylie Minogue en la voz fueron los puntales de su show. DPG

Rels B: agradecido. Foto: Òscar Giralt
Rels B: agradecido. Foto: Òscar Giralt

Rels B

El repertorio escogido por Rels B fue un compendio de hits que cautivó a la variada audiencia de fans –había niños, adolescentes y padres– que llenó el escenario Estrella Damm. El rapero mallorquín animó una fiesta sin descanso donde cada reguetón y cada rap fueron espontáneamente bailados y coreados. Baladas de pop limpio y un par de intervenciones a capela matizaron el concierto, generando una intimidad que emocionó al artista casi hasta las lágrimas. Terminó agradeciendo efusivamente al público tras cada canción. Lo más impresionante en escena, sin duda, fue la potencia de la voz de Reina, su corista. DPG

Toteking: fuerza de voluntad. Foto: Marina Tomàs
Toteking: fuerza de voluntad. Foto: Marina Tomàs

Toteking

Junto a su hermano Shotta y DJ Nexxa, Toteking ofreció un show desigual en el escenario Estrella Damm, donde la concurrencia pasó de un incipiente entusiasmo –coreando algunas canciones– a cierto desinterés. Con todo, el DJ imprimió dinamismo al concierto con scratchs imponentes y samples certeros. Por su parte, el rapero sevillano apostó por un hip hop seco pero enérgico, primero con rimas de su último álbum y luego con cortes que picoteaban en su ya amplia discografía, más algunos freestyles que tuvieron más de voluntad que de calidad. DPG

Trueno: más que reguetón. Foto: Òscar Giralt
Trueno: más que reguetón. Foto: Òscar Giralt

Trueno

Algunos catalogan a Trueno solo como reguetonero, pero el conjunto de su propuesta supera con creces ese cercado genérico. Del hip hop al freestyle, del jazz al nu metal. Funk, folclore argentino y trap. Un artista urbano de pleno derecho, que comenzó en el Cruïlla la gira de su nuevo álbum, “Bien o mal” (2022). La solvente banda que lo escoltaba se encargó de soltar un mazazo rítmico directo a las entrañas que a nadie dejó indiferente, agregando groove al componente social e identitario de las letras del bonaerense. Este también demostró un manejo de escena que siempre fue a más y enardeció a la masa compacta de público que copó el escenario Cruïlla Enamora. DPG

Balkan Paradise Orchestra: demasiada fiesta. Foto: Òscar Giralt
Balkan Paradise Orchestra: demasiada fiesta. Foto: Òscar Giralt

Jueves, 7 de julio

Balkan Paradise Orchestra

Teniendo en cuenta la evidente pérdida de las músicas del raíz en el cartel del festival, la energía representada por una batucada de hasta diez músicos sobre el escenario ya es buena noticia. Así lo reconoció el público, que gustó del espíritu festivo de Balkan Paradise Orchestra, pese a la solana justiciera en el escenario Cruïlla Enamora. El efectismo de una propuesta pachanguera que no dudó en mezclar “Vicio” (Reincidentes) con “Disko partizani” (Shantel) se fue disipando, por repetición más que por redundancia. Buen calentamiento para los gustosos del bote y el baile más que de las guitarras. YSI

Miss Bolivia: party villero. Foto: Marina Tomàs
Miss Bolivia: party villero. Foto: Marina Tomàs

Miss Bolivia

El warm up de Balkan Paradise Orchestra sirvió perfectamente para tener engrasado el tronco inferior en el turno de Miss Bolivia, que convirtió la carpa Four Roses en auténtico local villero, con extra de calor por el efecto invernadero del pequeño habitáculo. Fórmula sencilla: ordenador escupiendo pistas, segundas voces y un cuerpo de baile a cuatro lleno de energía. Todo dispuesto para acompañar la voz punzante y reivindicativa de la MC: “Estamos quemando toda la mierda de discursos del odio, machismo y patriarcado con ustedes”, disparó. Hubo cumbiote, abecedario del empoderamiento y “Tomate el palo” para cerrar. Check a las propuestas aguerridas y que con poco impactan. YSI

Molotov: veteranos en entredicho. Foto: Òscar Giralt
Molotov: veteranos en entredicho. Foto: Òscar Giralt

Molotov

De la noche al día en temas de género. Tras el repaso a lo normativo de Miss Bolivia, llegaba el turno de Molotov para mostrar cómo de mal pueden envejecer los discursos. La mítica “Chinga tu madre”, por ejemplo. Por suerte para los de Ciudad de México, no todo en la música es discurso político de antaño, hay buenas nuevas, andan ultimando nuevo disco, y también pesa –claro– la música. En ese apartado tienen registros para aburrir y para hacer olvidar delicias de comentarios para el cuñado de la mesa de Navidad. Hubo rap, thrash y hardcore, mezclados con desenfado al cantar. Para algunos fue histérico griterío de borrachos de bar, y para otros, imprescindible. YSI

Residente: siempre en lucha. Foto: Marina Tomàs
Residente: siempre en lucha. Foto: Marina Tomàs

Residente

Venía Residente de una etapa pandémica en la que había abierto nuevas puertas: menos beef, más blandito y contradictorio. Después del pelotazo de “René” y “Antes que el mundo se acabe”, de buen seguro hubo muchos que querían ver esa faceta. Pero lo más duro de la pandemia pasó. Y lo último que nos ha entregado el músico puertoriqueño han sido temas de nuevo aguerridos: “Bzrp Music Sessions #49” (Bizarrap) o “This Is Not America” (Ibeyi). Los que buscaran esa segunda versión, saldrían contentos del concierto. Vino el Residente reivindicativo y que busca en baile y barras la forma de cambiar las cosas: el setlist fue una cascada de éxitos de cadera de Calle 13. Ni rastro de “Residente” (2017). “Estamos celebrando la vida. Que todo el mundo la brinque hasta el final. ¡Abrazos al de al lado!”. Y de ahí a “El aguante”, con una banda de fuerza bestial, sobre todo centrada en percusiones dobladas. Dedicó el tema a todos los inmigrantes, subiendo al escenario una pancarta por la campaña #RegularizaciónYA. YSI

Delafé y Las Flores Azules: la venganza. Foto: Marina Tomàs
Delafé y Las Flores Azules: la venganza. Foto: Marina Tomàs

Viernes, 8 de julio

Delafé y Las Flores Azules

Once años después de uno de sus bolos más celebrados en Barcelona, en este mismo festival, y mirando hacia las chimeneas del Besòs –que vieron explotar el proyecto con el videoclip en bici de “Mar el poder del mar”–, Delafé y Las Flores Azules volvieron a brillar. Banda al completo y mucho público, pese a ser primera hora de la tarde. Oscar D’Aniello y Helena Miquel demostraron lo injusta que puede ser la industria de la música. Pese a tener repertorio para aburrir e ideas brillantes (“La Juani” suena hoy casi a preludio de la cultura motomami), a veces las cosas no salen como uno desea. El concierto en el Cruïlla fue justicia musical y quién sabe si alimento para nuevas aventuras: “Aquí y ahora”, último single de la banda, que en principio solo ha vuelto para esta gira, sonó con el mismo empaque que los himnos de antes. YSI

Duran Duran: artillería pop-dance. Foto: Òscar Giralt
Duran Duran: artillería pop-dance. Foto: Òscar Giralt

Duran Duran

Los integrantes de Duran Duran impusieron sus 40 años de historia sobre el escenario Estrella Damm. Según contó el propio Simon Le Bon, los estarán celebrando durante todo este ejercicio. En ese marco desplegaron toda su artillería de éxitos, de sobra conocidos entre su canosa audiencia. Y aunque hubo alguna imprecisión en la sensual “Come Undone”, todo se redimió gracias a “Ordinary World”, bajo el atardecer barcelonés. Y en la sencilla pero efectiva síncopa del bajista John Taylor en “The Reflex”, que hizo bailar hasta al más desprevenido paseante. DPG

Editors: frialdad calculada. Foto: Òscar Giralt
Editors: frialdad calculada. Foto: Òscar Giralt

Editors

Después de mirar al tendido con el nuevo y larguísimo single “Heart Attack”, la cosa se puso prometedora. Empalmaban los de Birmingham temas como “Racing Rats”, celebrando los tres lustros de “An End Has A Start” (2007). Y dando motivos para pensar que la música había sido injusta con ellos y que se les podía recordar como algo más que un revival. Nada, volvieron a las andadas. Fríos, como la E geométrica que los acompaña en la pantalla de fondo. Y un punto autistas, sin atender en ningún momento a lo que el respetable pedía, entraron en un valle de electrónica y teclados anecdóticos, un punto caricatura rock, música de videojuego a lo “DragonForce” y unos bucles de guitarras que acabaron de ahuyentar al público que arrastraron de Jack White. YSI

Hot Chip: euforia sin gas. Foto: Òscar Giralt
Hot Chip: euforia sin gas. Foto: Òscar Giralt

Hot Chip

Sin duda alguna fue el grupo que tocaba en el escenario principal capaz de congregar a menos gente. Se puede pensar que la audiencia del Cruïlla no gusta de las altas horas. Comprobar que la máxima era falaz estaba a unos pasos: los pitos de Meute hacían vibrar el otro escenario en marcha. Llenísimo. En cambio, la parsimonia de Hot Chip ahuyentaba a cualquiera que se dejase caer por el Estrella Damm. Parece que los londinenses se han ido adormilando en los últimos años bajo sus sombreros. Algo de space music inicial y breakbeat, pero todo cada vez más enmascarado en una cápsula pop sin arranques, sin dinámicas. Solo el medley “Hungry Child” y “Over And Over” maquilló la sensación de vacío. YSI

Jack White: mi guitarra y yo. Foto: Marina Tomàs
Jack White: mi guitarra y yo. Foto: Marina Tomàs

Jack White

Jack White fue el corazón de una máquina bien engrasada que destiló esa remota emoción blusera del rock clásico. En escena, sus dedos se desintegraron en solos punzantes, rabiosos o tristes impregnados por la esencia del Delta del Misisipi, aunque muy actuales. Así, se paseó con cuatro guitarras y un bajo sobre el escenario Estrella Damm para reinterpretar sus temas como solista y algunos de The White Stripes, pero más en crudo. Cerró el show con “Ball And Biscuit”, una apoteosis de solos y potencia zeppeliniana que explotó en un acorde que dejó flotando en el ambiente, mientras los músicos abandonaban el escenario. DPG

Joe Crepúsculo

Rigoberta Bandini secó el recinto de público. Pero quedaron unos pocos fieles del Dios del maquineo. Joe Crepúsculo lucía cola –y ya era mucho lucir con alguien tan masivo tocando a la par– en las carpitas Four Roses del recinto del Fòrum. Las últimas personas que querían entrar a escuchar las versiones –entre bakalaeras y Fangoria– de “Música para adultos” o “Rosas en el mar” escuchaban los bajos de “Ay mamá”. La cola no se disipó en ningún momento. El Crepus lo mismo te anima una carpa que un escenario mayor; tal vez el lugar que merecía su fabricón de baile. YSI

Niña Polaca: barra de bar. Foto: Marina Tomàs
Niña Polaca: barra de bar. Foto: Marina Tomàs

Niña Polaca

El grupo madrileño suena a esas bandas de colegas del barrio que tocan himnos del final de la noche para que sus amigos canten felices y borrachos. Entre punk pop con sabor a rock nacional, indie desgarbado y una voz desvencijada, hicieron corear a todo el público, tema tras tema, como si fuera la última canción de la fiesta. Ese fue el ambiente en su turno en el escenario Four Roses. DPG

Rigoberta Bandini: así bailaba, así, así... Foto: Marina Tomàs
Rigoberta Bandini: así bailaba, así, así... Foto: Marina Tomàs

Rigoberta Bandini

No se había visto la pista de hierba del escenario enfocado a Sant Adrià tan llena en todo el fin de semana. Y mucho menos cuando faltaban todavía 15 minutos para el inicio del concierto. La transversalidad de Rigoberta Bandini es altísima. Y si medimos el éxito de un bolo por los botes de sus asistentes, lo suyo es morrocotudo. Las canciones son incontestables. Suenan incontestables. Desde la downtempo “Too Many Drugs” hasta el himno “Perra”. Pero incluso los más fieles ven que, cuando no hay canción, el popurrí al que someten a la audiencia es infantiloide y zafio: Mocedades, Massiel, locuras progresivas de Esteban Navarro (Venga Monjas)... Un pachangueo que el tiempo resolverá, a medida que vayan editando material. Siempre y cuando lo que editen no reviva el espíritu de Los Payasos de la Tele (sí, sonó “Así bailaba”, con cameo de Amaia)... YSI

Sleaford Mods: vitriolo. Foto: Òscar Giralt
Sleaford Mods: vitriolo. Foto: Òscar Giralt

Sleaford Mods

Volvió a Barcelona ese particular estilo de Sleaford Mods con un concierto que, en lo esencial, no ha cambiado mucho desde hace diez años, salvo por las nuevas canciones. Esa mezcla post-punk y hip hop con sello personal, junto a la agudeza lírica de los cortes, estuvieron dentro de lo esperable. Lo más original del concierto fue la actitud más relajada de Jason Williamson frente al público. Y “Don’t Go”, su personalísima versión de Yazoo, que apareció como una isla de novedad en un concierto profesional. DPG

Vintage Trouble: sensualidad vintage. Foto: Marina Tomàs
Vintage Trouble: sensualidad vintage. Foto: Marina Tomàs

Vintage Trouble

Sobre el escenario Vallformosa, Vintage Trouble mostró canciones de su última producción junto a sus ya clásicas composiciones herederas directas del soul, el rhythm’n’blues y el rock’n’roll de los 50 y 60. El cantante Ty Taylor hizo gala del histrionismo y sensualidad propios de James Brown con sus contorsiones elegantes y acrobáticas. La cadencia de la sección rítmica fue complementada de modo magistral por la guitarra, sobre todo en temas como “From My Arms”, que hizo las delicias de los pocos asistentes que quedaron al final del show. DPG

Zahara: sin concesiones. Foto: Marina Tomàs
Zahara: sin concesiones. Foto: Marina Tomàs

Zahara

Los más senior se entretenían en Duran Duran. Cuando asomaban la cabeza a ver qué era eso de Zahara daban media vuelta y de nuevo gustaban de la americana y pantalón brilli-brilli de Simon Le Bon. Porque la ubetense no hace prisioneros. Su espectáculo no admite casi canciones ni al inicio. El techno posapocalíptico manda. Y pasa por la trituradora versiones de Taylor Swift, outfits tipo “La casa de papel”, cuerpos de baile a lo Nawja Nimri de años ha o reivindicaciones pop: Britney Spears. El aclamado“PUTA” (2021) se ha ido desdibujando en directo hacia una rave que sorprende y también agota; el público agradeció algunos momentos más intimistas (“Dolores”, mirándose a un espejo) o directamente pop: “Hoy la bestia cena en casa”. Es lo que hay. Zahara ya no está para concesiones. YSI

Depedro: complejo y divertido. Foto: Òscar Giralt
Depedro: complejo y divertido. Foto: Òscar Giralt

Sábado, 9 de julio

Depedro

Cantautor complejo y divertido, Depedro posee un buen dominio del folclore latinoamericano que predominó en el escenario Cruïlla Enamora. Entre el ska, la murga, la cumbia con sabor europeo y un deje punk, a veces nos recordó a Mano Negra y otras a Calamaro, pero con tesituras más ricas. Jairo Zavala fue acompañado por unos músicos que, aunque eficientes y capaces, carecían del carisma de su cantante. Con todo, su incondicional público parece haber sido amaestrado desde hace mucho, ya que no paró de bailar sobre un asfalto abrasador. DPG

Juan Luis Guerra 4.40: bachata para la eternidad. Foto: Marina Tomàs
Juan Luis Guerra 4.40: bachata para la eternidad. Foto: Marina Tomàs

Juan Luis Guerra 4.40

A pesar de que éxitos como “Rosalía”, “La bilirrubina”, “Ojalá que llueva café” o el trocito que tocó de “Burbujas de amor” sonaron vigentes y con la misma energía de siempre, han pasado los años para Juan Luis Guerra, aunque no lo aparente físicamente. Ya no tiene la eterna sonrisa ni hace esos pequeños pasos de baile, en cambio sí se apuntó un breve discurso evangelizador antes de interpretar “Para ti”. Así, la teclista (Janina Rosado), junto a los 4.40, fueron los encargados de animar la fiesta al son de salsas, bachatas y merengues, que llegó a su clímax formando una conga gigante. Público entregado, como no podía ser de otra forma, ante un repertorio que es ya historia de la música latina de las tres últimas décadas y una banda extensa fiel al canon del detallismo sonoro. DPG

Queralt Lahoz: aquí estoy yo. Foto: Òscar Giralt
Queralt Lahoz: aquí estoy yo. Foto: Òscar Giralt

Queralt Lahoz

Ataviada con chándal y cargada con hip hop crudo, Queralt Lahoz salió con desenfado, rapeando de modo agresivo y sugerente en el escenario Four Roses hasta llegar a un intermedio psicodélico-flamenco a cargo solo de su banda. Luego volvió vestida con minifalda y top, perreando sobre la base de reguetón o ejecutando lances de bailaora en los temas electrónicos más aflamencados. Sus canciones juegan con ritmos latinos, neofolclore español con detalles trip hop y R&B, donde resaltan letras con un contundente discurso reivindicativo y social. DPG

Rubén Blades: recorrido por la historia. Foto: Òscar Giralt
Rubén Blades: recorrido por la historia. Foto: Òscar Giralt

Rubén Blades con Roberto Delgado Orquesta

Rubén Blades brilló por la salsa, por el swing y por su discurso político-social. En este histórico concierto, con rumores sobre su retiro revoloteando, repasó los inicios de su carrera, pero dejó espacio para algunos temas de su último disco, “Salswing!” (2021). También incluyó dos versiones de estándares swing, ratificando la impecable voz crooner que posee en el turno de “The Way You Look Tonight”, honrando a Frank Sinatra y Fred Astaire. También hubo homenajes para viejos salseros, para Gabriel García Márquez en “Ojos de perro azul”, para Joan Manuel Serrat y uno especialmente cariñoso para Héctor Lavoe (“El cantante”). Antes de despedirse, interpretó la versión original de “Pedro Navaja” que, junto a la maravillosa orquesta de su amigo Roberto Delgado, hizo bailar a toda la explanada del escenario Estrella Damm. Remató sus dos horas y cuarto de show –con un setlist de 21 temas que incluyó clásicos como “Ligia Elena”, “Maestra vida”, “Buscando América”, “Pablo Pueblo”, “El padre Antonio y el monaguillo Andrés”, “Decisiones”...– con “Patria”. Lo dicho: histórico. DPG

Tanxugueiras: folclore de ayer y hoy. Foto: Marina Tomàs
Tanxugueiras: folclore de ayer y hoy. Foto: Marina Tomàs

Tanxugueiras

El trío gallego concentró en la primera parte del concierto éxitos como “Terra”, “Averno” o “Pano corado”, que la gente que se congregó en escenario Vueling bailó sin descanso. Luego vino su abordaje al folclore de su tierra, que sonó bastante actual a pesar de no usar samplers y de lo tradicional de su interpretación. Para terminar, plantearon firmemente su discurso de justicia social a través de canciones que apelan al feminismo y a los problemas de la comunidad LGBTIQ+, entre otros. Impresionantes resultaron tanto las armonías vocales como su teatralidad. DPG

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