Álbum

Francesco Tristano

On Early MusicSony, 2022

16. 02. 2022

Al pianista luxemburgués radicado en Barcelona se le define por los lugares en los que actúa: lo ha hecho en el Carnegie Hall, en el Sónar y en la Fundación Juan March. Se desenvuelve igual en el terreno de la música de repertorio (y ahí también es ecléctico: de Bach a Cage) que en el de las composiciones propias. Y es en este terreno en el que vuelve a bifurcarse en infinidad de caminos: desde la clásica contemporánea a las raves de música electrónica en las que toca sus piezas techno. Y en todos esos ámbitos te puede sorprender intercalando piezas propias a la manera de Buxtehude o recreando el jazz de Friedrich Gulda a su propio estilo. No es un Zelig del piano: es que es omnívoro musicalmente.

Su último lanzamiento se titula “On Early Music”, que en inglés es la forma de referirse a un enorme espacio temporal que abarca la música medieval (del 500 al 1400), la renacentista (del 1400 al 1600) e, incluso, la barroca (1600-1750). Francesco Tristano explica que en este disco vuelve al que fue su primer amor musical, lo que en España se denomina música antigua. De los grandes maestros que han surgido en ese campo a lo largo de los siglos, él se centró en el italiano Girolamo Frescobaldi (1583-1643) y el inglés Orlando Gibbons (1583-1625), de los que interpreta dos y cuatro piezas, respectivamente, con presencia más testimonial de los también ingleses Peter Philips (1560-1628) y John Bull (1562-1628), representados por una pieza cada uno. Quizá sean estas ocho piezas sus favoritas. Habrá que preguntárselo.

Sin embargo, el disco no se queda ahí. Igual que sucedía en su “BachCage” (2011), en el que Tristano une al maestro del barroco alemán con el creador de la música conceptual y aleatoria del siglo XX, intercalando composiciones propias, en “On Early Music” ha incluido cinco piezas propias de inspiración barroca y otras tres adaptaciones-versiones de otras tres obras antiguas: “Circumdederunt”, de Cristóbal de Morales (1500-1553) –el primer compositor español de fama internacional, anterior en casi medio siglo a Tomás Luis de Victoria–; “Galliard In D” (Gallarda en re), de John Bull, y “Quattro correnti”, de Girolamo Frescobaldi.

Pero lejos de ser un mero homenaje a la música del pasado, tanto las interpretaciones “directas” de Tristano de las ocho obras que podemos considerar sin “arreglos” suyos como las tres en las que sí se concede un porcentaje de “autoría” tienen todas un gesto completamente actual que lo distingue y separa de, por ejemplo, las interpretaciones más canónicas de un Jordi Savall. Hay un trabajo de producción, de estudio de grabación (incluso de electrónica, levemente), que situaría a Tristano más cerca del Michael Nyman de “El contrato del dibujante” (1989): la barroca es, posiblemente, la más “cercana” a nuestros hábitos de escucha de las músicas clásicas. Pierre Boulez dijo en 1987, en Granada, que el esquema de la música barroca era semejante al del pop, al estar ambos basados en “reglas fijas, al contrario que la música contemporánea, que es única y recompone las suyas cada vez”. Que Tristano se muestre “creativo” no es un mero capricho. En el momento en el que se compusieron las obras ajenas que se incluyen en el álbum, el piano, tal y como hoy lo conocemos, no existía (su antecesor inmediato sería el fortepiano de Bartolomeo Cristofori, que data de 1711), así que cualquier interpretación de esas obras que se hagan sin instrumentos de su época sería una transliteración…

En cuanto a las piezas auténticamente propias de Tristano que ha compuesto à la barroca, varias de ellas rebosan de esa alegre y chispeante vitalidad que se asocia directamente con el barroco: sobre todo, “Tocatta” y “Serpentina”, así como el aire juguetón inicial de Ciacona seconda”, que va derivando hacia el jazz. “Ritornello”, por su parte, tiene un aire repetitivo absolutamente actual, con más elementos contrapuntísticos jazzísticos. “Aria For RS”, finalmente, la pieza con que concluye el álbum, no tiene, en cambio, nada de “antigua”: es un tema melancólico, introspectivo, doliente, que se acerca al universo de la clásica contemporánea de Max Richter, Joep Beving, Hauschka, Nils Frahm o nuestra Clara Peya (en sus discos de piano solo). ∎

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