Anabel Colazo (Ibiza, 1993) construye en “Espada” un relato de plena madurez artística que pivota sobre la construcción mítica de la realidad y sus consecuencias. ¿Las leyendas encierran auténticas verdades o solo son una máscara mutante que se deforma al antojo (y necesidad) de nuestras creencias? Un tema que en absoluto le es ajeno y que ya transitaba con pericia en sus dos anteriores trabajos, “Encuentros cercanos” (2017) y “No mires atrás” (2019), cómics fuertemente influenciados por la cultura popular contemporánea de corte ufológico, eso que algunos observadores han tenido a bien denominar como “nuevo misterio”.
En esta ocasión, Colazo huye de los tangibles escenarios urbanos de estas obras y se zambulle de cabeza en el género de la fantasía heroica, del que se declara abiertamente deudora: siempre que puede cita a Tolkien como una influencia central en su trabajo. La espada del título es un objeto de poder que encierra un demonio y un misterio, y que cae –como no podía ser de otra manera, por puro accidente– en manos de la heredera de un país gobernado con guante de seda en mano de hierro por una reina que atesora para sí la magia como un bien preciado que, por supuesto, no piensa compartir.
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