En la propuesta creativa de este autor se condensa una mirada minuciosa y obsesiva que ha impulsado las posibilidades expresivas del cómic.
Chris Ware construye su universo gráfico a través de la idea de los instantes múltiples que van creciendo en cada viñeta. Su obra se alimenta inicialmente de la nostalgia y del profundo conocimiento de los clásicos estadounidenses que nacieron y evolucionaron en las páginas dominicales de los periódicos y nos descubrieron personajes carismáticos ligados a propuestas estéticas y de diseño muy potentes: “Little Nemo” (1905-1927) de Winsor McCay, “Krazy Kat” (1913-1944) de George Herriman o “Gasoline Alley” (1918-1959) de Frank King son la base de su propia aventura como creador de cómic.
Además, Ware, que creció con sus abuelos y su madre, se sintió de niño fascinado por las tiras de “Peanuts” (1950-2000) y el desamparo del personaje de Charlie Brown. También heredó de su primo los cómics de Superman y el universo DC; y los superhéroes se fraguaron como una inquietante mitología esperanzada en la cabeza de sus personajes niños, apareciendo tanto en las tramas de sus cómics del niño Jimmy Corrigan como en los del niño Rusty Brown. Ware, en su adolescencia y primera juventud, pasó por varias etapas de mucha alienación donde la televisión, la comida basura y la marihuana lo bloqueaban. Por otra parte, mientras estudiaba en Austin, se impregnó del underground, de la ciencia ficción y de las miradas psicodélicas hasta que rompió con esa etapa y en los periódicos en los que colaboraba buscó hacer historietas reflexivas, elaboradas y complejas. En 1991 se mudó a Chicago y la ciudad se transformó en el espacio simbólico que marcó la atmósfera de sus historietas de largo aliento. ∎