Los estudios de cine, ya sea a través de escuelas específicas o de las facultades de Comunicación Audiovisual, se han convertido en un auténtico semillero de nuevas voces que, desde registros temáticos y estilísticos distintos, reclaman su papel en el audiovisual contemporáneo. Es verdad que en las últimas décadas han proliferado los centros formativos de cine, pero no lo es menos que ahora surgen más películas que nunca fruto de ese proceso. Además, se ha puesto de relieve una idea hasta no hace tanto muy peregrina, la del trabajo de fin de carrera firmado colectivamente. ESCAC, la Escola Superior de Cinema i Audiovisuals de Catalunya, tiene dos producciones muy relevantes, “La filla de algú” (2019) y “Ovella” (2021), dirigidas, escritas, fotografiadas, montadas, decoradas y sonorizadas a muchas manos y con un resultado sorprendentemente muy orgánico. Lo mismo que ocurre con “Un sol radiant” (2023; se estrena hoy), el trabajo de fin de grado de cinco directoras de la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona. Los mismos estudios dieron pie en 2015 a otro filme de la misma índole, “Les amigues de l’Àgata”.

Esta idea del trabajo en grupo es fundamental. “Un sol radiant” es una película de Ariadna Fortuny, Mònica Cambra, Claudia García de Dios, Mònica Tort y Lucía Herrera. ¿La han dirigido las cinco? No. Unas han escrito más que otras. Dos se encargan de la realización. Una ha trabajado más en los conceptos sonoros, otra en la supervisión musical y otra en el arte. Incluso hay una sexta, Belén Puime, que estuvo involucrada al inicio pero después se apartó porque tenía otros proyectos y figura en este en el apartado de producción. En cierto modo, una idea muy transgresora, pues elimina el concepto “cine de autor” que daba preeminencia a la figura del director o directora por encima de todas las cosas. Son “autoras”, cierto, pero en la paternidad o maternidad de la película es tan importante quien filma como quien escribe y encuentra el sonido adecuado. Quizá sin pretenderlo, regresan a los postulados de Jacques Rivette cuando explicaba, y nadie quería entenderle, que la mise en scène cinematográfica empieza con la elección del tema e incluye todos sus procesos, no solo es patrimonio del estilo de dirección. Aquí esos procesos están equitativamente repartidos y acaban siendo una sola cosa, un mismo cuerpo con cinco voces. Epifanía del cine coral no por tema (para eso ya están Luis García Berlanga, Robert Altman o Paul Thomas Anderson), sino por gestación.

Además, “Un sol radiant” rompe esquemas con el 90% del cine novel tan basado en la experiencia propia, en la autobiografía, en el “yo” llevado a veces a extremos insoportables. Puede que las cinco jóvenes autoras hayan puesto poco o mucho de sus experiencias en la configuración de al menos dos de las protagonistas, pero su mirada elide esa concentración para dibujar un panorama amplio ante una situación límite, ni más ni menos que el fin del mundo.

Ecos difusos de “Melancolía” (2011) en su segunda parte, cuando Lars von Trier encierra a sus personajes en una casa en el campo a la espera de la colisión con la Tierra del planeta que da título al filme, y que supondrá el fin de nuestro mundo. “Un sol radiant” también escapa del marco urbano y relata cómo viven y sienten sus personajes la inminencia del fin del mundo, pero sus dramas son otros. Y una cierta estructura de coming of age, aunque las responsables del filme explican que nunca tuvieron en cuenta este proceso tradicional en el que personajes infantiles o adolescentes viven una serie de experiencias que les hacen madurar.

Laia Artigas, la niña sin padres que descubre un nuevo mundo en “Estiu 1993” (Carla Simón, 2017), encarna a la hija pequeña. Nunu Sales es su hermana mayor. Núria Prims es la madre y Jaume Vilalta, un actor no profesional, es el abuelo. Los cuatro, y personajes satélite de su pueblo, de sus vidas, esperan con tensiones y calmas diversas esa llegada anunciada del fin del mundo. La hermana adolescente quiere romper con todo, probar esas experiencias que el futuro ya no le deparará. La rabia la caracteriza ante una situación tan devastadora que nadie puede aprehender. La hija pequeña se enfrenta por primera vez, y de manera tan prematura, ante el significado de la muerte. No la de su madre, su abuelo o ella misma, sino la de toda una civilización. A su manera, igual que hace su madre, intenta mantener cohesionado el ecosistema familiar cuando es tan difícil que permanezca unido.

Podríamos definir la película como un drama, que lo es. Como una historia de coming of age, que también lo es, o se convierte poco a poco en ello. Es igualmente un relato de ciencia ficción. El género, o la posibilidad del género, queda aquí establecido no tanto en la situación en sí como en el uso del tiempo, el espacio, el sonido y el tipo de iluminación. Fortuny, Cambra, García de Dios, Tort y Herrera logran que ese género tan amplio y cambiante como es la ciencia ficción sea antes un estado de ánimo que un tipo codificado de cine. Y aunque anuncia el fin del mundo, de la vida tal como la entendemos, de la humanidad surge, como anuncia su título, un sol radiante, quizá el último, y, por ello, el más intenso. ∎