Desde hace ya dos fructíferas décadas, la sueca Sarah Assbring, alias El Perro Del Mar, nos ha regalado más o menos regularmente grandes obras (art-)pop de muy variado pelaje estilístico y sónico: de los aromas de Phil Spector de “Look! It’s El Perro del Mar” (2005) a la electrónica nineties, sutilmente house, de “Pale Fire” (2012); de la crudeza de “From The Valley To The Stars” (2008) a la sofisticación de “Love Is Not Pop” (2009), aquella maravilla grabada con Rasmus Hägg de Studio.
Hemos dicho “más o menos” y no “regularmente”, a secas. Porque este “Big Anonymous” es su primer verdadero disco largo desde el excelente (para variar) “KoKoro” (2016), aunque desde entonces haya ido dejando entremeses en forma de singles y EPs –uno de estos últimos, “Free Land” (2020), álbum según Assbring– o una banda sonora de danza, “RIPTIDE” (2021), cofirmada con Jacob Haage.
Primera referencia de la artista para City Slang, “Big Anonymous” tiene sus orígenes en un espectáculo creado por encargo del Dramaten de Estocolmo, una obra multidisciplinar estrenada en 2019 para la que Assbring compuso temas originales. Después, junto con los músicos que la acompañaron en escena y algunos adicionales, se dirigió a una antigua fábrica de torpedos en la isla de Skeppsholmen para grabar ese repertorio en orgánicas tomas en vivo.
Casi paradójicamente, las canciones aquí recogidas lidian con la muerte ya desde el título, una forma de señalar la incapacidad occidental para hacer frente al final de las cosas, incluso para mentar su nombre. El dolor, la pérdida y la oscuridad mandan en un disco sobre sobrevivir a (la idea de) la mortalidad ajena y propia.
Tras una introducción instrumental, “Underworld”, basada en cuerdas tensas, llega “Suburban Dreams”, siniestra balada entre synthwave y post-trip hop sobre los sueños de vida perfecta que acaban corrompiéndose, desintegrándose poco a poco. Otra balada, “Cold Dark Pond”, esta con un piano (de Shida Shahabi) medio distante, tiene algo de la fragilidad con doble fondo de Agnes Obel: esa elegancia neoclásica no exenta de peligro. Pero aún más memorable que las dos canciones anteriores es “In Silence”, según Assbring sobre “el fantasma que no acepta que está muerto”. Su instrumentación mínima pero absorbente –sintetizador lejano en los fraseos y otros más abrasivos, de sonido distorsionado, en el estribillo– invita a pensar en una actualización del legado de pop gótico espartano de This Mortal Coil.
¿Otros hitos? Tenemos, por ejemplo, “Between You And Me Nothing”, tanto por su preciosa melodía como por esa letra dolorosa sobre ser incapaz de hacer pequeños arreglos con los muertos: “Why do I come here? / Why do I keep returning? / To something that’s long gone / To something that’s all dust”. También están la fantasmal versión de “Please Stay” (de The Drifters, compuesta en parte por Burt Bacharach) o dos colaboraciones con Vessel, la corrosiva “One More Time” y una más luminosa “Kiss Of Death” sobre la necesidad de aceptar que, como decían Los Enemigos, la vida mata. ∎
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