La primera vez que vi “Mulholland Drive”, en el festival de Sitges de 2001, recuerdo salir de la sala con la cabeza destemplada, tratando de asimilar una desagradable sensación que mi “yo” de 16 años era incapaz de asociar con David Lynch: la de una (relativa) decepción. ¿Cómo podía defraudarme mi director predilecto, el que más había alimentado mi deseo de ver cine? ¿Qué fallaba en un filme que, resultaba evidente, parecía hecho a medida de sus seguidores? Tardé todavía unos meses, hasta reencontrarme con él en su estreno oficial en salas (que exprimí con sucesivos revisionados) en comprender que el fallo no se hallaba en la pantalla, sino en mi mirada. Que el disgusto no guardaba relación con lo que era la película, sino con lo que no era. O, para ser más precisos, con lo que no había podido ser: una serie de televisión de largo recorrido, que habría coincidido en el tiempo con “Los Soprano” (David Chase, 1999-2007), “A dos metros bajo tierra” (Alan Ball, 2001-2005) y otras producciones ilustres, contribuyendo quizá a configurar el imaginario de la primera tanda de hitos de la televisión finisecular.
Hacía un par o tres de años que oíamos hablar del proyecto de “Mulholland Drive”, una producción que Lynch estaba desarrollando para la emisora estadounidense ABC. Las noticias y especulaciones nos llegaban con cuentagotas a través de breves télex en ‘Fotogramas’ (“Lynch ficha a Ann Miller y a Marilyn Manson”; este último, desaparecido de la versión final, en el improbable caso de que llegase a rodar alguna escena) o de teorías más elaboradas en el fanzine ‘Wrapped In Plastic’, durante mucho tiempo brújula del lynchverso, que recordaba que una de las primeras encarnaciones de la empresa fue la de un spin off de “Twin Peaks” (cocreada con Mark Frost, 1990-1991) coescrito con Robert Engels –guionista de confianza en la misma “Twin Peaks”, “Twin Peaks. Fire Walk With Me” (1992) y “En el aire” (cocreada con Mark Frost, 1992)– que debía seguir los pasos del personaje de Audrey Horne (Sherilyn Fenn) a su llegada a Los Ángeles para convertirse en actriz. Todo esto a pesar de que su última escena en aquella serie la situase en el epicentro de una explosión que volaba por los aires un banco, suspendiendo su destino en un cliffhanger que ni siquiera “Twin Peaks. El regreso” (cocreada con Mark Frost, 2017) resolvió del todo.
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