¿Se puede aspirar a estas alturas del siglo XXI a escribir la Gran Novela Total? Se puede: solo tienen que sumergirse en las 250 páginas de “El año del Búfalo” –último Premio Herralde de Novela– y dejarse llevar por la tumultuosa cascada de acontecimientos que Javier Pérez Andújar (Sant Adrià de Besòs, 1965) va desgranando a lo largo de todo su recorrido.
Cuatro personajes encerrados en un garaje de extrarradio, losers de manual que han decidido renunciar al mundo para vivir su vida al margen, y una extraña criatura que aparece para putearlos se combinan con una serie de psicofonías (sesenta, para ser exactos) y con la, digamos, biografía de un escritor comunista finlandés (Folke Ingo) enamorado de España, de sus garbanzos y de sus caldos.
Con estos mimbres, una labor de investigación que se antoja titánica y un sentido del humor que fumiga todo el texto, Andújar nos lleva de la mano en un explosivo tour guiado por varias de las atrocidades del siglo XX: por aquí desfilan todas las revoluciones africanas, asiáticas y latinoamericanas, todas las dictaduras y los movimientos de descolonización, los magnicidios y los asesinatos sin resolver de líderes que hincaron el codo para cambiar el mundo. Conclusión: el hombre es un monstruo para el hombre y la barbarie se repite a lo largo de la historia de la humanidad.
Con el año del Búfalo de 1973 según el calendario chino como pieza de resistencia –acudan a lo escrito entre las páginas 170 y 183– y una torrencial acumulación de notas a pie de página (que, de hecho, conforman casi otro libro paralelo: hola Foster Wallace), por el volumen desfilan Mussolini y Manolo Escobar, Klaus Barbie y John Lennon, José Luis López Vázquez y Patrick Modiano, Roland Barthes y Joseph Beuys, Carrero Blanco y los Conguitos, Francisco Franco y el ColaCao, el Capitán Trueno y “El ángel exterminador”, Gregorio Morán –protagonista de una delirante subtrama que lo lleva por media Europa en misiones clandestinas junto a Ingo– y “Cannon”, Bing Crosby y “Perros callejeros”, la CNT y Woody Guthrie…
Las referencias se acumulan (pero nunca se atragantan) en una novela híbrida (y llena de bigotes) donde la cultura popular –tebeos, películas, canciones, series de TV– y la intelectual conforman la masa emocional que le sirve a Andújar para hablar de luchas y fracasos, de desencantos e ilusiones (perdidas pero jamás archivadas), siempre desde la óptica de esa Suburbia que el barcelonés ya plasmó en entregas anteriores como “Los príncipes valientes” (2007) y “Paseos con mi madre” (2011).
Las voces se multiplican –hay que escuchar a la traductora de Ingo, a los padres Basilitz Zhlobin (uno de los confinados), a la madre del escritor, a la exdirectora del cineclub Padrino Búfalo de Santa Coloma de Gramenet…– en un zócalo vertiginoso, mestizo, desvergonzado, pop, sabio, rebelde, dinamitero y libertino. ∎
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