La modesta editorial granadina Ondas del Espacio se ha liado la manta a la cabeza y se ha decidido a publicar en España la primera biografía completa de The Jesus And Mary Chain –“Barbed Wire Kisses. The Jesus And Mary Chain Story”, original de 2014–, con excelente traducción de Julio Jiménez y Toni Navarro. Se trata de un libro imprescindible tanto para seguidores de los hermanos Reid como para iniciarse en el grupo y comprenderlo un poco mejor.
La periodista y artista multidisciplinar británica Zoë Howe narra toda la historia de los Mary Chain –como comúnmente se les conoce en Reino Unido– hasta algo antes de la grabación de su último álbum hasta la fecha –“Damage And Joy”, de 2017–, apoyada por un exhaustivo trabajo de documentación y entrevistas muy bien enfocadas. La autora contó con un importante hándicap (William Reid no quiso participar), pero lo suple con declaraciones suyas de archivo que interactúan muy bien con las que emiten desde el presente una treintena de entrevistados. Ahí están desde Jim Reid hasta integrantes iniciales como Bobby Gillespie o el bajista Douglas Hart –quien tuvo mucha más importancia en la banda de la que se ha asumido–, u otros posteriores como John Moore, su primer mánager, Alan McGee y personas muy importantes en el desarrollo del grupo, como Laurence Verfaillie, empleada de Creation y expareja de Jim Reid. El diálogo entre lo que ellos decían en el pasado con sus reflexiones actuales ofrece un punto de vista muy jugoso sobre la historia de una banda única, que ahora mismo parece acomodada en el pelotón de viejas glorias bien pagadas del indie rock estandarizado, pero, en los años ochenta, supuso una verdadera revolución en sonido, actitud y estética y que, pese a dinamitar de modo muy macarra algunas de las costumbres de la industria musical de la época, aspiraba a codearse en las listas con los grandes ídolos del pop.
Howe no escatima detalles sobre las personalidades de los miembros del grupo ni sobre las grabaciones de cada disco, y relata de modo muy ameno anécdotas tan divertidas como sórdidas. Destaca todo lo relacionado con la génesis de la banda en East Kilbride, la primera “nueva ciudad” planificada en Escocia tras la Segunda Guerra Mundial, y que hace trizas la preconcepción de imaginarse a los autores de “Psychocandy” (1985) como una consecuencia de la vida marginal y barriobajera de Glasgow. En realidad, ellos reaccionaban ante el aburrimiento de una ciudad fría y aséptica en la que nunca pasaba nada. También matiza el mito de sus caóticos primeros conciertos, lastrados por la tendencia de la banda de aniquilar su extrema timidez y miedo escénico a base de litros de alcohol y bordería, y por la moda de que el público acudiera a verlos con ánimos muy violentos. Aunque Alan McGee lo alentó un poco para dar más publicidad al grupo siguiendo las enseñanzas de Malcolm McLaren, ellos nunca buscaron ni disfrutaron de ello. Momentos igualmente impactantes son su traumática experiencia en la gira Lollapalooza en 1992, cuando el séquito de Ice-T, armado hasta los dientes, casi los mata, o la escena de Laurence Verfaillie, sola en una habitación de hotel de Toronto, con Jim Reid encarcelado después de que un fan que lo estaba provocando lo denunciara por patearlo con un micro, y oyendo durante toda la noche un teléfono que no paraba de sonar con llamadas de grupis. ∎
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