Cathi Unsworth, más conocida en España por la novela policíaca “Bicho raro” (2012), acaba de entregar su esperado libro sobre el rock gótico. Pero ¿qué significa ser gótico? Lo mejor es siempre recurrir a un ejemplo. Ana Curra –Alaska y Los Pegamoides, Parálisis Permanente, Los Seres Vacíos–, una de las criaturas más góticas que hayan existido con permiso de tísicas inmaculadas como Lydia Lunch, Diamanda Galás o Rose McDowell, trata de desenterrar ese vago concepto en el prólogo del libro, cuya primera línea reza así: “El sitio de donde una viene es como el lugar del crimen, siempre se vuelve a él”. Aquí se advierten al menos dos rasgos del mejor gótico apuntado: fascinación por el crimen y retorno al pasado. En realidad, la pieza de Curra gira en torno a dos conceptos contrapuestos pero indisolublemente unidos: música y muerte.
La periodista británica ha sido inteligente limitando su minuciosa crónica al rock gótico anglosajón. Los párrafos dedicados a Maria Callas –nacida en Nueva York–, Juliette Gréco y Jacques Brel son una excepción, pero sus nombres se integran junto a otros antecedentes ilustres como Lee Hazlewood, Nico, Edgard Allan Poe, Jim Morrison, Karen Dalton, Vampira, Mary y Percy Shelley, Link Wray, Billie Holiday, Suicide, Aubrey Beardsley o el poderoso Aleister Crowley, of course, en unos apartados con letra blanca y preceptivo fondo negro bajo el título de “padrino gótico” y “madrina gótica”. Se sitúan al término de cada capítulo de una narración principal que da comienzo en 1979, año del ascenso al poder de Margaret Thatcher, el “invierno del descontento” y los asesinatos del sepulturero de Yorkshire que tiñeron de negro un país gris que engendró la contracultura juvenil de Malcolm McLaren, el punk inglés o la BBC de John Peel.
Entre el prefacio –sin título– y el apéndice –“Más historias de la cripta”–, los agradecimientos, la bibliografía y el segundo apéndice con aclaraciones del traductor, Héctor Castells Albareda –cuyas notas a pie de página tampoco tienen desperdicio–, Unsworth se esfuerza en construir un relato cronológico sintetizando las biografías preceptivas de Siouxsie & The Banshees, Bauhaus, The Cure, la saga Nick Cave, Cocteau Twins y The Cramps. También las de quienes, sin encajar de todo en el canon gótico, ayudaron a conjurar su espíritu, como The Damned, Joy Division, Magazine, Killing Joke o Echo & The Bunnymen. Encontramos nombres más secundarios pero fijos en la foto –The Chameleons, Virgin Prunes, The March Violets– y otros que han envejecido peor aunque gozan de enorme popularidad: The Sisters Of Mercy, The Cult, Theatre Of Hate o New Model Army. Y al menos dos debilidades, por recurrentes a lo largo del texto, encarnadas en las figuras de Siouxsie y Marc Almond. La narradora, que interrumpe la acción al inicio de los años noventa, sabe centrar la atención en lo más importante, zanjando lo consabido y proyectando luz donde reina la penumbra –lo cual no es precisamente gótico– en un contexto general “localista”: la década tétrico-liberal de Thatcher con sus gurúes políticos –Alfred Sherman– y económicos –Friedrich Hayek–.
Cathi Unsworth brinda al lector un tesoro de referencias literarias localizadas en el subapéndice “Consejos para montar una biblioteca gótica”, cinéfilas en “Sesiones golfas” y discográficas a lo largo de todo el libro, empleando una escritura rutilante, con barroca profusión de adjetivos –no se lo reprochamos: describir música sin repetirse durante casi 600 páginas no es sencillo; hay retratos insuperables como el dedicado a Elizabeth Fraser y no se le caen los anillos de calavera a la hora de citar a otros periodistas– más oportunas dosis de chisme, cierto tono catedralicio, humor inglés, profundo conocimiento de las tramas y orgullo de género –gótico–. Solo se echa en falta un índice onomástico para licenciar cum laude a “Temporada de brujas” (“Season Of The Witch. The Book Of Goth”, Nine Eight, 2023; Contra, 2024) como el Necronomicón de la estirpe quiróptera con permiso de otras biblias invertidas, como las de Mick Mercer o “Negroscuro. Onda siniestra y afterpunk en España” (2019), de Pablo Martínez Vaquero.
En las últimas páginas, la autora trata de resumir qué significaba ser gótico: “Una forma de resistencia contra la estupidez y la ignorancia” que se nutría de “arte intelectual, compleja literatura, cine sublime y discursos inteligentes”. Un corolario tan genérico ha de combinarse necesariamente con la producción artística del ropero gótico. También “imperaba la meritocracia”, es decir, que a nadie le regalaban nada, como a ella misma, que ahora es escritora. Este tipo de afirmaciones transmiten un fuerte sentimiento de pertenencia rebelde y elitista –nadie es perfecto–. Simultáneamente, sabemos que a los británicos les pirra pertenecer a un club, ya sea de fútbol, confesional o espirituoso, como The Batcave, sanctasanctórum del gótico londinense. La iglesia de Satán también tuvo muchos fieles en la parroquia, pero esta es otra historia. Para Unsworth, las verdaderas misas negras se celebraban en el 10 de Downing Street.
La cronista concluye afirmando que ser gótico significa “ser diferente” y regresa a la adolescencia –o empatiza con ella– animando a utilizar este libro “para aflojarles un mamporrazo en la cabeza con todos los hechos relatados” a quienes “se metan” con ellos –entendemos que propone un soplamocos metafórico–. Lleva razón a medias cuando asegura que la “cultura gótica” ha sido ridiculizada por “triste, lúgubre y estúpida cuando, de hecho, es exactamente lo contrario”. Digo yo que también habrá góticos mentecatos, como en todos lados –es mejor no personalizar–. Y termina parafraseando –sin revelarlo– al Johnny Cash de “Man In Black” (1971): “Hasta que las cosas no se pongan más optimistas, básicamente seguirá siendo una cultura vestida de negro”. Morrissey, gótico por dentro con tupé de teddy boy por fuera, cantaba al frente de The Smiths, en “Unloveable” (1986): “I wear black on the outside ‘cause is how I feel on the inside”. Todo tiene un grado, lo bonito es la variedad, la temporada de brujas no ha terminado y pocos torrentes estéticos han dado tan buenos resultados. ∎
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