“Victoria (Mary Clarke, la esposa de Shane MacGowan) llegó y se encontró con Shane sangrando por la boca y sosteniendo el disco del que literalmente había mordido algunos trozos. Victoria recuerda: ‘Me dijo que se había metido quince o veinte tabletas de ácido y que estaba convencido de que había llegado la Tercera Guerra Mundial y que él, como líder de la República de Irlanda, estaba celebrando una cumbre en su cocina con los jefes de estado de las potencias mundiales: Rusia, China, Estados Unidos e Irlanda. Y para demostrar la inferioridad cultural de EEUU, se comía un disco de los Beach Boys’”. Pasajes con esta fuerza, con este cóctel de hilaridad, locura y patetismo, justifican la lectura obligada de “Una furiosa devoción” (“A Furious Devotion: The Authorised Story Of Shane MacGowan”, 2021; Liburuak, 2023) incluso aunque la música de The Pogues nunca te haya interesado lo más mínimo.

Han sido bastantes los libros y documentales que se han dedicado a la figura del simpar MacGowan (Pembury, Reino Unido, 1957), pero ninguno muestra un retrato tan completo y diría que certero como esta biografía escrita por el periodista inglés Richard Balls. Es, además, muy actual: incluye una referencia a Fontaines D.C. como genuinos herederos de la poesía de The Pogues e incluso una entrevista a Julien Temple, quien habla de las dificultades que tuvo para rodar su documental “Crock Of Gold. Bebiendo con Shane MacGowan” (2020). Balls, aunque no lo explicita demasiado, seguro que también sufrió el mutismo, los cambios de humor y el comportamiento errático de una persona de quien el productor Steve Lillywhite dice que es el único bohemio verdadero que ha conocido en su vida. Un espíritu libérrimo aún más llevado al caos por sus adicciones alcohólicas y politóxicas. El autor tuvo acceso al artista, a su casa, a su colección de discos... pero apenas saca declaraciones de él en las casi 400 páginas que conforman el libro. Teniendo en cuenta lo poco fiables que estas podrían ser (varias voces atestiguan que muchas de las cosas que cuenta son historias inventadas), se apoya en multitud de entrevistas a familiares, allegados, colaboradores y otros artistas con las que construye un retrato polifónico, plagado de aristas y realmente fascinante, del autor de “Fairytale Of New York”.

Mérito adicional de Balls es que evita la visión excesivamente romantizada que se suele tener de su figura y entra sin cortapisas en sus rasgos más sórdidos: su alergia cuasi infantil a tomar responsabilidades y enfrentarse directamente a los problemas (a finales de los años ochenta quiere dejar The Pogues pero no se atreve a decírselo a sus compañeros, así que se pone hasta las trancas para que no le dejen subirse al avión que los va a llevar de gira a EEUU), la oscura historia de las personas que murieron en su casa compartiendo heroína con él, su tendencia a meterse en peleas... Pero tampoco evita glorificar su genio: padres y profesores recuerdan que a los once años ya leía a Dostoievski y Joyce y que era un escritor muy aventajado, mientras que compañeros de profesión como Nick Cave o Bruce Springsteen se deshacen en elogios sobre su obra. El Boss llega incluso a afirmar que, dentro de cien años, casi todos los músicos serán olvidados –incluido él–, pero MacGowan permanecerá en el recuerdo de la gente.

El libro también aborda su relación con las mujeres –era un verdadero seductor– y narra de modo exhaustivo todo su recorrido musical, siempre vehiculado por una búsqueda de la identidad como irlandés crecido en la diáspora londinense. También en el estatus icónico adquirido en su país, donde incluso se rodó un documental dedicado a mostrar cómo se hizo la reconstrucción dental que le practicaron en 2015. Y, en las últimas páginas, se detiene en su situación actual, en la que conviven lustrosos homenajes con un día a día que se pasa sentado como un vegetal frente a la pantalla del televisor y la inspiración perdida, sin que parezca probable que vaya a componer más material nuevo.

La mala noticia es que la edición española a cargo de Liburuak es bastante deficiente. Se nota lo poco cuidada que está en detalles como la arbitrariedad con que usa cursivas y mayúsculas y, sobre todo, en una traducción –a cargo de Xabier Sanchez– muy mejorable con fallos garrafales como el cambiar de sexo a Christy Moore. Todo eso hace que la lectura sea finalmente menos disfrutable de lo que el contenido merecía. ∎