Serie

The Idol

Sam Levinson, Abel Tesfaye y Reza Fahim

(miniserie, HBO Max)

Por Noah Benalal

31. 07. 2023

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Incluso entrando a “The Idol” (2023) con la benevolencia de quien, en un panorama que tiende a lo aséptico y lo autocomplaciente, busca productos culturales que lo despierten y que lo reten –incluso si esto implica contener algunas reacciones de desagrado, concederle licencias que aún no sabemos si se merece–, lo cierto es que la serie de Sam Levinson, Reza Fahim y Abel Tesfaye, más conocido como The Weeknd, solo puede calificarse de intento fallido. Intento, primero, de recuperar la osadía fetichista de cineastas que, como Paul Verhoeven en su “Showgirls” (1996), no tenían miedo ni del sexo ni del ridículo, dos de las mayores pesadillas que acucian por las noches a los cineastas y showrunners de hoy. Intento, también, de polemizar subvirtiendo las narrativas que, desde un nuevo lugar habilitado por el #MeToo, siguen relegando a las mujeres ficticias a su antiguo papel de víctima.

¿Por qué no proponer una serie absolutamente posirónica, que se burle del cinismo que impregna la tele actual y que –aunque atraviese la vía de la autoconciencia con chistes autorreferenciales sobre la rape culture y la cultura woke o comentarios sardónicos sobre la “coletilla de rata” del propio The Weeknd– se pase absolutamente de frenada hasta convertirse en un melodrama sadomasoquista radicalmente serio? ¿Por qué no recuperar y revisar, desde este espacio “pos” todo, la figura denostada de la femme fatale con una estructura ficticia que complejice y emborrone las relaciones de poder tradicionales, añadiendo a la ecuación factores como el dinero, el éxito mediático y la tendencia contemporánea a la autoexplotación en redes sociales?

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Muchos hemos acudido a la estación para ver cómo llegaba el tren de “The Idol”, deseando secretamente que descarrilase y aún más secretamente que lograse llegar gloriosamente a su destino. Pero ni el descarrilamiento resulta gozoso ni el éxito, si le reconocemos alguno, glorioso: la realidad es que la serie empieza bien arriba y paulatinamente se desinfla, y que su osadía es barata y cae en saco roto. La confusión más absoluta, en el fondo y en las formas, es lo que acaba reinando en “The Idol”: la serie que quería escandalizarnos ni siquiera nos indigna, porque para indignarnos tendríamos primero que entender qué nos está intentando decir.

El montaje videoclipero y fragmentario típico de “Euphoria” (Sam Levinson, 2019-) que de entrada nos sumerge en un ritmo letánico bastante sugerente pronto comienza a remar a la contra de la serie, que se convierte en un mal viaje, inconsistente y lleno de exabruptos. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Intentemos, no obstante, recuperar los que podrían haber sido los puntos de interés de la serie: su renuncia a reemplazar trama por discurso, por ejemplo, ofreciéndonos tantos discursos posibles que la mera idea de buscarle un único sentido a un producto cultural –atravesados como están por toda clase de intereses– nos parece, de repente, absurda. Es una vocación de nuevo muy pos, pero que tal vez sí nos obliga a mirar más allá y buscar una relación diferente con la televisión que consumimos: pronto se revela que “The Idol” no tiene nada que decir del feminismo, de la cultura de la cancelación o incluso de la relación entre sexo, violencia y creación artística que articula su trama principal, lo que significa que el espectador deberá buscar placer en otro lado. Es un espectáculo voyerista, un juego de espejos y sombras, una suerte de pulso para ver cuánto podemos aguantar. En cierto sentido, su historia de amor –tóxica, sadomasoquista– esconde la curiosa idea de que la sumisión nunca es permanente y que dos personas pueden torturarse mutuamente si las dos encuentran su propio y diferente espacio de poder. No es, desde luego, una fábula; tampoco un relato aspiracional, ni una crítica consistente de nuestro momento cultural. Tanto para seducir como para ironizar sobre las complejas políticas sexuales que articulan el presente hace falta sutileza, inteligencia y, para qué negarlo, haber hablado alguna vez con una mujer, tres cosas que parecen brillar por su ausencia en “The Idol”. Pero no acaba de parecerse del todo a nada que ya hayas visto: en ese sentido, la celebramos. ∎

Buen intento, pero...
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