A lo largo de sus casi doce años de trayectoria, Chicharrón siempre se ha mostrado como una célula creativa inquieta, mutante en sus constantes cambios de formación y en sus giros estilísticos, aunque con un mínimo común denominador: la poesía, la voz y los conceptos de Alberto M. Vecino, su único componente estable desde el principio, y un sentido intenso de la emoción, siempre visceral.

Pero hay algo que todavía no habían hecho: un EP. En este sentido, “Vitoria” es una anomalía en su carrera. El proyecto surgió de la cabeza de Jesús Llorente, del sello Acuarela, quien ofreció al grupo de Carballo (A Coruña) grabar un single. En aquel momento, Vecino acababa de leer la noticia de una agresión homófoba contra dos chicas en su pueblo y recordó una historia que le habían contado hacía tiempo: una amiga, haciendo limpieza, descubrió unas cartas de juventud escondidas de su abuela, donde le declaraba su amor a otra mujer. Ella siempre mantuvo su lesbianismo en secreto, y aquel amor nunca se consumó. De ahí salió la idea del tema central, “Vitoria”, con la intención de que las dos protagonistas pasaran, al menos en esa canción, una noche juntas. La grabaron junto a su colaborador habitual Matias Unruh (ex Telephones Rouges) y, al entregársela a Llorente, este les animó a seguir el concepto con un EP completo.

Ya con Marco Maril como productor, la banda registró tres temas más con otras resoluciones de la misma historia. “O clima dos teus ollos” es la más positiva, imaginando que la pareja continuó junta hasta el final de sus días, y lo resuelve con una letra directa y sencilla: “Sé que emprendí el camino correcto / solo porque tú apareciste en él / Nunca imaginé que sería tan feliz / Que la vida podría ser así”. En la versión física en 10”, la finalizan con la grabación de campo de cantos de pájaros (una de las especialidades, por cierto, de Maril).

La cara B es la más pesimista (o realista). Comienza con “Somos un coro de voces que xa non existen”, que es una continuación del primer tema, con la protagonista recordando, nostálgica y dolorida, aquella noche única. “Los aplausos son todos absurdos / todo dura un fin de semana / pero valió la pena intentar / descubrir lo que se ocultaba / Y conocí a gente increíble / y gente que no valía para nada / Pero nada me importaba / salvo la luz de su mirada”. Finalmente, en “As tendas dos museos” no sucede nada. La presión familiar impide que la relación exista. “Salgo a la ventana del patio de luces a fumar / Los tendales de los pisos de arriba parecen las marcas de las garras de una pequeña fiera / intentando salir del pozo en el que cayó / Mientras su madre mira / Bajo la ingravidez de la nieve que empieza a aparecer / en una danza de chispas / de todo lo que nunca arderá”.

Estilísticamente, el EP continúa lo que el grupo inició en “O que nos queda por non dicir” (2023), reinventado como trío con Mara Pérez a los teclados y Rosalía Fernández Rial al acordeón. El nuevo trabajo es aún más sosegado, muy amparado en el sonido del piano y el acordeón, con leves arreglos electrónicos. Es también el primero de sus discos en que tengo la sensación de que lo que cuenta es menos autobiográfico, con el grupo encomendándose a la misión de narrar una historia ajena. Que alce menos la voz no implica una menor entrega, sino una evolución a la hora de comunicar desde la sutileza y desde el poder de las palabras. Puede que Maril haya tenido cierta influencia en el resultado final, pues el tono general de las canciones es similar al de “15.11.18” (2021), el primer álbum grabado con su nombre por el artista antes conocido como Apenino. Por último, y no por ello menos importante, debo destacar el hermoso diseño gráfico de Guillermo Arias, otro talento de esta generación gallega de creadores únicos. ∎