Película

Una joven prometedora

Emerald Fennell

15. 04. 2021

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En un momento de “Una joven prometedora” (2020; en España, 2021), un hombre le dice a la protagonista que si estaba a punto de propasarse con ella era porque sentía que “tenían una conexión”“¿Qué conexión?”, le espeta ella. “¿A qué me dedico? ¿Cuáles son mis hobbies? ¿¡Cuál es mi nombre!?”. Ella se llama Cassie, era una estudiante brillante de medicina que no llegó a graduarse, trabaja en una cafetería sirviendo cupcakes y lattes, y su hobby... bueno, su pasatiempo favorito parece ser plantarse en los bares, hacer ver que está ebria y, cuando un hombre se ofrece a acompañarla y terminan en el apartamento de él, quitarse el disfraz de borracha y darle al tipo una lección.

“Una joven prometedora” comienza precisamente así, exponiendo de manera tajante y brillante el método de Cassie. La película de Emerald Fennell es mejor si se ve sin saber mucho de su trama, y, sobre todo, sin echarle un ojo al tráiler, realizado casi enteramente a partir de este sorpresivo arranque.

La película de Fennell se apodera del espíritu del rape and revenge, solo que aquí la venganza que ella ejerce contra ellos queda sepultada bajo la elipsis. Los escenarios también son otros: no son las callejuelas sucias del Nueva York de los 80 donde discurría “Ángel de venganza” (Abel Ferrara, 1980), ni el lago aislado de “I Spit On Your Grave” (Meir Zarchi, 1978). En “Una joven prometedora”, el ambiente es el de los ejecutivos y el de la facultad de medicina de una prestigiosa universidad. La película tiene a bien recordar que la violencia contra las mujeres no es algo exclusivo de la marginalidad. No se escucha la palabra “violación”, pero sí la expresión “soy un buen tío”; porque todos los hombres con los que Cassie se encuentra son eso, buena gente. El directivo trajeado, el experto en David Foster Wallace, el prometido que ama a su novia... e incluso el novio perfecto: todos se creen buenos, solo que ninguno lo es, pues quien no ejerce la violencia es cómplice; también algunas mujeres con sus silencios.

“Una joven prometedora” está pintada con tonalidades malentendidas como “de chicas”: la cubierta rosada de un libro, un vestido celeste, un mechón lila, una taza verde menta. Todos estos colores se encuentran también en el esmalte de las uñas de las manos de Cassie, que es también una reina del disfraz. En un momento del filme, ella se mira en el espejo mientras se maquilla concienzudamente, siguiendo las instrucciones de un vídeo de YouTube para lucir unos morros perfectos... “para mamadas”. Cuando Cassie termina de aplicarse el pintalabios, pasa su mano por encima y corre el carmín: ya está lista para encarnar a la borracha. Es en escenas como esta cuando Carey Mulligan absorbe el sentimiento del personaje y lo transforma en gesto, entre la pesadumbre y la determinación.

No solo el plan de venganza diseñado por Cassie parece estar trazado con tiralíneas, sino también la propuesta de Fennell, que entreteje un pasado que da razón de ser a las acciones de la protagonista y que termina reafirmando el tono aleccionador de la película. La denuncia de “Una joven prometedora” resulta evidentemente justa, pues arremete contra cuestiones como la connivencia de las instituciones en casos de violencia contra las mujeres, o la línea roja del no-consentimiento; un tema, por otro lado, que en estos momentos se encuentra en el centro del debate. Si acaso, se le podría achacar a la película su propensión a llegar a la sentencia con el ansia de inmediatez; algo que, por otro lado, también está a la orden del día. Lejos queda la tendencia a la abstracción de “Ángel de venganza”, por citar un ejemplo. En aquella película de Abel Ferrara, Zoë Lund apenas abría la boca mientras se iba transformando en justiciera, vestida de monja, pistola en mano, rodeada de un haz de luz artificial, tiñendo de sangre un lienzo blanco.

“Una joven prometedora” se arma de una cierta simplificación del discurso y de un tono de denuncia. No es extraño, en una época en que el matiz dominante parece ser el de la sátira, una forma que también ha sabido ofrecer algún destello. Ahí está el éxito de “Parásitos” (Bong Joon-ho, 2019), el acento en la caricatura de “El vicio del poder” (Adam McKay, 2018), la ironía iracunda de “Déjame salir” (Jordan Peele, 2017) o el resurgir mediático de un genio del cine-manifiesto como Spike Lee. ∎

Tono aleccionador, denuncia con actitud.
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