El documental “Summer Of Soul (... Or, When The Revolution Could Not Be Televised)”, que recupera el espíritu del Harlem Cultural Festival 1969, se ha convertido en la sorpresa de este verano para los melómanos selectos. Más que eso, la película, dirigida por Questlove (The Roots) a partir del material filmado por Hal Tulchin (1926-2017), se ha revelado como un insólito e inesperado descubrimiento que merece la categoría de extraordinario.
La recuperación de un superfestival de música negra celebrado en pleno Harlem en el verano de 1969 –evento que, incomprensiblemente, parecía borrado del mapa… hasta ahora– es noticia en este 2021 por su desbordante riqueza artística redescubierta, con un cartel de relumbrón y unas prestaciones sobresalientes –algunas de ellas, imperecederas–, pero también por el poder de unas imágenes que son celebración y símbolo de una lucha por la reivindicación de unos derechos que la sociedad afroamericana reclamaba en aquel 1969 entre la pasmosa naturalidad y la denuncia contenida.
Celebrado durante seis domingos no consecutivos entre el 29 de junio y el 24 de agosto (la última fecha acogió el concurso de belleza Miss Harlem), el Harlem Cultural Festival 1969 coincidió, en su quinta cita dominical, el 17 de agosto, con Woodstock (15-18 de agosto), el megafestival que, a unas dos horas de distancia de allí, borró del mapa todo lo demás y se hizo con los honores de reclamo generacional para la posteridad con –hay que destacarlo– una programación basada en una treintena de artistas blancos… y ¡solo tres negros!: Richie Havens (que abrió Woodstock el viernes por la tarde para cubrir una baja circunstancial), Jimi Hendrix (que lo cerró el lunes, ya por la mañana, a horas intempestivas) y Sly & The Family Stone (único nombre presente en ambos certámenes).
Questlove, el ilustrado batería de The Roots, ha sido el responsable de este gozoso rescate emocional que es “Summer Of Soul (... Or, When The Revolution Could Not Be Televised)” (2021; estrenado en cines españoles el 16 de julio y disponible también en Disney+), sorpresón edificado a partir de las casi cincuenta horas, registradas por Hal Tulchin, de filmaciones disponibles y apenas utilizadas. La cinta reivindica ese excitante momento que fue cruce de caminos estilísticos en plena época de cambios sociales con una banda sonora de categoría superior que ilustra perfectamente el orgullo de ser negro. La carnalidad del puro espíritu Harlem y las muestras de felicidad desbordante que se vivieron en esos conciertos se impusieron a un contexto deprimente: la luctuosa mochila de los asesinatos de Malcolm X (en 1965) y, sobre todo, Martin Luther King (en 1968) –también los de los hermanos Kennedy (John F. en 1963 y Bobby en 1968)–, y la persistente Guerra de Vietnam flotando en el ambiente, con tantos ninguneados soldados afroamericanos muertos en combate.
Muy acertadamente, “Summer Of Soul” complementa los directos con imágenes de noticiarios que, en paralelo, ofrecen pinceladas que enriquecen el marco social. También lo hacen los emotivos testimonios actuales de algunos testigos del evento, los cuales destilan un significativo y reparador amor propio. Tantos años después, el mensaje de los que vivieron aquel “signo de los tiempos” como jóvenes, adolescentes o niños proyecta hacia el presente un pasado que fue sustancia y materia para la colectividad negra. El eslogan “Black Is Beautiful” reafirmaba sus derechos y definía ética y estéticamente a muchos afroamericanos que habían perdido definitivamente la fe en el sistema.
El Harlem Cultural Festival obtuvo el respaldo del alcalde de Nueva York, el blanco, republicano y liberal John Lindsay, político muy respetado entre la congregación negra (dos años después se pasaría al bando demócrata). Valiente y carismático, recogió el reconocimiento del público en el escenario de la mano de Tony Lawrence, el hábil promotor-organizador, que consiguió el patrocinio de la marca de café Maxwell House para subvencionar aquellos shows gratuitos para unos 300.000 asistentes.
Como dato curioso, la tercera fecha del Harlem Cultural, el 20 de julio, coincidió con el alunizaje del Apollo 11, hecho que queda reflejado en el documental con la inclusión de un reportaje de televisión en directo durante el festival con entrevistas a espectadores entusiasmados con los conciertos y contrariados o molestos por el desdén al que se sentían sometidos con aquella carrera espacial –que les producía indiferencia total– alejada de los problemas más elementales de su comunidad.
Sly & The Family Stone, The 5th Dimension, Abbey Lincoln, Max Roach, Mahalia Jackson, The Staple Singers, Stevie Wonder, Dave Ruffin, Gladys Knight & The Pips, Mongo Santamaría, Ray Barretto, Nina Simone, B.B. King y Hugh Masekela, entre otros, pasaron por el escenario situado en Harlem, en el Mt. Morris Park (parque que en 1973 fue rebautizado como Marcus Garvey Park), en horario de tarde (la fiesta empezaba a las 15:00 horas), para hacer disfrutar de lo lindo al público –efervescente y alegre ambiente familiar en una suerte de casi-barbacoa festiva donde no faltaron los cómicos y los números de danza– y certificar, de una manera absoluta, el poder y la gloria de una rica tradición musical negra que, en la década de los sesenta, con un insuperable background acumulado de blues, jazz, góspel, rhythm’n’blues, rock y soul a sus espaldas, más el incipiente funk (sin olvidar los mutantes ritmos latinos), había cimentado una parte fundamental, decisiva, de la música moderna en el siglo XX, como se demuestra en (la magnitud de) estas reactivadas actuaciones; más de cincuenta años después, suenan todavía legendarias.
01 Un estiloso Stevie Wonder, con 19 años, tocando, sobrado, la batería, o proyectando luz, iluminado, en la interpretación de “Shoo-Be-Doo-Be-Doo-Da-Day”: impagable.
02 El elogio de Harlem, idealizado paraíso para muchos afroamericanos, residentes o no en el barrio, en la celebratoria canción “Uptown” de The Chambers Brothers.
03 Los argumentos de un pletórico y fiero B.B. King en “Why I Sing The Blues”: esclavitud y pobreza.
04 La flauta de Herbie Mann, con la ayuda de Roy Ayers, aligerando para todos los públicos el “Chain Of Fools” que Aretha había convertido en cumbre del despecho amoroso.
05 El pop negro que parecía blanco, y orientado hacia la iglesia, de The 5th Dimension con su pátina hippy tomada del musical rock de Broadway “Hair” en su medley de “Aquarius” y “Let The Sunshine In”: éxito asegurado.
06 El coro de góspel The Edwin Hawkins Singers bordando un “Oh Happy Day” levitante con la inconmensurable Dorothy Morrison al timón.
07 La lección de Pops Staples con su guitarra blues tejiendo la base para que sus tres hijas se explayaran en un góspel desbocado: The Staple Singers entrando en trance con “Help Me Jesus”; lo de Mavis, sobrenatural.
08 La catarsis de fe en “Heaven Is Mine” a cargo de Professor Herman Stevens & The Voices Of Faith.
09 Clara Walker & The Gospel Redeemers: góspel espectáculo.
10 La intervención como MC concienciado, y crítico con la situación de los Black Panthers encarcelados, del respetado pastor y activista Jesse Jackson, quien recibió el apoyo instrumental de la Operation Breadbasket Orchestra & Choir, banda de Ben Branch, a quien Martin Luther King había dirigido sus últimas palabras al pedirle que tocase “Precious Lord, Take My Hand”, su canción favorita, justo antes de ser abatido...
11 … Y en honor del Reverendo asesinado, por sugerencia de Jesse Jackson, Mahalia Jackson –que no se encontraba bien– interpreta, tras pedir ayuda a una Mavis Staples en racha, el citado himno góspel “Precious Lord, Take My Hand”: un mano a mano entre dos fenómenos que queda para la historia –“fue el mejor momento de mi vida”, se oye decir a Mavis en el documental–. Emocionada Mavis, hipnótica Mahalia.
12 Un estelar Dave Ruffin (recién separado de The Temptations) forzando su registro hasta el falsete para deleitarse y deleitar con “My Girl”.
13 Gladys Knight & The Pips impresionando con “I Heard It Through The Grapevine”: ella, suprema; ellos, graciosísimos con sus bailes.
14 Con Sly & The Family Stone surgió un nuevo modelo de identidad negra en consonancia con la evolución de la propia música negra. El nervioso soul-funk psicodélico de “Everyday People” y “Sing A Simple Song” –que habían sido caras A y B del mismo single un año antes– o el “I Want To Take You Higher” (que, puños en alto, cierra la película) agitan un nuevo marco de relaciones –en la banda, dos blancos (batería y saxo) y dos mujeres (trompeta y teclados)– y comportamientos; también de expectativas. El mundo estaba cambiando.
15 Mongo Santamaría vacilando, supercool, con el latin jazz que camina: el “Watermelon Man” que compuso Herbie Hancock.
16 Un radiante Ray Barretto poniendo sus manos duras al servicio del soul latino.
17 Sonny Sharrock on fire experimentando con su guitarra rabiosa.
18 Max Roach, primero con su sintomático “It’s Time”: llegó el momento. Después, junto a Abbey Lincoln, con “Africa”: afrocentrismo bucólico e idealizado; el sueño de volver a las raíces.
19 El sudafricano Hugh Masekela con “Grazing In The Grass”: la promesa de un futuro mejor.
20 Nina Simone, desafiante, rompiendo con todo, utilizando el piano como la percusión que es. “Backlash Blues”. “To Be Young, Gifted And Black” (“es lo que se lleva”). Incitando a la lucha con un poema de David Nelson (de The Last Poets): “¿Estás listo para matar, si es necesario?”. Activismo filtrando el mensaje de Malcolm X. ∎
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