Como el fragmento de la obra del poeta, “Cancionero del Guadarrama” (Mont Ventoux, 2021) esconde también una devota misiva hacia el entorno en que Nacho Ruiz (Madrid, 1980) ha pasado una buena parte de su infancia, aunque él aclare que “no quería contar una biografía propia serrana, por así decirlo, sino que me apetecía otra cosa”. Ese otro concepto está basado en el relato de historias y personajes que han atravesado ese enclave, capaz de activar el ingenio de dos artistas cuyos nacimientos separa algo más de un siglo.
Al igual que ocurre con muchas de las mejores obras, el origen del disco partió de la casualidad. Libros que pasaron por las manos del músico y en los que descubrió que “había mucho escrito porque había muchas cosas detrás de la sierra; además, vi que la gente local no conocía todo eso, un torrente de historias que merecían ser contadas y que procedían en su mayoría de gente de fuera”.
Ubiquémonos. La sierra de Guadarrama es una alineación de montañas al norte de la capital madrileña que también alcanza algunos puntos de la vecina Castilla y León. El porqué de su encanto reside en la multitud de picos, sendas, vistas, flora y fauna que alberga, aunque sin una sonoridad autóctona que la identifique. “La raíz era el folclore castellano, pero tampoco había una conexión directa con esas músicas. Había una mezcla de muchas historias que contar, una especie de lienzo en blanco en el que poder plasmar una mezcla de esos folclores, inventarme al final mi propio sonido de la sierra”, asegura.
Esa libertad compositiva le ha permitido tratar de poner armonías a las vivencias de sus protagonistas. “Camino Schmid” es uno de los pasajes más bellos. Está dedicado a Edward Schmid, montañero austriaco que, en la primera mitad del siglo pasado, se empeñó en encontrar una vía que conectara el puerto de Navacerrada con la Sociedad de Alpinismo Peñalara. Esta finalmente lleva su nombre. Un lugar que Nacho Ruiz ha recorrido y musicalizado a través de una expansiva combinación de pianos y vientos con los que “de una manera sutil quería evocar aquello que le gustó tanto a él como para quedarse”.
Guadarrama también puede pasar de lugar idílico a vestigio de nuestro pasado más luctuoso. Un capítulo imposible de dejar al margen y que retrata en “Cruz de los Caídos”, una suerte de marcha fúnebre. “Hay sectores que tratan de impedir que sigamos avanzando en la normalización del pasado y esto pasa también en la sierra. La Cruz de los Caídos da mucha sombra literal y figurada sobre la sierra. Además, cuando estaba haciendo el disco fue cuando exhumaron a Franco, estaba muy candente el tema”, recuerda el compositor, añadiendo que su voluntad era que “no se olvidara que eso se construyó por una razón muy concreta”.
Hay en el disco una mirada pretérita, pero sin olvidar la contemporaneidad. “Seis millones de personas” es un grito contra la fiebre del ladrillo que ha dejado su huella en la sierra. Su vigencia está reflejada con elementos electrónicos: “Como es la canción que habla más de los problemas de hoy en día, intenté buscarle los sonidos de hoy en día”. La producción de vanguardia también está en “Institución Libre de Enseñanza 1883”, aunque por causas bien diferentes: “En algún momento me permitía el lujo de buscar esa paradoja de pensar que a dos personas que fueron muy adelantadas a su tiempo –Francisco Giner de los Ríos y Manuel Bartolomé Cossío– les hubiera gustado que sus excursiones serranas del siglo XIX tuvieran un acompañamiento ultramoderno”.
Para emprender su aventura más reciente, Nacho Ruiz ha contado con dos de sus colaboradores habituales. El productor es Carasueño, que también participó en el proyecto Nine Stories, de un carácter más pop. En opinión de nuestro protagonista, “un productor infravalorado, lo más cerca que he estado de un genio musical”. La sintonía entre ambos en lo profesional y en lo personal es palpable en este álbum, complejo por su carácter sugestivo y por su fusión de sonoridades de diferentes épocas. Y la sociedad –también en lo personal– que forma con Alondra Bentley está presente en su particular mirada hacia Guadarrama. Ella da profundidad a los coros de la inicial “Jota de la Sierra” y forma parte de un delicioso dueto en “El romance de la Cueva de la Mora”: “Es un diálogo de él, que es un caballero cristiano, y ella, que es una mujer árabe. De alguna manera también yo soy español y ella es inglesa, y me monté ahí mi película”.
El cancionero de Ruiz Bartolomé se une a otros recientes trabajos de folk, como el último lanzamiento de La M.O.D.A, las obras de Maria Arnal i Marcel Bagés o de Los Hermanos Cubero y los enfoques de vanguardia que plantean Baiuca o Rodrigo Cuevas. Este revival, según el madrileño, tiene dos causas: “Mi generación ha tenido complejos con esa raíz por suma de factores socioculturales como la dictadura, esa apropiación del sonido tradicional que se asoció a algo casposo. Y luego la primera ola independiente que hubo en España también miraba hacia afuera, hacia lo alternativo. Hemos tenido que hacer nuestro propio trabajo de encontrar esa relación con la raíz a través, en mi caso, de una búsqueda personal”.
Este concepto va a permanecer en el trabajo de Ruiz al menos por una temporada. Quiere mantenerse ligado a esta línea musical y sacar dos EP sobre la sierra de Guadarrama. Y tiene en mente otro álbum conceptual sobre la comarca castellano-leonesa que alberga el pueblo de su madre y abuelos. Lugares de tránsito o directamente olvidados, capaces de irradiar su belleza cuando una mirada franca y lúcida se posa sobre ellos. ∎
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