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“Annette”: nuestra canción

Ha tardado casi una década en cristalizar, pero, finalmente, Leos Carax y Sparks han presentado su gran balada en el festival de Cannes: “Annette”, un musical protagonizado por Adam Driver y Marion Cotillard donde los fantasmas de la creación se entrelazan con los de la masculinidad tóxica.

Por Beatriz Martínez

07. 07. 2021

Todas las películas de Leos Carax están conectadas por hilos invisibles que nos llevan de una a otra para trazar una especie de itinerario sobre la vida del propio director. De la juventud inconformista a la autodestrucción, de la redención al cuestionamiento de su identidad como creador. En ese camino de búsqueda, la música siempre ha estado presente de una u otra manera.

En su ópera prima, “Chico conoce chica” (1984), ya construyó una escena en la que una canción, “When I Live My Dream”, de David Bowie, marcaba el ritmo de las imágenes, trazando una coreografía de anhelos entre el deambular nocturno de Denis Lavant y Mireille Perrier bailando claqué en su habitación. “Mala sangre” (1986) tiene su secuencia más icónica en ese vertiginoso trávelin lateral que sigue el sprint y las cabriolas de Lavant al son de “Modern Love” (Bowie, otra vez), donde la expresividad corporal del actor simboliza el chute de energía y vitalidad que supone sentirse enamorado.

En “Los amantes del Pont-Neuf” (1991) también se escucha a Bowie, con decenas de pies que bailan “Time Will Crawl” en una discoteca, pero su gran momento musical es el impresionante medley durante los fuegos artificiales del 14 de julio, mientras Lavant y Juliette Binoche bailan embriagados por el éxtasis etílico en una pieza que comienza con la artista libanesa Fairuz para continuar con Iggy Pop, Public Enemy, Benjamin Britten y Johann Strauss. Todos los estilos unidos en un momento de auténtica explosión sonora.

Si David Bowie sirve de nexo en común entre las tres primeras películas de Carax, y la sombría “Pola X” (1999) maridaba con un score de Scott Walker y contribuciones de Sonic Youth y Smog, Sparks se convierten en el puente que une “Holy Motors” (2012) y “Annette” (2021). Además, estos dos títulos se erigen como una especie de material introspectivo en torno a los demonios personales y creativos de Carax.

El propio director aparece al principio de cada una de ellas para convertirse en espectador de su propia vida y de aquellos fantasmas que todavía lo atormentan. En ese sentido, “Holy Motors” sería un preámbulo de “Annette”; por una parte, porque introduce una canción de Sparks, “How Are You Getting Home”, para despedir al personaje de personajes encarnado por Denis Lavant, y también porque ensaya una secuencia de musical puro, protagonizada por Kylie Minogue, que interpreta “Who Were We?”, un tema compuesto por Neil Hannon y Carax. En realidad, la cantante australiana actuaba como trasunto de Juliette Binoche, encerrada para siempre en las galerías Samaritaine, un elemento del paisaje de “Los amantes del Pont-Neuf” convertido en una ruina abandonada, al igual que el rodaje de esa película terminó con la relación entre la actriz y el cineasta.

En “Annette”, Carax aparece en un estudio de grabación, donde Sparks se disponen a grabar la banda sonora de la película. A su lado vemos a su hija Nastya, a la que dedica el filme, al igual que “Holy Motors” fue un homenaje a la madre de esta, Yekaterina Golubeva, protagonista de “Pola X”, que falleció en agosto de 2011 en circunstancias que no han trascendido, aunque una de las hipótesis de su muerte siempre ha sido el suicidio.

La plegaria del equipo artístico de “Annette”: “¿podemos empezar?”.

Los hermanos Ron y Russell Mael nos introducen de forma enérgica en la película mientras se van uniendo el resto de personajes que formarán parte de la función, de una manera similar al interludio con acordeón de “Holy Motors”. Aunque desaparezcan de escena, Sparks siempre estarán presentes en “Annette”. Ellos firman el guion junto a Carax, y toda la composición de una banda sonora que nos lleva desde lo luminoso (“So May We Start”) hacia la más profunda oscuridad (“Sympathy For The Abyss”), pasando por preciosos temas de amor (“We Love Each Other So Much”) y piezas operísticas.

Cada uno de los temas sirve para articular la historia de Ann (Marion Cotillard) y de Henry (Adam Driver) desde su enamoramiento hasta su dramático final, pasando por el nacimiento de su hija Annette. En la pequeña se concentra todo el sentido de la película: ¿son los hijos las víctimas de los errores de sus progenitores?, ¿hasta qué punto pueden llegar a convertirse en sus marionetas? Annette, literalmente, lo es, hasta que encuentra su propia voz y la capacidad de tomar la palabra.

La película habla de estos vínculos a través de la manipulación, aunque su nudo gordiano tiene que ver con la masculinidad tóxica y la forma en que los hombres ejercen la violencia contra las mujeres. Es como si Carax quisiera expiar su sentimiento de culpa a través del personaje que encarna Adam Driver, que de seductor pasará a convertirse en monstruo. Como lo fue Bertrand Cantat con Marie Trintignant; un fantasma que algunos críticos franceses han invocado tras la presentación del filme en Cannes.

Se podría discutir mucho si “Annette” es una película más Carax o más Sparks. En realidad, se configura como un híbrido extrañísimo entre ambas fuerzas creativas, que puede descolocar fácilmente si no se conocen los códigos en los que se mueven tanto el cineasta como la pareja de músicos. En todo caso, estamos ante una obra complejísima, repleta de vericuetos, que se despliega de forma rotunda y majestuosa, que nos lleva por lugares insospechados a través de una serie de set pieces de la más diversa índole.

Hay momentos de una intimidad descarnada, actuaciones de stand up comedy, fugas hacia la fantasía, escenarios casi mitológicos (la escena de la tormenta). Probablemente, la más clara aportación de Sparks sean los cambios de ritmo que dominan una narración de índole asonante y, por supuesto, toda la ironía que siempre ha caracterizado al dúo y que aquí se muestra no solo en las canciones sino en su representación. También en la particular forma en la que se mezclan las diferentes voces de la película, dando una importancia fundamental no solo a los protagonistas de la función, sino a aquellos que se encuentran al otro lado, formando una especie de coro griego que se encarga de interpelarlos, ya sea a través de la risa o del enfado, del cuestionamiento o la acusación.

Sparks siempre habían querido hacer un musical. Leos Carax también. Así que de alguna forma se han encontrado de una manera feliz para realizar un monumento épico inclasificable, tan jovial como tenebroso. No debemos olvidar que los Mael se quedaron con las ganas de ver realizada la adaptación cinematográfica que Guy Maddin planeaba hacer de su disco “The Seduction Of Ingmar Bergman” (2009), una especie de ucronía en la que el cineasta sueco se veía tentado por Hollywood. El éxito y el fracaso también se encuentran en el seno de “Annette”: la necesidad de trascender, de conseguir ser admirado, ya sea a través de la belleza (como hace Ann) o de la incomodidad (como hace Henry). Los dos son esclavos de sus respectivos roles, pero mientras Ann se entrega cada noche en el escenario interpretando ópera, Henry se revela ante su público poniendo de manifiesto la máscara bajo la que se había estado ocultando, revelando así su verdadera naturaleza.

Al igual que ocurría en “Holy Motors”, la película también supone una reflexión en torno al cine y a la responsabilidad de los creadores a la hora de mantenerlo vivo. Carax se muestra crítico con el círculo vicioso de la industria cinematográfica e intenta desesperadamente salir de él. En ese sentido, “Annette” es un grito de rabia contra el sistema para poner de manifiesto sus lacras, incluidas las del cineasta. ∎