Lo que empezó a fraguarse en mayo del año pasado se va concretando, y Antònia Font han lanzado al fin su nuevo álbum, “Un minut estroboscòpica”. Referencia que llega una década después de su obra precedente, y tras un largo silencio que solo rompieron en una ocasión en junio de 2018, con motivo de un concierto por la libertad de expresión en Palma. La operación retorno del quinteto tomará más impulso con la tanda de conciertos que han anunciado; el primero de ellos, claro, en el Primavera Sound...

Perdonen el chiste fácil, pero todo ello es una gran a-le-gríaaa. Para los de siempre, y para los que quieran incorporarse a la vivencia de la formación que alteró –para bien– el panorama de la música moderna en lengua catalana. Traficando con imbatibles mimbres –son cerebrales y un poco majaretas, populares y sofisticados: mediterráneos–, Antònia Font edificó un imaginario pop bastante más que singular. Un sello en verdad propio que en los últimos tiempos ha tenido cierta continuidad, al menos en parte, en la obra individual de Joan Miquel Oliver, letrista y compositor de la formación.

La cálida voz de Pau Debon nos pasea por diez paisajes en los que hallamos a menudo rescoldos familiares, así como pequeñas y encantadoras obsesiones del autor de las canciones, tipo París, los dioses olímpicos o el escalador Miquel Riera, a quien rinden homenaje en el tema homónimo que forma parte de esta entrega. Un exquisito garbeo de 29 minutos, siempre visto a través de esa suerte de lupa deformante que forma parte del ADN de Antònia Font.

Ciertamente, el contenido de este trabajo no es un revulsivo, ni marca un gran punto de inflexión: no plantea un paso más allá a partir de la exploración que apuntaba la banda en “Vostè és aquí” (2012). La buena noticia es que, aunque solo sea por una vez, no tomar excesivos riesgos parece muy indicado en este caso, ya que lo que había y hay por mantener es mucho e interesante, y se ha visto beneficiado por mor de la madurez adquirida.

De este modo, se acumulan los momentos remarcables durante la escucha de “Un minut estroboscòpica”, empezando por el tema titular del álbum, un luminoso ejercicio con guiño daliniano en la lírica (“aixec la mar com un llençol”), al que sigue la inspirada dicción que marca el camino de la ingeniosa “Oh la la”. “Amants perfectes” es una redondísima canción tristona, bien puntuada por el piano de Jaume Manresa. Unos recurrentes cromos orientales, además de elementos tan familiares como los taxis, ayudan a trazar un panorama tan rematadamente bello como desolador: tierno pero severo cuando retrata a esos amantes “per alienes circumstàncies separats” a quienes el mundo “se’ls està espenyant”. Y en la conclusión tal vez poco edificante, pero irrebatible al cabo, de que la vida no está bien pensada. Todavía en la primera cara del LP, y con el refuerzo de Toni Pastor al laúd, hallamos la tampoco diría que optimista “Cultura silenci”, que culmina con logrados juegos vocales.

Ya en el segundo round, nos atrapa la evocación sensual en ciertos episodio de cuerda de “Una daixona de pols”, otra de las grandes composiciones de este trabajo, donde se deslizan elementos cotidianos, apuntes más crípticos –¿qué debe ser un “sol dissident”?– y algo de spoken word. Un par de pinceladas de menos de dos minutos –“Invisible”, con señora angloparlante y falso saxofón; la feliz “Caramel·let”– nos conducen a la recta final de “Un minut estroboscòpica”. Describiendo panoramas físicos y anímicos, Antònia Font vuelve a incidir en el desamor en una logradísima “Cançó de llum”, con espléndido tratamiento electrónico y detalles instrumentales que aportan bellas gotas de candor al conjunto. La pista final, “Venc amb tu”, invita al bailoteo alegre aunque no exactamente despreocupado, enfatizando las virtudes de la buena compañía como antídoto, o tal vez refugio, ante las incertidumbres que nos atenazan. ∎