Álbum

100 gecs

10.000 gecsDog Show-Atlantic-Warner, 2023

11. 04. 2023

Es difícil replicar la sensación que causaron Laura Les y Dylan Brady con su disco de debut: de pronto los encumbraron como una de las grandes historias del underground; eran un grupo misterioso, que parecía comprenderse solo dentro de un contexto virtual y digital, experimental y bizarro, que, musicalmente, interpretaba a su manera el maximalismo y la nostalgia dosmilera relacionados con el hyperpop de una manera tan iconódula como iconoclasta, capturando en sí mismos la esencia del meme. “1000 gecs” (Autoeditado, 2019) se reestrenó a través de una reinterpretación realizada por prácticamente todos los integrantes del sello PC Music, de A.G. Cook a Danny L Harle, pasando por Hannah Diamond, GFOTY o Dorian Electra e incluyendo también a artistas de la órbita como Charli XCX o Kero Kero Bonito. Y la enorme gira que lo acompañó, aunque frenéticamente disfrutable, se encargó de desvelar en gran medida su propio misterio y de hacernos dudar de su condición outsider.

Durante todo ese tiempo, y mientras la broma del hyperpop llegaba quizá demasiado lejos, rehicieron varias veces este nuevo trabajo. Estrenaban canciones en directo, las ponían a prueba. Y lo más importante: las sometían al termómetro de su comunidad, una de las más activas, comprometidas y desternillantes de internet música, una especie de culto cibernético, generando lore en torno al álbum: basta pasearse por su página de Genius para encontrarse con comentarios del tipo “desfortunadamente, el álbum ha salido”. Debería haberlo hecho hacia finales de 2021, pero finalmente ha habido que esperar hasta 2023. Y el resultado de un proceso tan prolongado y repensado es, en fin, la prueba de que el dúo afincado en Los Ángeles no ha ido en la dirección de hacer las cosas mejor, ni más grandes, sino en la de hacer las cosas más a su manera, habiendo tenido que entender por el camino cuál era su manera.

Y es que, en el fondo, 100 gecs han sido al hyperpop lo que Skrillex fue al dubstep en su momento: un afortunado malentendido. Tomaron unos rumores, unas ciertas influencias y, por suerte para la variedad y la autoría comprometida, las malinterpretaron a su manera, logrando construir un sonido enormemente identificativo y personal. “10.000 gecs” los confirma en su propia línea, abrazando la cacofonía, la ironía brutal, el feísmo e incluso la molestia, pero armando con eso un canto a la vida y a la libertad personal. “We are the EDM”, le dijeron a ‘Pitchfork’ en una entrevista, haciendo referencia al género musical más denostado de los últimos 20 años. ¿El otro? Probablemente el nu metal, que también vehicula todo “10.000 gecs”. La revolución os hará libres.

Decíamos que el disco no es más aunque su título sugiera esa sensación de multiplicación absurda, de crecimiento exponencial y de tendencia al infinito. Sí han decidido buscar mayores dimensiones en el apartado rítmico con la participación a la batería de Josh Freese, persiguiendo un sonido más potente y seguramente pensando en llevar su directo hacia recintos más amplios. Pero en general tienden a aproximarse a todas sus aristas de una manera más minimalista en comparación con su primer trabajo, empezando por unos procesamientos vocales mucho más moderados, especialmente en el caso de Laura y salvo algunas excepciones como la repetición robotizada de “mememe” o el fluido púrpura de “Dumbest Girl Alive”, tan Travis Scott. Una canción, esta última, que refleja bien la mayor concreción de Les en el apartado lírico, ofreciendo unas letras siempre agudas, autocríticas, paródicas y hasta reflexivas que rozan el esperpento pero que al mismo tiempo se revelan bastante explícitas, haciendo referencias constantes a su propia transición –“renuncié a mi cerebro, soy la tía más tonta del mundo”–, al exagerado consumo de marihuana del grupo –“we don’t smoke sized trees, we smoke tree sized dicks”– o a su experiencia siempre contradictoria en Los Ángeles, que toma el protagonismo en “Hollywood Baby”, una canción personal que aparta por un momento el cachondeo y se deja llevar por un sonido más grunge.

Entre construcciones nightcore, jingles desquiciados de anuncios de juguetes para niños, solos de shred guitar, explosiones de ska, rap experimental, referencias a la cultura del meme –“Frog On The Floor”, para los aficionados a la saga “Souls”, o el “Interior Cocodrile Alligator”–, samples de “Scary Movie” (Keenen Ivory Wayans, 2000) o el “Deep Note” de THX y guiños a MC DOOM, a Cypress Hill, a Slick Rick o “Baby Sharp” –y limitando, verdaderamente, la parte experimental de este trabajo a la esquizofrénica “Billy Knows Jamie”–, 100 gecs levantan un curioso tratado de nu metal y rock emo dosmilero que solo podría defender una banda como ellos, sin complejos ni ataduras, que abraza el bizarrismo fumeta y que se presenta sobre el escenario con Brady disfrazado de una suerte de Merlín de Disney en pleno viaje de LSD. Un viaje en contra de la comodidad y en busca de algún billete dorado. ∎

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