Todo el camino hasta llegar a
“Death Jokes” ha sido un poco, bueno, para morirse de risa. Poca broma en cualquier caso: desde el lanzamiento de
“Freedom” en 2018, un álbum que significó la prometida consagración de este
outsider artístico neoyorquino que siempre ha manejado a su personal modo su carrera entre la neopsicodelia de autor folkie y la ironía de la canción protesta,
Amen Dunes ha visto morir a su madre –con quien sentía una conexión muy especial–, nacer a sus dos hijos, una mudanza de Los Ángeles de vuelta a Nueva York, cómo la pandemia frustraba los planes de una reimaginación de aquel cuarto disco que se quedó en el
remix de “L.A.” con Westerman… Hitos vitales que le hicieron reconectar consigo mismo de un modo absolutamente terrenal: ahora la música tendría que mirar hacia fuera, pues Damon McMahon es un artista incapaz de escribir sobre sí mismo con el alma llena.
Antes de regresar a Nueva York, además, inició unas clases de piano impartidas por un tal Jonichi, una especie de gurú del instrumento que se centra en aprender a tocar con todo el cuerpo y con la mente más allá de hacerlo simplemente con los dedos, trascendiendo la idea de técnica, y que fue discípulo de “Mademoiselle” Nadia Boulanger –la docente musical definitiva, maestra de maestros, con un currículum de alumnos que va de Philip Glass o John LaMontaine a Aaron Copland o Quincy Jones y de Narciso Yepes a Adolfo Mejía Navarro–: su voz, precisamente, es sampleada en la que parece una de las piezas centrales del disco,
“Round The World”, un extraño crescendo anticlimático de casi diez minutos que captura la idea
collagística de todo el conjunto.
Pero antes de dar con lo que sería “Death Jokes”, que por entonces ya había empezado a gestarse al menos conceptualmente, todos los procesos volvieron a frustrarse cuando Damon contrajo COVID y sufrió una gravísima infección respiratoria que casi se lo lleva por delante. La salvación la encontró, finalmente –¿y en forma de justicia poética, broma macabra del destino?–, cacharreando con samplers, cajas de ritmo, programas informáticos de producción musical; seguramente un declarado ludita como él no hubiera cedido hasta ahí sin tanto tiempo libre, sin encierros y sin que la vida te hubiera golpeado lo suficiente como para ser capaz de relativizar ciertas cosas.
De todo ello es testigo y casi diario este “Death Jokes” que se abre precisamente con un piano, voces recortadas y
beats, que llega seis años después de “Freedom” marcando el que seguramente sea el giro más radical en la carrera de Amen Dunes, y que continúa la línea abierta por aquella “Feel Nothing” lanzada junto a Sleaford Mods en 2021. Aislado en un retiro de composición, movido por la curiosidad, sentado por primera vez al piano para componer y produciendo él mismo sus propios sketches, jugando a samplear sonidos cotidianos, discursos o monólogos de comedia y aprovechando el enfoque de corta y pega que le ha permitido esta forma de trabajar, ha dado rienda suelta a su amor por la música
rave británica de los primeros noventa pero siempre en un desordenado subtexto, sin que este nuevo álbum deje de pertenecer a su hipnagógico y pastoral universo. Coge
“Rugby Child”, por ejemplo, y oye cómo va pasando del folk americano al sonido Madchester de bandas como Primal Scream o The Stone Roses, con ese puntito acid. Y en cierto modo lo mismo pasa entre
“Ian” y
“Joyrider”: podrían ser versiones, enfoques diferentes de la misma canción.
Sin embargo, quizá esa misma naturaleza dual entre un alma psych-folk y una aproximación
sampledélica más electrónica, un bifrontismo totalmente jánico, sea el mayor lastre de un trabajo que nunca termina de concretarse del todo. Que cuando pretende adoptar la forma de canción de un modo más tradicional termina rondando siempre demasiado cerca –y de una forma algo vaga, lánguida, sin todo ese bizarrísimo
joie de vivre– de Animal Collective, como sucede en
“Boys” o
“Purple Land”, y que afea deliberadamente sus finales sin demasiado sentido con un ánimo experimental al que le falta capacidad de emocionar: todo lo contrario a lo que sucede con otro hipnagógico disco de este 2024, el
“Affection” de Bullion; si uno es el color, el otro es definitivamente blanco y negro.
Precisamente ese vanguardismo sui generis propulsa completamente otros temas que sí quieren ser completamente oblicuos, como
“Exodus”,
“Solo Tape” o la japonista “
Poor Cops”, y que unidos a transiciones más puramente electrónicas como
“Predator” hacen de “Death Jokes” una escucha entrecortada, como sintonizar con una transmisión perdida de otro plano, de otro tiempo. Y excepto en momentos muy concretos, como
“Rugby Child” o
“I Don’t Mind”, logra huir de su forma fragmentadísima y dejar poso más allá de la satisfacción instantánea que da ver a un artista libre y valiente seguir redescubriendo, aun a tropezones, su relación con la música. ∎