Reedición

Come

Don’t Ask Don’t TellFire-Popstock!, 2021

26. 11. 2021

En 1994 hacía ya dos años que Chris Brokaw había decidido abandonar Codeine, el trío fundacional del slowcore. Thalia Zedek también había mandado al garete a Live Skull y Uzi, los dos proyectos de los que formaba parte. El motivo en ambos casos fue el mismo: iban a muerte con Come, el que estaba destinado a ser su proyecto más importante. Su disco de debut, “Eleven: Eleven” (1992), había gozado de cierta repercusión en el mundillo underground y generado expectativas. Era el momento de demostrar de qué eran capaces, había llegado el turno del difícil segundo álbum.

1994 había sido un año difícil para el rock, digamos, alternativo. Kurt Cobain se había quitado la vida en abril y con él se había disipado buena parte del aura de progresismo y libertad que había impregnado la cultura rock durante los primeros años de la década de los 90. En breve comenzaría la era del nu metal, y artistas de ideas bastante más rancias, más machistas y menos tolerantes (Kid Rock, Limp Bizkit, etc.) coparían las portadas de las grandes cabeceras de los medios especializados de la época. Come, sin embargo, tenían cosas que reivindicar. “Don’t Ask Don’t Tell” es el nombre con el que se conocía la ley que prohibía a los homosexuales o bisexuales que formaran parte de las fuerzas armadas estadounidenses revelar su condición sexual. Entró en vigor en 1994 y no se derogaría hasta 2010. Con este título, el cuarteto estaba tratando de denunciar la situación de las personas gays, en una clara declaración de intenciones que mostraba los dientes desde el título.

Este es un disco denso e intenso que indaga en el blues a través de la electricidad. Las guitarras de Zedek y Brokaw se compenetran y completan unidas en una espiral sónica de acordes abiertos que no renuncia a bucear en el noise, trabajando siempre para elevar la narrativa de la canción, y que la voz de timbre roto de Thalia termina de completar. Mientras, no menos importantes, el bajo de Sean O’Brien y la batería de Arthur Johnson sustentan todo este armazón con las notas justas. Siempre en su lugar preciso, sin perder la solemnidad, haciendo bueno otra vez aquello de que menos es más.

¿Y qué podemos decir de las canciones? Un disco que contuviera canciones como “German Song”, “Wrong Side” o “String”, por citar solo tres de sus diez, ya merecería la categoría de sobresaliente. Pero es que aquí hay otras siete razones más para afirmar que “Don’t Ask Don’t Tell” es, como dicen los ingleses, una masterpiece, un disco que despunta por encima de los demás. Si el blues-punk poético existe, debe de ser algo así. El álbum constituye la cumbre de una banda que tras él se resquebrajaría, dejando atrás su sección rítmica (ni O’Brien ni Johnson volverían a grabar con Zedek y Brokaw) para nunca más sonar tan robusta como aquí.

La presente reedición llega con la consabida remasterización, que retoca (poco) la mezcla original, pero destaca sobre todo por incluir “Wrong Sides”, un disco completo adicional de caras B y diferentes rarezas, entre ellas un par de versiones, de X (“Adult Books”) y Swell Maps (“Loin Of The Surf”). Todo un manjar para fans e interesados en una de las bandas más auténticas e infravaloradas del indie rock los 90. Nunca es tarde para volver a Come, y esta es una excelente oportunidad para hacerlo. ∎

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