Que el k-pop funciona como un engranaje impoluto en apariencia, con luces y sombras en su interior, es algo más o menos conocido por todo el mundo a estas alturas. Corea del Sur lleva dos décadas promoviendo la Hallyu, que se traduciría como “ola coreana”; esto es, una forma de poder blando a modo de iniciativa con apoyo gubernamental que busca globalizar su cultura y fomentar su turismo a través de la exportación de entretenimiento: series (k-dramas), cine, programas de televisión y, por supuesto, música a través de lo que se engloba dentro del cajón de sastre que es el k-pop. 25 años después de la llamada primera generación de bandas de k-pop (se suele citar a Seo Taiji And Boys como precursores del género en 1992, aunque el movimiento como tal empezó con la
boy band H.O.T. en 1996; actualmente estamos en lo que se conoce como cuarta generación de bandas), la industria del pop
mainstream coreano está capitalizada por tres grandes macrocorporaciones: la pionera
SM Entertainment (que sentó las pautas del género a través de su fundador Lee Soo-Man con el entrenamiento sistemático de proyectos como
Girls’ Generation,
EXO,
BoA y
TVXQ!),
JYP Entertainment (fundada por el artista J. Y. Park, con Wonder Girls, Rain, Got7 y, actualmente, TWICE como buques insignia) y
YG Entertainment (creada por Yang Hyun-suk, miembro de Seo Taiji And Boys, y conocida por nombres como BIGBANG, 2NE1, PSY y, actualmente, TREASURE y BLACKPINK, entre otros), con el añadido reciente de
Big Hit Entertainment (artífices de BTS, el grupo de k-pop más popular del mundo en la actualidad). Aunque peculiar a simple vista, el reparto del pastel no es distinto al que tienen las discográficas multinacionales como Universal, Warner y Sony en el mundo occidental, con sus distintas ramas en forma de subsellos y de control del mercado. La diferencia es que en Corea estas empresas (llamadas agencias) funcionan desde el primer momento en modo
full 360º; es decir, son al mismo tiempo el sello discográfico y la agencia de representación y contratación de sus artistas. Y que, allí, el mercado musical está copado por estas agencias y no por las multis habituales, convirtiendo a Corea del Sur en una especie de Galia musical que, por si fuera poco, en los últimos años está consiguiendo finalmente su objetivo de conquistar el mercado global desde un país con apenas 50 millones de habitantes.