Pasajes de una vida. Foto: Òscar Giralt
Pasajes de una vida. Foto: Òscar Giralt

Entrevista

Ira Sachs: “No diría que el cine queer sea más libre ahora, o que resulte más fácil hacerlo posible”

El Americana Film Fest de Barcelona, centrado en el cine independiente norteamericano, dedica al director estadounidense Ira Sachs una retrospectiva que acoge la Filmoteca de Catalunya hasta el próximo 30 de marzo. Conversamos con él a propósito de su obra.

13. 03. 2025

El realizador Ira Sachs (Memphis, 1965), artífice de películas como “Verano en Brooklyn” (2016) o “Passages” (2023), es un grande del cine queer y un resistente del cine indie estadounidense de los años noventa del siglo pasado, momento en el que irrumpieron autores como Paul Thomas Anderson o Todd Solondz. En sus trabajos, retrata relaciones humanas algo dañinas y encuentra imágenes bellas sin adornarlas artificiosamente. Su obra tiene un cierto aire europeo que remite a referentes como Éric Rohmer. Conversamos con él en la Ciudad Condal, un par de días antes de que impartiera una masterclass incluida en la programación del Americana Film Fest, que durante esta semana despliega su plan en varias salas de Barcelona y que hasta el 30 de marzo va a acoger el ciclo dedicado a él en la sede de la Filmoteca de Catalunya.

Te dedican una retrospectiva casi 30 años después del estreno del que podría considerarse tu primer largometraje, “The Delta” (1996). ¿Qué te enorgullece de esta trayectoria y qué te frustra?

Haber sostenido una carrera durante todos estos años desarrollando un trabajo que es personal me parece un logro. Puedo rendir cuentas y decir que he sido fiel a mí mismo, que siento toda mi obra como mía. Lo primero que me viene a la cabeza en cuanto a frustraciones es que no esté rodeado por mis compañeros de generación. Muchos de mis coetáneos no consiguieron mantener carreras artísticamente independientes. Pudieron mantener una carrera, pero dentro de la industria. Así que perdimos la oportunidad de escuchar todas esas voces individuales dentro del cine independiente.

¿Piensas en autores específicos?

No querría hablar de personas concretas. Si buscamos qué películas acompañaron a “The Delta” en su estreno en Sundance, supongo que solo uno o dos directores estarán haciendo cine independiente ahora. Y es algo que debe pasar todos los años. Creo que han tenido lugar cambios en la economía a lo largo de mi carrera que han impactado en las posibilidades de los realizadores para hacer cine. Pero no quiero parecer nostálgico. De hecho, intento evitar la nostalgia porque me parece reaccionaria.

¿Querrías haber hecho más películas o lo querías en otras etapas de tu vida pero ahora estás más conforme con cómo han ido las cosas?

El salto de nueve años entre “The Delta” y “Forty Shades Of Blue” (2005) fue muy difícil de sobrellevar, pero mi vida era también difícil entonces, así que lo asumo. También creo que mi carrera cambió a raíz de la recesión económica mundial de 2008. Cayeron fuentes de financiación, así que tuve que reinventarme y buscar yo mismo el dinero como productor. Desde entonces diría que he sido bastante prolífico.

“Si te trasladas a los años setenta, las imágenes cinematográficas estaban conectadas con un clima de liberación sexual. Ahora estamos en tiempos opresivos, tanto si hablamos de las imágenes que podemos filmar los cineastas como si lo hacemos de la economía que nos permite rodarlas”

Buscar financiación es una carga de trabajo que añadir al que te es más propio. ¿También ha contribuido a mantenerte con los pies en la tierra?

Sí, claro. Mis películas están relacionadas con la economía, como lo están mi vida y mi trabajo. También me parece que los equilibrios que haces cuando intentas navegar en los alrededores de la industria pueden ser productivos. Pueden ser opresivos, pero también pueden generar cierto rigor. Quizá.

La representación del amor romántico entre hombres es un pilar de tu obra. ¿Cómo sientes que están las cosas ahora cuando se trata de representar la homosexualidad en el cine estadounidense?

Creo que los cambios no suceden de manera unilateral, en direcciones únicas. Hay aspectos en los que hay mucha más libertad desde que empecé a tener sexo con hombres hasta ahora. Y eso ha impactado en mi relación con la sociedad, con mi familia, con la cultura… Pero no diría que el cine queer sea más libre ahora, o que resulte más fácil hacerlo posible. Si te trasladas a los años setenta del siglo pasado, las imágenes cinematográficas estaban conectadas con un clima de liberación sexual. Diría que ahora estamos en tiempos opresivos, tanto si hablamos de las imágenes que podemos filmar los cineastas como si lo hacemos de la economía que nos permite rodarlas.

A propósito de lo extraño del amor. Foto: Òscar Giralt
A propósito de lo extraño del amor. Foto: Òscar Giralt

Las escenas de sexo de “Passages” son bellas y a la vez energéticas y transmisoras de autenticidad. Son inusuales en el audiovisual mainstream actual. ¿Las conectas con esos años setenta de los que hablabas?

Sí. Mientras preparaba la película estaba viendo obras como “Taxi al W.C.” (1981), de Frank Ripploh, una película supergay del Berlín de 1980, y también los primeros trabajos de Chantal Akerman. Esas obras me dieron una especie de permiso para poder rodar aquello que quería ver.

¿Y cuál es tu relación con el cine contemporáneo? Te he leído palabras de admiración sobre Maurice Pialat o Éric Rohmer, sobre Yasujiro Ozu, sobre Robert Bresson...

Son mi canon.

¿Y no gozas con las obras de tus coetáneos del cine independiente estadounidense y los que vinieron después?

Me parece que mi relación con el cine es menos local que mi relación con la historia. Por una parte crecí en Memphis y viví en Nueva York. Soy profundamente estadounidense y mis películas reflejan esa perspectiva. Pero el cine es un mundo donde mis parientes, por decirlo de alguna manera, no suelen ser de allí. Lo son los cineastas que has citado y Satyajit Ray y Ken Loach y muchos autores más que llevo conmigo. Son ellos en los que busco una cierta guía. Son como mis padres. En cuanto a cine estadounidense, me interesa, me pone, el cine de los años treinta y de los cuarenta. Especialmente las películas precode (se refiere a las anteriores a la aplicación del denominado código Hays de censura), que todavía parecen valientes y radicales. Desprenden una especie de energía que me parece muy americana. Tienen una cualidad pop que disfruto y una cualidad popular que admiro.

“Intento pensar en clave amoral. No creo que la gente busque hacer aquello que es bueno, sino aquello que necesita. Dicho esto, también creo que toda película tiene una especie de moral que se desprende de su inicio y de su final”

¿Películas como “Carita de ángel”, de 1933, con Barbara Stanwyck?

Infinidad de ellas. Cuando filmaba “Passages” le ponía películas de James Cagney a Franz Rogowski (el actor protagonista del filme). Me parecen tan crudas... Las películas que dirigió Raoul Walsh, por ejemplo, me parecen muy inspiradoras por su brutalidad y a la vez por el goce cinéfilo que proporcionan.

Es curioso que menciones películas de gánsteres, porque muchas escenas de tus películas conjuran belleza.

Sí, pero también son filmes que tratan de hombres que se comportan mal. No es algo contradictorio. Creo que surge una cierta belleza cuando vemos en la pantalla a unos personajes haciendo cosas que no deberían hacer, liberando lo que la mayoría de nosotros intentamos ocultar. Es como sentir tu propia liberación. Las malas conductas son divertidas de ver como espectador, cuando no tienes que vivir con ellas.

¿Es importante para ti que tus narraciones incluyan una cierta dimensión ética sobre las maneras como los personajes se quieren y se hacen daño?

Intento pensar en clave amoral. No creo que la gente busque hacer aquello que es bueno, sino aquello que necesita. Dicho esto, también creo que toda película tiene una especie de moral que se desprende de su inicio y de su final. ¿Crees que tiene sentido? ∎

El código Sachs


“The Delta” 
(1996)

El primer largometraje de Ira Sachs sigue la vida de dos jóvenes gais después de un encuentro casual: un chico de buena familia que oculta sus inclinaciones y un hombre vietnamita. El realizador opta por un laconismo enigmático al explorar situaciones abiertas y personajes que no suelen explicarse a sí mismos. La fotografía empleada desprende cuidado y, a la vez, crudeza. Su aspecto cuasi documental, incómodo, marca distancias con ese indie amable y fácil de comercializar que convergía con Hollywood.


“Keep The Lights On” 
(2012)

Una difícil relación de pareja de Sachs terminó inspirando este poderoso drama sobre amor, drogodependencia y fidelidad a la persona enferma. La obra transmite rigor en la manera de relatar los acontecimientos y de sugerir, con convenientes dosis de indeterminación, las contradicciones interiores de sus protagonistas. No estamos ante una cinta que alterna momentos felices y momentos tristes: la felicidad y el dolor, la belleza y la sordidez, se entremezclan en un todo orgánico y rico.


“Verano en Brooklyn”
 (2016)

Las historias de adolescencia y entrada progresiva en la vida adulta son uno de los fuertes del cine indie. Este filme trata de un adolescente aficionado al dibujo, tímido y sensible, que vive una especie de amistad de verano cuando sus padres se trasladan a Brooklyn a raíz de una muerte en la familia. Sachs ofrece una agridulce comedia dramática que entremezcla bellas estampas de florecimiento de una amistad juvenil con problemas sociales y económicos de fondo. ¿Quién puede querer crecer?


“Passages” 
(2023)

Este rectángulo amoroso queer es otro hito de la extraordinaria madurez artística de su director. A través del retrato de un cuadrado amoroso vuelve a mostrar su interés por las heridas que las personas se pueden infligir en el marco de las relaciones amorosas, y un cierto gusto por plasmar momentos incómodos. El centro de todo ello es Tomas, un cineasta egocéntrico que oscila entre conservar su matrimonio homosexual y dejarse llevar por la atracción hacia una mujer. Alguna escena sexual es antológica. ∎

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