Molesta un poco recordarlo, pero nuestra visión de lo que nos rodea está moldeada por el concepto de civilización. La civilización que nos envuelve y la ciencia que nos protege a la vez acota nuestras miras. El mismo efecto que si hubiéramos nacido en una aldea de la montaña y jamás hubiéramos salido de ahí. Nuestra visión del mundo, guionizada por “civilizacionistas” desde tiempos inmemoriales.
Menos mal que existen el cómic, la literatura y el cine de autor para sacarnos en ocasiones de ese agujero de percepción.
Sí, no he mencionado viajar como desencadenante de una transformación del punto de vista. Se aprende mucho viajando. Desata el instinto de comprender lo que es nuevo, pero muy poca gente consigue abstraerse de su propia idea de civilización viajando. Ni del sentido de pertenencia a un grupo.
Es la verdad que refleja esta novela gráfica, que está basada en un viaje en el que el gobierno español envió a un grupo de cineastas y fotógrafos a Guinea Ecuatorial con el fin de documentar la vida en la colonia española. Fue en 1944.
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