Hubo un tiempo en el que Brecht Evens (Hasselt, 1986) fue el niño prodigio del cómic belga. Debutante con solo 23 años con la deslumbrante “Un lugar equivocado” (2009; Sinsentido, 2011), pertenece a una generación que ha disfrutado de la libertad creativa conquistada por la anterior, la adscrita a la nouvelle BD –Joann Sfar, David B., Christophe Blain y compañía– que sacudió el polvo del encorsetado cómic francobelga de los 90 y primeros 2000. Evens ha construido una carrera al margen de la tradición, sin ningún interés por respetar las normas clásicas. Y no hay nada que ilustre mejor este desapego por el canon que su renuncia a la línea como elemento vertebrador de su dibujo, que se construye, más bien, con la mancha de color.
Tras “Pantera” (2014; Astiberri, 2018), un perturbador libro en el que exploró los miedos infantiles, Evens regresa con “Jolgorio” (2018; Astiberri 2022) al universo nocturno y urbanita que presentó en su primera novela gráfica, con la que comparte además algunos espacios, como la discoteca Harem. Como en “Un lugar equivocado”, presenta a un puñado de personajes jóvenes que se entregan a la noche, espacio de fantasía donde todo puede suceder, en busca de jarana y “experiencias” que los alejen de sus problemas. Sin embargo, algo ha cambiado. Los casi diez años que median entre ambos cómics parecen haber dotado a la visión de Evens de un poso más oscuro y reflexivo: las tres historias principales de “Jolgorio” giran en torno a personas en crisis, con pasados que van asomando poco a poco y que nos llevan de la mano a través de una odisea que alcanza tintes metafísicos y de renacimiento personal.
Para poder leer el contenido tienes que estar registrado.
Regístrate y podrás acceder a 3 artículos gratis al mes.