Por Ricardo Aldarondo→
20. 04. 2021
En “Crock Of Gold. Bebiendo con Shane MacGowan” (2020; en España, 2021), documental tan minucioso y tan aventurero como todos los de Julien Temple, existe una doble batalla: la de intentar atrapar todas las revueltas interiores de un personaje fascinante, contradictorio y retador como pocos, y la del propio autor, y diversos amigos de Shane MacGowan, para resistir los embates, resolver las renuncias y reunir presencia de ánimo constante para no tirar la toalla. Además, tratar de sacar a primer plano la dignidad y valía del retratado, que permanece sentado a lo largo de toda la entrevista actual que sirve de columna vertebral del filme, a veces babeante, y a menudo desmoronado física y anímicamente, pero que en diversos momentos resurge con la fuerza que le da su constante paradoja. No es fácil dibujar claramente el perfil de un hombre con tanta sensibilidad y tanta fiereza, tan lírico como irritante, tan lúcido como desnortado, pero el filme lo consigue. O, al menos, encuentra la única aproximación posible.
“Crock Of Gold”, que ganó el Premio Especial del Jurado en el Festival de Cine de San Sebastián 2020, no pretende ser un repaso a la carrera de The Pogues, que queda solo como hilo conductor de una parte de la vida del que fue su carismático líder: no se analiza a fondo el grupo en lo musical, en esa doble vertiente de fiesta popular y punk a veces rayana en la pachanga y en la melancolía arrebatadora, capaz de crear grandes himnos de pub a partir de la tradición irlandesa puesta al día a escupitajos. Temple y el productor Johnny Depp, que implica también su amistad personal de tres décadas, organizan el caos de esa vida lo justo para hacerlo comprensible y apasionante narrativamente, pero sin limar aristas de un poeta destroyer en una vida de 63 años, los que tiene en este momento, contada detallada e imaginativamente en su infancia y juventud, con todas las implicaciones sociales, de lo familiar a lo político, y con todos los ingredientes de un cóctel tan alcohólico como explosivo, que tuvo su fulgor durante los años 80. Pero los ecos permanecen y el personaje siguió haciéndose, o deshaciéndose en su obcecación aparentemente autodestructiva pero a la vez muy vitalista, hasta mutar en patrimonio nacional.
Ni siquiera es necesario tener interés o aprecio previos por el personaje o su música: Shane MacGowan te lleva por un carrusel de sensaciones contradictorias sobre él, la música, la poesía y la vida en general, y Julien Temple, a pesar de algunos detalles estéticos un poco chirriantes entre su torrente de imágenes documentales o recreadas, tan profusas y bien halladas como siempre, se encarga de dejar constancia, aunque sea subliminalmente, de la enorme importancia y el alcance emocional de canciones como “Fairytale Of New York”, “A Pair Of Brown Eyes” o “Summer In Siam”. Una vida que es una oda al arte impulsivo, al alcohol, al exceso, a la pasión, a la euforia y a la melancolía. ∎
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