En “Just Like Leaving”, su álbum de debut, autoeditado de 2020, la canadiense honra el bluegrass tradicional y la música de los Apalaches, poniendo el acento en la instrumentación. En este segundo trabajo se produce un giro sustancial. “Among Other Things” contiene diez canciones originales, grabadas en California, que son el resultado de una fluida colaboración con el músico y productor Jonathan Wilson (Margo Price, Angel Olsen, Father John Misty…). Además, cuenta con la participación de Buck Meek, guitarrista de Big Thief; la cantante y compositora Erin Rae; el multinstrumentista y arreglista Drew Erickson (Weyes Blood y Lana Del Rey), y Patrick M’Gonigle, el violinista del grupo de Bella White, que produjo el disco anterior.
El folk contemporáneo que practica la joven intérprete se ajusta más a Wynonna Judd que a Alison Krauss, más a Joni Mitchell y John Prine que a Dolly Parton. Prueba de ello es “Among Other Things”, la canción que da título al álbum, la única pieza compuesta en el estudio, y “Numbers”, una de las composiciones escondidas del disco. El tono diáfano de las letras permite que los versos sean motores emocionales que avanzan desde la vulnerabilidad. Y la música es la que se supone que es, pero la autora consigue alcanzar cotas secretas poco habituales en el country (entendido como americana). White consigue transmitir, tema a tema, esa flaqueza incómoda y turbadora. Su voz, más quebradiza que ronca, casi siempre antigua, como una tormenta de arena y tan silbante como el viento. Un perfil vocal que parece manar de la música folk más añeja.
El álbum comienza con “The Way I Oughta Go”, una melodía que pauta la narrativa del disco. La palabra y la oralidad de White aportan el tono adecuado a la producción que rige la grabación, que los músicos realzan con sus respectivas interpretaciones. “Among Other Things” es un compendio de quietud, tristeza, indignación, aunque hay excepciones. La White más ligera se entretiene en el optimismo de “Break My Heart”, sin olvidar la ironía. La introspección funciona al mil por mil en “Flowers On My Bedside”, otra pista destacada que muestra la emotividad de la cantante y su capacidad como guitarrista. La canción se desliza como un midtempo, arropada con tonos country. Esa musicalidad vuelve en “Worth My While”, arropada con sorprendentes efectos de armónicas, violines y guitarras.
En otro orden de cosas, la introspección funciona muy bien en “Dishes”, que se beneficia de la voz de Rae, el violín de M’Gonigle y la guitarra National Resonator de Wilson para construir una melodía para un día perezoso. Es otra de las canciones ocultas de la grabación. La radiante “Flowers On My Bedside” es una delicia country, en que la voz se pasea entre líneas de piano, guitarra y batería. “Marilyn” es una balada dirigida por un piano que equilibra la empatía y la indignación. A partir del canto delicado de White, “Rhodenendron” navega en su propia narrativa, mientras la guitarra acústica marca el tempo. Tres gemas del disco, que teatralizan escenas conocidas.
La razón de tanto talento viene de familia. Bella White se educó en Calgary, Alberta, y creció tocando bluegrass, junto a su padre, reconocido músico, nacido en Virginia. La hija perfeccionó sus habilidades con la guitarra y el banjo mientras acudía a festivales y jams de bluegrass, bajo la mirada paterna. A los 12 años debutó como solista. Pero a los 7 ya escribía sus propias letras. Con 22, la compositora ha tenido tiempo suficiente para conocer las debilidades catedralicias del corazón. Y su dolor. ∎
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