Álbum

Ernest Crusats

La font geladaFina Estampa, 2022

08. 11. 2022

“Tornar a ser u” (2017), el último disco que publicaron La Iaia, fue un festín de miniaturas pop y encantador folk lo-fi. Una fantasía a mayor gloria de Stephin Merritt construida alrededor de la soledad y la incomunicación. Nada que ver, o por lo menos no a primera vista, con “La font gelada”, debut en solitario de Ernest Crusats, cantante y cabecilla del trío catalán. Para entendernos: si aquello eran The Magnetic Fields en plena fase expansiva, el de Vic suena aquí como si Nick Drake se hubiese quedado encerrado con Pau Riba en una cámara hiperbárica. O, por empezar a ponernos en situación, en el interior de una cueva de Collbató.

Defiende Crusats, talento singular de la fértil cantera de Vic, que “La font gelada” es un disco deliberadamente orgánico y atemporal. Nada de sintetizadores ni peajes contemporáneos. Nada de concesiones al presente ni pistas tecnológicas en unas canciones con las raíces bien plantadas en la naturaleza. Canciones hechas de brumas folk, percusiones robustas y melodías gaseosas que brotan como enredaderas de ritmo y susurros y con las que el catalán reivindica una suerte de retorno a lo esencial.

Canciones, en fin, que respiran por la herida de la ruptura y el desamor y cubren de vaho los cristales mientras las guitarras se desperezan, los bajos avanzan perezosos y los sutiles arreglos de flauta se crecen en su desarmante sencillez. Ascetismo acústico para reclamar un poco de calma tras el chute de posmodernidad de La Iaia y pellizcos metafísicos cortesía de Ferran Palau, a cargo aquí de la batería, y Jordi Martas (El Petit de Cal Eril), guitarrista y productor del disco.

Grabado en un magnetófono analógico de ocho pistas en el teatro-estudio de El Petit de Cal Eril en Guissona (Lleida), “La font gelada” es también un diálogo entre clásicos pasados y presentes; entre el ensalmo artesanal de Sufjan Stevans y la ternura de James Taylor; entre las guitarras frondosas de Bert Jansch y los ecos pastorales de Toti Soler; entre “Northern Sky” de Nick Drake y “Strange” de Big Thief.

Y todo sin alejarse de ese paisaje generoso en bosques, montañas, flores, cielos, hojas y espacios abiertos. Un canto a la naturaleza y la pausa, puro Thoreau en clave folk-pop, que deja a su paso pequeñas joyas como “Porta oberta”, “Herbes d’esperar-te”, “Flors a la cara” o “Fulles als ulls”. Un refugio para desaparecer del mundo durante media hora y, por aquello de seguir con los símiles naturalistas, una nueva cima para la canción catalana. ∎

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