En 2020 A.G. Cook publicaba el megalómano “7G”, un álbum de siete volúmenes que se trataba de su debut pese a llevar largo y tendido en el mercado. Aproximadamente un semestre más tarde lanzaba su segundo disco, “Apple”, de diez temas y 40 minutos de duración. “Britpop”, su último trabajo, es un triple CD, así que podríamos decir que el productor se ha relajado en cuanto a volumen de contenido. Si de cualquier otro artista se tratara, no obstante, nos llevaríamos las manos a la cabeza. Después de que Dua Lipa vendiera una falsa ilusión en su “Radical Optimism” (lo más cercano al britpop que tiene su nuevo trabajo es que los guiris veranean en Menorca), o el estrepitoso fracaso de Blur en el Coachella (Damon Albarn siempre ha sido más famoso en Estados Unidos por Gorillaz que por Blur), A.G. Cook presenta una divertida y traviesa resignificación del término.
Su quinto trabajo de estudio es el primero fuera de PC Music y dentro de New Alias, su nuevo sello discográfico que no parece diferenciarse mucho del anterior: un nuevo apodo, distinto nombre, pero mismo contenido. Si este también aglutinará en su título a una corriente estética de índole mundial todavía está por ver, aunque el propio Cook parece saber que el hyperpop (y su influencia) ya se encuentran en un capítulo diferente, más pausado, menos raro. Quizá, por eso, desafía la concepción de lo hyper (y su papel en dicha escena) con un título cuya imagen cerebral más inmediata es el Mánchester de los años noventa. ¿Qué tiene qué ver A.G. Cook con Blur u Oasis? El género más jactancioso de finales de siglo sirve al productor londinense para establecer un trilogía cronológica en la que revisiona el concepto de “lo british”: no hay una única corriente esencialmente anglosajona, sino un linaje de artistas underground cuyas propuestas también son merecedoras de una inclusión en la historia. De este modo, el disco se divide en tres partes: el pasado, el presente y el futuro, como las tres eras del pop británico. El que representan los hermanos Gallagher es el incluido en el segundo volumen, mientras que el primero y el tercero beben del jungle, el R&B o, lo que gracias a la autoría de Cook, se conoció a posteriori como PC Music.
Para completar el marco teórico, A.G. Cook convierte “Britpop” no solo en un hito sonoro, sino en proyecto multimedia online a gran escala. Durante los meses de marzo y abril, Alexander lanzaba las webs Witchfork, Wandcamp y Wheatport. “El pasado, presente y futuro de los medios musicales para siempre”, compartía en su Instagram hablando sobre tales proyectos complementarios. De algún modo, cada uno de ellos forma parte de un volumen del LP diferente. A la vez, las tres páginas (cuyas siglas también corresponden a las de World Wide Web) son una parodia de ‘Pitchfork’, Bandcamp y ‘Beatport’, respectivamente. Aparte del sarcasmo visible que presenta cada una de ellas, Cook reviste dichos proyectos de un halo esotérico y medieval: su intención no es meramente jocosa. Del mismo modo que sonoramente cuestiona la identidad británica, se pregunta (y nos pregunta) sobre la configuración de la industria electrónica actual, generando una alternativa fantasiosa que si es posible llevar al mundo tangible o no depende de la libre interpretación de cada uno.
A.G. Cook cierra Witchfork con un artículo firmado por él y publicado el 25 de abril en el que narra la forma en la que recupera una cápsula del tiempo que rellenó con preguntas durante su infancia y adolescencia, a la vez que responde a algunas de ellas. Así, “Britpop” no es solo una aproximación a la música popular de Reino Unido, sino también una revisión de cuánto ha cambiado ese concepto para él de forma interna: a través del álbum, Cook se encuentra con su yo infantil al desempolvar su vieja guitarra o formar una discográfica con un manifiesto distinto. Incluso el aura de ficción del disco viene dada por su fanatismo púber a “Las crónicas de Narnia”.
Una Charli XCX no acreditada colabora en la canción que da título al trabajo, y en una época en la que las speed up versions se consumen de forma indiscriminada (en ocasiones, por encima de las originales), el pionero del hyperpop se retrotrae a lo antiguo, lo medieval, las guitarras. Desde “Silver Thread Golden Needle” hasta “Luddite Factor Operator” predominan los arpegiadores imposibles, los plugins ochenteros, los synthdrums martilleantes y, por supuesto, otros miles de elementos impertinentes que lindan con el ruido rosa o imitan motosierras. El tercer volumen es la coronación ordenada del primero: en temas como “Lucifer” o “Pink Mask” la textura es parecida, pero alcanzan un clímax estructural más cercano a una canción de pop. Se trata de una selección con la intención tímbrica del primer CD pero con una radiofórmula bis-estribillo más cercana al segundo: ¿es el futuro la fusión de dos mundos entendidos actualmente como opuestos? Por supuesto, los panes de este sándwich reafirman a Cook como uno de los mejores productores de su tiempo: sus canciones podrían destacar más, porque antes que compositor es un sonidista impecable y un mago conceptual, textural y multidisciplinar. ∎
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