Álbum

Diamante Negro

La náuseaAutoeditado, 2024

10. 07. 2024

Diamante Negro han vuelto más desfasados que antes. Y con desfasados me refiero a pasados de rosca más que de moda: a la nocturnidad, la imprudencia y la enajenación. A decirle a tu amigo “wow, qué desfase” en mitad de una fiesta. De mear en las esquinas, cortar el cartón del brik con las llaves, no tener miedo a una pelea física, hacer la broma que más pueda incomodar a todos los presentes. En “Deseo querer” (2021), su trabajo anterior, había punk rock, pero también pulcritud, algo de decoro dentro de lo macarra. Quien desea querer suele desear, en la mayor parte de los casos, ser querido de igual modo: desde su nacimiento, el power trío se ha movido en el gamberrismo, pero antes guardaban algo más las apariencias por si había que ponerse una flor en la solapa.

Con “La náusea” están de vuelta de todo. Desearon querer, y alguna fuerza poderosa les concedió tal anhelo: amaron, fueron amados y algo se perdió. En su nuevo LP, cualquier cosa que tenga que ver con el sentimiento les provoca ganas de vomitar. “Nada me interesa más que ponerme a mí en el centro”, canta Benoit en el penúltimo track del trabajo, así que no hay espacio para cuidar a nadie más. Es un LP fatalista y descorazonador, si bien las problemáticas que se abordan son con la coraza del nihilista al que no le importa nada (o finge no importarle). Son más agresivos que Alavedra, más sucios que Mediapunta o tan intensos como Niña Polaca si estos últimos llevasen tres días con parálisis del sueño.

Ya sea por adecuarse al concepto o por la autoedición (es su primer disco fuera de Intromúsica), la grabación acompaña el sentimiento nauseabundo, ya que desafían algunos convencionalismos incluso dentro de la escena más guerrillera. En “Lo entiendo”, por ejemplo, emplean el clásico recurso de no cortar la “toma falsa” de los primeros segundos de la grabación. En otros temas recurren al verso libre, la escritura automática o a reivindicar las preocupaciones centrales de su generación de forma más vacua que sus compañeros: “sí, es cierto, los ricos también sufren, qué más dará (…) ya tengo el mes pagat” (“Mes pagat”), o “deja los recuerdos atrás, recuerda para recordar” (“Olvídate de mí”). Incluso hay espacio para una versión de “Quedará en nuestra mente”, incluida en el primer álbum de Amaia, en una época donde parecía que las covers de temas pertenecientes a la contemporaneidad estaban en desuso. Pareciera que su mensaje principal es “sí, estoy cansado del sistema, pero tan cansado que no me apetece seguir intentándolo”.

De este modo, los elementos que configuran “La náusea” son, entre otros, una técnica vocal indolente y radiofónicamente distorsionada, muros de guitarra de influencia claramente noventera y esa mezcla-bola que puso de moda Carlos Hernandez hace unos años para definir el sonido indie-rock-millennial-masculino-urbanita. Hay espacio para canciones más introspectivas (“Estamos solos”, que cierra el álbum), si bien, en general, el personaje principal de la narración recuerda a la construcción arquetípica del canalla en la historia del cine, aquel que está tan asustado que performa que todo le resbala. Con la urgencia del punk y la derrota por bandera, como si al más rebelde le costase levantarse del sofá. ∎

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