Las redes sociales han favorecido, alimentado y visibilizado este discurso. Hoy sabemos más que nunca de los intestinos del oficio porque quienes nos dedicamos a esto exponemos nuestras cuitas despreocupadamente en un espacio virtual al que hay que agradecer su mera existencia como espacio público, pese a todos sus problemas. Y uno de estos problemas es la inmediatez y la falta de reflexión previa, que en numerosas ocasiones lleva inequívocamente al exabrupto impertinente o al lloriqueo vergonzante. Que, bueno, pueden ser sinceros, no digo yo que no, aunque personalmente eche de menos que los argumentos tengan mejores cimientos.
Imagino que en un intento de ordenar sus ideas sobre la cosa esta de los tebeos y ponerlas (literalmente) negro sobre blanco, el escritor Javier Marquina (Huesca, 1975) y la dibujante Rosa Codina (Ordal, 1987) acaban de publicar con la editorial ECC el ensayo en viñetas “Cómo salvar la industria del cómic sin tener ni puta idea” (2023), una suerte de hijo con ganas de bulla de “Cómo hacer un cómic sin tener ni puta idea”, fanzine que el mismo equipo firmó en 2020 con clara intención didáctica. En cambio, en el nuevo volumen que nos ocupa, el ánimo pedagógico (aunque presente) deja paso a una suerte de terapia de grupo compartida con los lectores.
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