Tras conocerse las nominaciones a los Oscar 2021 el pasado 14 de marzo, dos populares comunicadores al timón de sendos magazines de radio generalistas daban en el apartado de noticias breves de sus programas la relación de principales nominados. Saltándose alegremente la divisoria entre información y opinión, coincidían ambos en añadir el calificativo “la gran”, subrayando la entonación, antes de nombrar a Frances McDormand como candidata al premio de la academia a mejor actriz principal por “Nomadland” (2020; en España, 2021), de la cual también es productora. Esta coincidencia a la hora de salpimentar con un pellizco improvisado de valoración personal una noticia en crudo es ilustrativa del rango que Frances McDormand –perdón, LA GRAN Frances McDormand– ostenta a día de hoy en el imaginario mitológico actual del espectador de cine mainstream (en el Olimpo indie ya hace años que fue endiosada).
Ahora mismo, esta actriz de 63 años es de las pocas intérpretes en el mundo que puede llevar a gente a ver una película simplemente por su sola comparecencia en pantalla. No hay muchas más que, como ella, puedan despertar una filiación y admiración similar. Aventuro: Cate Blanchett, Helen Mirren, Isabelle Huppert, Tilda Swinton… Y dudo: Glenn Close, Julianne Moore, Meryl Streep, Juliette Binoche, Jodie Foster y Nicole Kidman sin duda tuvieron esta estatura no hace tanto, pero ahora quizá haya menguado. ¿La habrán alcanzado ya Carey Mulligan, Olivia Colman o Kristen Stewart? Ojo, no estamos hablando del tirón en taquilla de una estrella. Es otro tipo de atractivo, de marchamo, quizá: el de las profesionales que “trabajan muy bien”. O el de ir a ver un filme, por raro que sea, porque si sale esta actriz, seguro que es bueno. ¿Cómo no va a serlo si está Frances McDormand, seis veces nominada al Oscar, dos de ellas llevándoselo (por “Fargo” de los hermanos Coen en 1997 y por “Tres anuncios en las afueras” de Martin McDonagh en 2018)? Por no hablar de BAFTAs, Emmys, Tonys, Independent Spirits, Globos de Oro, galardones de la crítica o del Sindicato de Actores, blablabla… Frances es sinónimo de qualité consensuada.
A diferencia del libro de igual título de Jessica Bruder en el que se inspira, “Nomadland” no carga tanto las tintas en lo social como en la vertiente emocional. ¿Qué lleva a una persona de 60 años a echarse a la carretera y a vivir a salto de mata? ¿Deseo de libertad o hartazgo de la vida en sociedad? ¿Es una decisión propia o la única salida que le queda? Ahí es donde Zhao introduce también una reflexión sobre el ideal estadounidense del retiro huyendo del ruido de la civilización (el modelo “Walden” de Thoreau) y la vida sin dirección postal fija, tan incrustado en su imaginario cultural (los pioneros de la conquista del Oeste, los braceros en ruta de la Gran Depresión, los beatniks, las road movies…). Porque no es lo mismo liarse la manta a la cabeza cuando se tiene todo el futuro por delante, como en “Hacia rutas salvajes” (Sean Penn, 2007) o “American Honey” (Andrea Arnold, 2016), que cuando la mochila del pasado lleva exceso de peso y un achaque de salud es algo más que una raspadura o un resfriado.
Ahí, también, es donde Frances McDormand deja de ser Frances McDormand. Ni siquiera es Frances McDormand interpretando a Fern, la protagonista de “Nomadland”. La actriz pasa a ser una abstracción en cuya sonrisa gastada y silencio de pobre se representa la derrota, pero también la dignidad. Es Tom Joad casi un siglo después. O es el Tom Joad con el físico de Thelma Ritter, no el de Henry Fonda. O es el Tom Joad del libro de John Steinbeck, no el de la adaptación de John Ford. Es decir, que igual que Steinbeck alternaba pasajes de observación periodística-ensayística con capítulos de ficción, Frances McDormand en la película de Zhao es casi el único personaje inventado (junto al de David Strathairn) entre las personas reales que viven sobre ruedas. Mucha verdad ha de transmitir una actriz (o un actor) para empatar en credibilidad y emoción con los seres humanos reales que fueron escupidos por el sistema a una vida nómada. Y mucho simbolismo. Porque sin Frances, seguramente esta historia no llegaría a tanta gente. Y sin Frances, “Nomadland” tampoco representaría a toda esa generación de personas que llevan años decepcionadas con Norteamérica. ∎
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