La precariedad del mercado laboral es un tema recurrente en las narrativas contemporáneas, por motivos obvios: se ceba con los jóvenes, cercena proyectos de vida y tiene consecuencias funestas en lo personal y lo colectivo. Por si fuera poco, en ciertos sectores más creativos se ha enquistado una filosofía emprendedora que explota despiadadamente la ilusión de trabajar en “lo tuyo” mediante herramientas de coaching, mindfulness y demás anglicismos torticeros, que esconde el más descarado neoliberalismo. En este viscoso fango se sumerge Candela Sierra (Ronda, Málaga, 1990), debutante en el cómic largo pero con una cierta trayectoria como ilustradora. “Rotunda” le ha valido el V Premio València de Novela Gráfica, y la autora respalda el galardón con una solidez sorprendente para una obra de debut, con un estilo gráfico original que destaca por prescindir de la línea y emplear una gama cromática no naturalista y muy expresiva, valores ambos que evocan el trabajo del belga Brecht Evens.

En un principio, el cómic cuenta la historia de Brisa, una joven escultora que, como tantas otras graduadas universitarias, trabaja de camarera esperando su gran oportunidad, que llega en forma de contrato precario –a tiempo parcial, por supuesto, aunque haya que echar todas las horas extras que sean necesarias– en la empresa Rotunda, especializada en el diseño artístico de rotondas por todos los pueblos de España. El negocio consiste en aprovechar los contactos del padre del jefe, director de la DGT, para hacerse con todos los contratos posibles: pura cultura del pelotazo y la “mamandurria”. Aunque la historia arranca de lugares comunes, rápidamente Sierra la lleva a un terreno más interesante, y se centra en el entorno laboral y en la contradicción existente entre el buen rollo de una compañía que se pretende moderna y las maneras autoritarias de toda la vida. Debajo de las sonrisas, el teambuilding y los compañeros varones que usan el femenino genérico se encuentra, a poco que se rasque, la explotación laboral y el machismo de toda la vida. Sierra recrea ese ambiente de forma veraz, y es capaz de caracterizar a cada personaje para encajarlo en un estereotipo sin renunciar a dotarlos de cierta humanidad, gracias sobre todo a que esa caracterización se ejecuta a través de lo visual.