¿Cuáles son tus primeros recuerdos musicales?

Mis primeros recuerdos son en el vientre de mi madre, porque mi padre era músico. Tocaba el órgano, el piano, el acordeón, el txistu y el tamboril. Mi padre tocaba tangos como “La comparsita” o pasodobles como “Islas Canarias”. Primero tuvo un bar y luego se puso a trabajar en Zubizarreta, una empresa de ferretería para ventanas. Mi padre tocaba casi cualquier instrumento que le pusieras delante y era profesor de música en el pueblo. Yo dejé pronto de ir a sus clases porque él no soportaba que desafinara y yo no soportaba que me diera coscorrones. Se lo dije a mi madre, que solo me daba coscorrones a mí y no a los otros niños, y me liberé de las clases de música. Además, me aburrían mucho. Mi hermano siguió tocando la txalaparta, pero yo entré en la música como letrista. Era la época del rock radikal vasco y yo había empezado ya a crear mis propios grupos de teatro, ¡hasta cuatro distintos! Y en muchos de los espectáculos había música en directo. Con nosotros han cantado en esos espectáculos desde Natxo Etxebarrieta, de Cicatriz, a Dieguillo, de Quemando Ruedas, pasando por Gari, de Hertzainak, o Mahoma, de RIP. Y Evaristo, de La Polla Records, que cantó una canción que él escribió para una obra de antipsiquiatría, “El gurú”, que se adaptaba a la perfección a esa obra de teatro. Él la cantaba vestido con una camisa de fuerza. ¡Le mando un abrazo desde aquí! Luego, de una manera natural, entré en contacto con Josu Zabala, el alma mater de Hertzainak, un grupo muy en la onda de The Clash, y empecé a colaborar con ellos para escribirles letras. También escribí alguna para Korroskada.

Parece que viviste una época musical muy intensa. ¿Por qué no seguiste adelante?

En aquel entonces, igual que estaba la movida madrileña y la movida de Vigo, estaba el rock radikal vasco. Eran momentos de mucha creatividad en los que todos nos interrelacionamos y siempre había un roto para un descosido. En esa época también cantaba. Montamos La Banda Municipal de Ska con gente de Potato, Hertzainak y más grupos, y yo cantaba algo y tocaba un fiscorno. Salíamos al escenario tocando como Madness o The Specials, con los cinturones del pantalón sueltos, y terminábamos con los pantalones caídos, en pelotas. Momentos muy locos.

Ahora parece que la creatividad va por compartimentos estancos, pero entonces nos retroalimentamos unos de otros y para un espectáculo en el que necesitábamos un escenógrafo tirábamos de un pintor o un escultor. Había un caldo de cultivo maravilloso para desenvolverse en cualquier tema. Pero a mí lo que más me gustaba era pintar, escribir, interpretar y dirigir. En ese ambiente encontré un lugar en el que me sentía cómodo, realizando creaciones colectivas en las que todos hacíamos de todo y nos interrelacionamos gente de plástica con músicos, poetas y teatreros.

¿Y cómo había entrado el rock en tu vida?, dado que no fue porque tu padre lo escuchara…

Yo empecé a oír rock’n’roll a los catorce años, cuando nos marchamos de Salinas de Léniz y nos fuimos a Vitoria. Hasta entonces estaba más con la canción protesta –Víctor Jara, Quilapayún, Urko o Lluís Llach– que con el rock’n’roll, pero en 1976 o 1977 empecé a oír rock’n’roll y abandoné la política. Con los amigos empezamos a intercambiarnos cintas de casete que nos grabábamos o que robábamos de Galerías Preciados. Leíamos el ‘Vibraciones’ y el ‘Popular 1’, veíamos películas como “El último vals” (Martin Scorsese, 1978), el concierto de despedida de The Band, o “Tommy” (Ken Russell, 1975). Luego, cualquier cosa que viniera a Bilbao, a Donosti o a Vitoria íbamos a verla, o el festival de jazz. Yo llegué a jugar al baloncesto contra Jaco Pastorius. Cuando hice “Año Mariano” metí en la película a mi amigo Javier Vargas. Con Evaristo, con Josu Zabala y con Fermin Muguruza me sigo viendo. Y me han invitado a hacer acto de presencia en los conciertos de despedida de Hertzainak. Estaremos muchos amigos y nos divertiremos (se refiere a la reunión del grupo para su despedida definitiva en Vitoria-Gasteiz: el mítico grupo de rock euskaldún dijo adiós el 6 de enero en Mendizabala, después de haber tocado los días 16 y 17 de diciembre en Bilbao).

La lista que has elaborado está llena de nombres clásicos. ¿No hay cosas más recientes que te atraigan?

Yo me quedé anclado en los 70 y 80. Después no se ha superado el nivel, al menos para lo que me gusta a mí, que es el rock. Yo, entre The Beatles y The Rolling Stones, lo tenía muy claro… Lo de después me parece mucho menos interesante, ya no te digo el bakalao o el reguetón, que con 62 años no me llegan. Yo he sido devorador de rock’n’roll, pero sí soy ecléctico. Me gusta Camarón, el blues, el country, el “Requiem” de Mozart o Culture Club. Pero lo que más me gusta es el rock’n’roll. Y te puedo añadir más nombres: Queen, The Cure, Jimi Hendrix, Chuck Berry, Patti Smith o Pretenders.

¿Algo de heavy?

No. He sido más de rock’n’roll que de heavy.

¿Cuándo se produjo tu desinterés por las nuevas formas de expresión que ha ido ofreciendo el rock’n’roll?

No hay un momento concreto, simplemente terminas pensando que, musicalmente, cualquier tiempo pasado fue mejor. Quizá me he quedado anticuado, igual que me he quedado anticuado para los ordenadores. A lo mejor es cosa de recuerdos o de vivencias. Los cambios no los percibes cuando los estás viviendo. Años después es cuando te das cuenta de las cosas que echas en falta. Puede que después hayan surgido uno, dos, cinco o veintitrés temas que me molen, pero el gran cambio se produjo en los 70 y 80. Y los mejores momentos para la música se han vivido en los setenta y los ochenta.

¿Cuál es tu rutina para escuchar música?

No la tengo. No tengo tocadiscos desde 1990, creo. Ahora tengo muchas cosas que hacer y no dedico mi vida a la música. Me monto en el coche y muevo el dial de la radio hasta que encuentro algo que me gusta. Yo me paso la vida en hoteles. Casi no tengo casa… No paro. En casa me pongo la tele y si quiero escuchar algo en concreto lo busco en Spotify y me lo pongo en el móvil. Los últimos discos que me compré, curiosamente, creo que fueron de música brasileña, en São Paulo, hace unos doce o trece años. Me traje como cincuenta DVDs de música brasileña: Chico Buarque, Caetano Veloso, Vinicius de Moraes... aunque no sea lo que más me gusta.

¿De verdad no tienes tocadiscos?

Antes todos teníamos un tocadiscos. Ahora solo lo tiene un 10% de la población, aunque me han dicho que vuelve a estar de moda… También me deshice de los elepés en algún cambio de casa. Igual que se me quedó la txalaparta en alguna mudanza. ∎