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Podríamos convenir que existen dos Charli XCX en este multiverso de la locura hyperpop. Una, la de las mixtapes. La otra, la de los álbumes. Y más o menos todos estaríamos de acuerdo en señalar a la primera como la mejor, representada en dos grandes obras. Primero llegó “Pop 2” (2017), una cinta que lanzó por su cuenta mientras esperaba a que su discográfica confiase por fin en ella, y que culminó el viaje que inició solo año y medio antes con el pionero EP “Vroom Vroom” (2016) producido por SOPHIE, responsable de que hoy a la londinense se la llame, entre otras cosas, la diva del futuro. La otra sería “how i’m feeling now” (2020), un disco de estudio, sí, pero hecho con esa misma libertad creativa y voluntad de trabajar espontánea y libérrima que los primeros días y semanas del confinamiento le aportó.
Todo esto es otra manera de decir que está la Charli que hace concesiones a la discográfica con un sonido más comercial –no en vano, el ya lejano estéticamente “Sucker” (2014) sigue siendo su álbum más vendido– y la que es un espíritu libre y experimenta más salvajemente con las posibilidades que el hyperpop le brinda. Por todo ello, había cierto morbo por ver qué ocurriría con este quinto disco, pues la inglesa ha insistido que con él finaliza el acuerdo que, desde la adolescencia, la ató de pies y manos con la major Warner.
De este disco, Charli también dijo a ‘Rolling Stone’ que es “su momento de chica pop protagonista”, a la vez que también tuiteó: “Imagina que toda esta campaña de álbum fuera un comentario sobre navegar por todo el sistema de sellos ‘majors’ y la sadística naturaleza de la música pop en su conjunto”. Ciertamente, con ella temes y deseas a la vez un intento hacia el estrellato como este “CRASH” (así de injusta es la industria y el consumidor con sus estrellas). Charli estaba en una encrucijada e, hiciese lo que hiciese, acabaría siendo crucificada. Al fin y al cabo, no se construyen estatuas a críticos.
Así que, entre pasado y futuro pop, en “CRASH” ha apostado por lo primero, ya que en la hoja de créditos aparecen discretamente A.G. Cook, 100 Gecs y Oneohtrix Point Never. No es, desde luego, el álbum dedicado a SOPHIE que esperabas. Por lo demás, el peso de la producción y composición lo llevan grandes nombres de la industria que han tratado con el quién es quién del pop mainstream (aunque siempre hay sorpresas si se sabe leer entre líneas, como esa canción titular inicial que allana el camino del discurso estético del álbum con un sonido muy new jack swing a cargo de George Daniel de The 1975, otros obsesionados con el revisionismo pop).
Supone, sí, una cierta decepción cuando Charli se traslada a los 70 y 80, sobre todo en cortes como “Yuck”, que no soy el primero ni el último en describirlo como un descarte de la última Dua Lipa. Y quizá podíamos esperar algo más de la power ballad “Every Rule” –firmada por Dan Lopatin–, pero más por la confusión de llevarnos a un terreno inexplorado por ella hasta ahora. En cualquier caso, estos momentos son lo de menos y, por lo general, el álbum cumple en su cometido de convertirla en la estrella pop que siempre mereció ser. Lo hace, además, impulsado por la energía de quien no tiene problema en tomar el control y de erigirse en la chica mala capaz de joderte. Se demuestra en la urgencia de la que ella misma describe como su canción sexi oficial, “Baby”, donde convergen influencias que van de Janet Jackson a Britney Spears, de Prince a Cameo. Pero, desde luego, fluye por todo un álbum en el que al final, y pese a quien le pese, la influencia Cronenberg es lo de menos (salvo “Lightning”, esa locura agresiva con sintes y guitarra de nailon tocada por Ariel Rechtshaid que es revival años 80 en su apogeo).
Como todo buen álbum pop del presente, no puede faltar la interpolación del hit noventas de turno (en este caso, “Show Me Love” de Robin S, pero también se apropia del “Cry For You” de September). Homenajear el eurodance siempre le ha salido bien y “Beg For You”, con Rina Sanayama, tiene todo el potencial de ser el sleeper hit del disco. El asalto al top 40 es inevitable con semejantes armas. Quizá no será tan futurista aquí, pero lo que siempre ha sido Charli es camaleónica y, al aluvión de géneros, influencias y citas anteriormente mencionadas, también hay que añadir otras pequeñas curiosidades, como el coqueteo con lo tropical de “Twice”, o la locura autotunera de “Constant Repeat” y su trance a su alcance. Como dice Caroline Polachek, no nos la merecemos. ∎
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