Que un tebeo que juega la carta de la nostalgia en forma y fondo sea una novedad refrescante en el actual panorama editorial da mucho que pensar, pero vamos a dejarlo correr por el momento porque ese tampoco es nuestro trabajo aquí. Lo que sí podemos decir es que “Ateo de uno mismo”, el tebeo que nos ocupa (y esta vez sí que es tebeo con todas las letras, no podemos llamarlo de otro modo), es un elemento discordante venido de otro tiempo y también hijo natural del cómic para adultos que derivó en lo que vinimos a llamar novela gráfica, salvo que este está grapado y apenas tiene un puñado de páginas en blanco y negro. Para este crítico, es más que suficiente, la verdad.
Adrián Bago González (Valencia, 1989) es un autor de una honestidad que apabulla. Si miente o no en sus vergonzantes autoexploraciones, eso ya es harina de otro costal. Lo que sí que sabemos es que el punto de partida es irrenunciable: Bago habla sobre sí mismo a través de sus diferentes encarnaciones, ficcionadas o no, venidas desde la infancia o anteayer. El valenciano sigue el camino abierto por “Sicofante” (2020) y “Bibelots” (2022), sus dos anteriores trabajos (ambos publicados por Autsaider), y remeda una de esas revistas contenedor que tanto gustaban a los dibujantes alternativos norteamericanos de los noventa, un formato heredero a su vez de los artefactos del gran patriarca en esto de la autoficción en los tebeos mucho antes de que se llamara así, Robert Crumb, al que Bago cita de manera explícita en una de las viñetas del tebeo.
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